Los
historiadores de la época recalcan que el Estado de
Massachusetts en 1692 no era monárquico, republicano ni
anárquico, sino una teocracia, es decir un sistema de gobierno
sometido a los dictados de la religión. El puritanismo exacerbado
de las sectas evangélicas había bebido de las fuentes más radicales del cristianismo
y convertido la práctica religiosa en permanente crítica de
costumbres. La Biblia
se utilizaba como arma arrojadiza para sentenciar actitudes, modos de
comportamiento, ideas y relaciones, y en ella
miraron incluso los más escépticos a la hora de enjuiciar el tristemente famoso proceso de brujas de Salem, localidad de dicho estado
norteamericano. A diferencia de lo que aún sucedía en Europa, la supuesta brujería estadounidense venía marcada -como
no podía ser de otro modo- por su carácter subversivo. «El fin último era destruir el pueblo de Salem, empezando por la vivienda del párroco, destruir la iglesia de Dios e imponer el reino de Satán», diría uno de los
implicados en el proceso, que reconoció
haber reunido en su persona dos objetivos claros: la herejía religiosa
para alcanzar la herejía política. La idea sería ampliada por un testigo, John
Evelyn -de nacionalidad inglesa-, que explicó
el complot diciendo que «hombres, mujeres y niños se consagraban
al Diablo y amenazaban con subvertir
el gobierno».
Todo
empezó, sin embargo, de forma sencilla. En Salem vivía una esclava negra, oriunda del
Caribe, aficionada a relatar viejas leyendas de su país a la hija del
reverendo Samuel Parris, en cuya casa servía, y a otras niñas que gustaban reunirse con ella.
Isabel y Abigail -hija y sobrina del
presbítero respectivamente- contaban
entonces nueve y once años de edad y
las historias de la esclava acabaron por impresionarlas. Pesadillas, convulsiones extrañas y leves ataques
llamaron la atención de los mayores,
hechos que tomaron poco a poco signos
evidentes de trastornos, bien achacables
a la edad crítica de las niñas, bien
al deseo manifiesto de reclamar para
ellas mayor atención. Alguien insinuó la posibilidad de que un espíritu
maligno se hubiese apoderado de Isabel y
Abigail, sobre todo por la aversión
que ambas manifestaban a los objetos de culto -la Biblia
en particular-, comunes de otro lado
en la vivienda de un presbítero. En una
ocasión, la pequeña Abigail esparció brasas de la chimenea por la casa e hizo intención de «precipitarse
al fuego , como si quisiera subir por el
hueco chimenea», en descripción de
los testigos. Lo que hoy sería
entendido como histerismo infantil en
grado preocupante, entonces fue interpretado caso de posesión diabólica. La chispa prendió con fuerza y pronto se
convirtió en epidemia imparable.
Los casos de posesión-así asumida la población de Salem- comenzaron a
multiplicarse y a afectar a jóvenes de mayor edad, de
modo que el tribunal que entendía los procesos no se refería
a niñas, sino a
personas adultas, con el consiguiente contagio
a otras poblaciones, como Boston,
donde los hijos de John Goodwin ofrecieron una abundante lista de personas a las que acusaban de practicar maleficios. El padre de Mary Warren,
John Proctor, explicó públicamente el
procedimiento seguido para «sanar» a
su hija -imposición de un castigo y
amenaza de azotes-, con excelente resultado, pero la mayoría se había
inclinado decididamente por creer al Diablo
autor e instigador de la epidemia. Cuando más encendida parecía la hoguera, surgió
la «moda» de acusar a los vecinos, especialmente
a aquellos que proponían soluciones
drásticas para acabar con la fiebre demoníaca. Salieron a relucir prácticas de brujería popular aparentemente ignoradas por las acusadoras, que en cualquier caso propiciaban interrogatorios sutiles y pérfidos Las sospechas recaían en quien menos se esperaba y jueces, médicos, presbíteros y pastores siguieron el falso reguero de las denuncias.
En 1692 fecha
histórica del proceso de Salem, fueron detenidas ciento cincuenta personas. De ellas treinta y una
fueron ejecutadas. Numerosas familias, por añadidura,
quedaron arruinadas al verse obligadas a costear los gastos del proceso y la
estancia en prisión de los detenidos. La conmoción
de la naciente sociedad norteamericana no impidió la celebración de juicios
arbitrarios, sin aportación de pruebas definitivas
y basados únicamente en el testimonio verbal de los denunciantes. De la memoria
de los testigos, sin embargo, no pudo
borrarse la imagen de aquel anciano de
casi noventa años de edad, Giles Corey, que por negarse a confirmar la
culpabilidad de su esposa murió
aplastado por numerosas losas de
piedra lanzadas desde cierta altura contra
él. Este fue, según los historiadores
del momento, el detonante de una indignación popular que, en la
práctica, aún se estrellaría tiempo después en el caso de los esposos Rosemberg, en los de Sacco y Vanzetti -que analizaremos en otro capítulo- y algunos más.
