viernes, 3 de mayo de 2013

¡SATANISMO! (relato-descripción de un ritual satánico tradicional o teísta. Secuencia de la novela Pasión sangrienta: una historia de horror", de JFAR)




(Secuencia de la novela Sangre y nuerte: la sedeucción del Mal, de Ana Negra, en la que se describe un sobrecogedor ritual satánico tradicional o teísta –no laveyano-, con todo su dramatismo y tremendísima  carga de lasciva herejía).

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Vestido con aquella túnica negra al más puro estilo de las películas de terror, se sentía ridículo mientras ascendían por la pedregosa cuesta que sinuosa ascendía hasta la cima del calvario, dejando cada vez más atrás los chalets al pie de la colina, adentrándose entre los centenarios pinos que salían a recibirles arropándoles.

  -¿Hace falta que acuda así vestido?

  -Por supuesto. Ayuda a la sugestión del grupo y evita que los gestos en los rostros de los asistentes distraigan la atención, que así queda enfocada en una única dirección.

  -Vaya. ¿Por qué entonces tú lo haces de esa guisa?

  Adán no pudo evitar echarle otra mirada y Lilith echó a reír. Realmente su propio atuendo no tenía nada que ver con el suyo. Mientras él se había visto obligado a enfundarse un basto hábito negro, ella aparecía totalmente desnuda bajo un vestido de gasa del mismo color totalmente transparente, luciendo tremendamente erótica.

  -Los hombres y las mujeres que ningún deseo pueden despertar, se cubren con túnicas como la tuya. Las atractivas en cambio hemos de lucir nuestros encantos lo más libidinosamente posible, con objeto de favorecer la liberación de la mayor cantidad de energía sexual en los asistentes masculinos. Es ésta una de las más poderosas existentes.

 Adán rió escéptico.

  -¿No lo crees?

  -La verdad es que no consigo tomar en serio en todo esto.

  -Y lo haces sólo por complacerme, ¿no?

  -Para serte sincero, sí. Y tampoco se me hace congruente la idea de una mujer culta e inteligente como tú considerando seriamente estas cosas. 

 -Pero aun así te consideras fascinado por ellas.

 -Como fantasía. El mundo de los vampiros, brujas y diablos es algo que seduce a mucha gente, pero no dejo de considerarlo mitología cristiana.

  -Pero te atrae.

  -Mucho. De la misma manera que a otro pueda atraerle el mundo y habitantes de El señor de los anillos *. Lo siento si te defraudo, pero no puedo considerarlo de otra manera.

  Lilith sonrió.

  -Te ha costados soltarte.

  -Parece que resulta algo muy importante en tu vida.

  -He hecho de ella una película de terror, en la que permanezco sumida.

  -Lo sé. He decidido acompañarte en ella. Pero no podemos cambiar la realidad. Nos guste o no, lo que hay es lo que hay.

  -¿Y qué es lo que hay? ¿En base a qué se decide lo que es real y lo que no?

  Adán rió, moviendo la cabeza de un lado a otro.

  -Me vas a envolver de nuevo con una exposición de tu filosofía de vida.

  -Me temo que sí -contestó ella sonriendo a su vez.

  -Vale, la verdad es que tampoco conozco otra mejor. ¿En base a qué se juzga?

  -No lo sé. Pregunté.

  -Bueno… digamos entonces que en base a lo que captan los sentidos.

  -No puedes tocar un agujero negro.

  -Ni verlo. Es una comparación muy recurrida, pero sus efectos están ahí, así como las ecuaciones matemáticas que hablan de su existencia.

  -Sin embargo se especula que las matemáticas podrían fallar en su interior, en la llamada singularidad.

  -¿Qué quieres decir con ello?

  -Nada, es sólo otra vía del debate. ¿Confías plenamente en los sentidos?

  -Como regla general sí.

  -¿Los de quién? ¿Los de los otros o los tuyos?

  -La realidad es la misma para todos.

  -¿Estás seguro?

  Adán la miró desconcertado. ¿Podía acaso pensarse siquiera que no fuera así? La física y las matemáticas son iguales para todos, eso no resultaba algo que pudiera creerse o no. Simplemente era así.

  -Por supuesto.

  -¿Confías plenamente en tus sentidos?

  -A menos que vaya borracho –bromeó.

  Lilith sonrió.

  -O sea, que si éstos te indican que te estás quemando, te estarás quemando.

  -¿Hay alguna ocasión en que no sea así?

  -Los fakires piensan en cubitos de hielo cuando pasan la llama de las antorchas por su piel.

  -Y sienten cubitos de hielo.

  -Con lo cual no se queman.

  -El poder de la mente sobre el cuerpo.

  -Eso mismo.                                                      

  -Vale, se puede engañar a los sentidos. Sigue.

  -Si ellos perciben cubitos de hielo y tu organismo reacciona como si verdaderamente lo fueran, se puede decir que en lo que a ellos concierne, en tú realidad, serán cubitos de hielo.

  -Bueno, hasta un punto. No llegaría a congelarse mi carne por ello.

  -¿Puedes afirmarlo?

  -No puede congelarse si el hielo no es real.

  -¿En base a qué juzgas que no lo es?

  -Vuelta al punto de partida.

  -Si entiendes como realidad lo que tus sentidos perciben, lo que éstos te indiquen conformará ésta, al menos para ti, aunque no afecte al resto del mundo. ¿No?

  Adán parecía confundido. Aceptaba los razonamientos como lógicos, pero seguía mostrándose escéptico hacia la conclusión que Lilith extraía de ellos, aunque sin ocurrírsele cómo rebatirla.