Curiosamente
y de modo testimonial, la ciudad de Salem, convertida en símbolo de lo que el
largo brazo de la Inquisición
hizo extensivo al Nuevo Mundo, reúne actualmente a un buen número de «brujas» que saben explotar la leyenda de aquellos procesos y ofrecer al turismo muestras fehacientes de su ancestral sabiduría. En el censo oficial de las brujas de Salem contemporáneas,
figuran dos mil trescientas afiliadas que
celebraron el tercer siglo del suceso
con diversas manifestaciones más bien folclóricas. Considerado «uno de los hitos más importantes de la historia del mundo» por un analista del
celebre proceso, Charles W. Upham, autor de La brujería en Salem (1867), «sólo una demostración de las deformidades,
la demencia y los horrores como la que aquí se presentó ante el mundo pudo
asestar el golpe de muerte» a la superstición según el mismo autor.
Recordemos, para concluir, que la acusación más
frecuente en el vecindario de Salem fue el tormento: todos
contra todos.
Salem condenados por desconfiados
Como circunstancia clave en el proceso a las
brujas de Salem, en 1692, destaca el que todas las ejecuciones llevadas
a efecto, lo fueron sobre acusados que habían negado de forma constante el
haber mantenido relaciones con el Diablo. De todos los demás acusados, los que
confesaron esas relaciones y posteriormente mostraron su arrepentimiento,
fueron perdonados. Así, Tituba, la primera detenida del proceso,
tuvo la feliz ocurrencia de confesar y arrepentirse, por lo que recobró la
libertad, si bien con posterioridad fue vendida como esclava a fin de pagar con
ello
las deudas contraídas durante el proceso.
Esta es la relación de
los condenados:
Bidget
Bishop... Ahorcado
el 10 de junio.
Mary
Bradbury Condenada
el 6 de septiembre; fugada de prisión.
Rev. George
Burroughs Ahorcado el
19 de agosto.
Martha
Carrier Ahorcada
el 19 de agosto.
Sarah
Cloyce ... Condenada
el 6 de septiembre; posteriormente, indultada.
Giles Cory ....... Condenado a cadena perpetua el 19 de septiembre.
Martha Cory ... Ahorcada el 22 de septiembre.
Rebeca
Eames . Condenada
el 17 de septiembre; posteriormente, indultada.
Mary Esty ....... Ahorcada el 22 de septiembre.
Abigail
Faulkner Alegó
embarazo y no fue ejecutada.
Ann Foster ...... Muerta
en prisión.
Sarah Good...... Ahorcada el 19 de julio.
Dorcas Hoar
... Condenada
el 6 de septiembre; posteriormente indultada.
Abigail
Hobbs.. Condenada
el 6 de septiembre; posteriormente indultada.
Elizabeth
How . Ahorcada
el 19 de julio.
George
Jacobs Ahorcada
el 19 de agosto.
Mary Lacy ...... Condenada el 6 de septiembre; posteriormente
indultada.
Susanna
Martin Ahorcada
el 19 de julio.
Rebecca
Nurse Ahorcada
el 19 de julio.
Sarah
Osborne Muerta
en prisión. .
Alice
Parker .... Ahorcada
el 22 de septiembre.
Mary Parker .... Ahorcada
el 22 de septiembre.
Elizabeth
Proctor Alegó
embarazo y suspendió su condena.
Ann Pudeator .. Ahorcada
el 22 de septiembre.
Wilmot Reed ... Ahorcado
el 22 de septiembre.
Margaret
Scott Ahorcada
el 22 de septiembre.
Tituba .............. Retenida en prisión y posteriormente vendida como
esclava.
Samuel Wardwell Ahorcado
el 22 de septiembre.
Sarah Wilds...... Ahorcada
el 19 de julio.
John
Williard ... Ahorcado
el 19 de agosto.
Hasta principios del siglo pasado no existía el
concepto de infancia como ámbito estrictamente separado y distinto de
los adultos:
los niños eran considerados, tratados y vestidos como «hombres en miniatura». Por
desconocimiento histórico, uno de los aspectos de los procesos contra brujos
que más sorprenden a la mentalidad actual es
que en muchas ocasiones los niños fueron tanto víctimas como acusadores.
Este último caso fue el de la niña de doce años Ann Putnam, quien testificó en
todos los juicios de Salem menos en uno.
Catorce años más tarde, cuando Ann tenía veintiséis, confesó
voluntariamente que «había sido engañada por Satanás» para que hiciera
unas acusaciones que llevaron a la
muerte a muchos inocentes.
Salem; Massachusetts. (Cñock para ampliar las imágenes)
Museo de Brujería de Salem
Embrujada (Bewitched). Estatua homenaje a las brujas
UN AMEN Y OM POR LAS MUCHAS ALMAS QUE MURIERON INJUSTAMENTE Y FUERON TESTIGOS DE LA IGNORANCIA Y INHUMANIDAD DE MUCHOS QUE DECIAN HACER ESTAS MASACRES EN NOMBRE DEL SEÑOR TENGAMOS MUY EN CUENTA QUE TODO MAL QUE HAGAS SE TE DEVOLVERA POR TRIPLICADO DIOS MIRA MAS NUNCA OLVIDA.
ResponderEliminarLo malo es que no aprendemos, Juan Carlos. Hoy día, continuamos atacando, persiguiendo y matando en nombre de dioses e ideologías.
ResponderEliminar