  -¿Has oído hablar de las combustiones instantáneas?

  -Algo. Cuerpos humanos reducidos a cenizas en segundos, sin fuente de calor externa ni razón aparente.

  -Eso es. ¿A qué fenómeno físico corresponden?

  -No lo sé. Es algo sin explicación todavía.

  -¿Pudiera ser que, de alguna manera, el cuerpo humano fuera capaz de llegar a experimentar un calor no real, reaccionando a él como si lo fuera?

  -No lo sé. Pero no creo que ningún científico aceptara eso.

  -Tampoco hace falta, no hay que llegar tan lejos. Si una mujer es fea y gorda y tú en cambio la ves guapa y delgada… ¿Ocurre algo? -preguntó sonriente al ver reír a Adán.

  -Nada. Hay una película de Gwyneth Paltrow que trata de algo parecido.

  -¿Ah sí?

  -Me reía al pensar qué ocurriría si yo te hubiera estado viendo como te veo y en realidad fueras gorda y fea.

  -Saldrías corriendo.

  -¡Ja, ja, ja!

  -Es cierto –insistió ella divertida. -Lo harías. Y sería lógico. Tus sentidos me perciben como algo que entiendes por hermoso y reaccionan positivamente por ello. Si pasaran a entenderme como algo desagradable, lo harían en forma negativa automáticamente. Es matemático.

  -Dejando a un lado la cuestión de la belleza interior y todo eso… ¿dónde quieres llegar con todo eso?

  -Si percibes una misa negra como una misa negra y a Satán como Satán… si para lo que para ti cuenta es real, ¿qué importa si al margen de ello lo es o no?

  Adán no supo qué contestar. Las razones expuestas por Lilith tenían su lógica, pero no bastaban por sí solas para convencer.

  -Sigues siendo reacio y por ello no receptivo. ¡Ábrete! Deja que todo entre en tu alma. Olvídate de pensar y sólo siente. ¡Convéncete de la existencia de Satán y Satán existirá para ti! Como el gato cuántico de Schrödinger, que existe sólo para quienes lo observan. ¡Ábrete al horror y la oscuridad! ¡Deja que entren en ti y tú habrás entrado en ellos! Te acogerán y serás parte de su universo, donde monstruos y diablos serán tan reales como tú les permitas serlo.

  Llegados a este punto, habían hecho un alto en el camino. Adán considerando aquellas palabras. Lilith mirándole a los ojos con aquel brillo infernal en los suyos.

  -¿Qué dices? ¿Te atreves a crear tu propia realidad, tu propio universo de horror y oscuridad? ¿Quién sabe? Es posible que, si te zambulles en él, llegues a sorprenderte de lo que encuentres allí. ¿Dónde queda exactamente la frontera entre realidad y creatividad? ¿Cuáles son los límites de esta última?

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  Llegaron a la cima del pequeño calvario, donde un siniestro grupo ataviado con túnicas negras como la de Adán aguardaban. No pasó su llegada desapercibida, girándose todas las cabezas hacia ellos entre sibilinos susurros. Debían ser más de veinte, calculó él a bote pronto, que se esparcían por la pequeña explanada más o menos redonda, que culminaba la colina. De entre ellos, por su elevada estatura y porte, se distinguía Zacarías como un alto abeto en un bosque de pequeños pinos. La escena parecía recreada en la más pura tradición esperada en este tipo de reuniones, iluminada por antorchas y algunas hogueras para protegerse del frío, cargada su atmósfera, en la que Adán casi podría creer se respiraba la esencia misma del Mal.

  Cinco pinos rodeaban la explanada siniestros, sobre todo uno del que, desde pequeño, había Adán escuchado historias acerca de su supuesto carácter de “árbol del ahorcado” *. Contaban éstas distintas versiones acerca de cómo alguien había encontrado en la gran rama que avanzaba sobre la pendiente del barranco que culminaba en el cementerio a sus pies, un hombre colgando una noche. Algunas hablaban de un caminante, sin aclarar que hacía paseando por allí a esas horas. Otras, de un conductor que circulaba por la carretera que allá abajo, a unos trescientos metros, llevaba de San Juan a San Vicente. En cualquier caso, seguramente todas resultaban variantes de una misma leyenda urbana local, como la que situaba aquelarres como el que esa noche iba a tener lugar verdaderamente, en aquel lugar.

  Y es que éste se prestaba a ellas. Pocos conocía Adán tan ideales para ello, al menos estéticamente considerada la cosa. Envuelto su perímetro por el círculo de coníferas, quedaba éste cerrado al Noreste por una deteriorada ermita abandonada, que antaño debió albergar alguna estatua del patrón del pueblo o algo así. Con su entrada carente puerta mucho tiempo ha, normalmente negra, hoy iluminada por gruesos cirios en su interior, semejando enorme boca abierta en la noche, presta a devorar el alma del incauto que ante ella pasara. Una antorcha clavada en el tronco de cada uno de los  árboles, tres en el decrépito santuario; una de éstas a cada lado y otra tercera sobre su marco. Frente a ella, en el centro de la explanada más o menos, a unos cinco metros de donde acababan sus escalones, una vieja y mellada piedra de molino descansaba jubilada hacía largos años de su labor, llevada hasta allí nunca le quedó muy claro para qué. Nadie había sabido explicárselo convincentemente. Quizá para servir de asiento a quienes hasta la sagrada construcción se acercaban en las fiestas patronales para sacar la estatua, quizá para que en ella descansara esta misma cuando era extraída de su morada para pasearla por las calles de la localidad, a fin de que los costaleros pudieran colocarse bien bajo ella. En cualquier caso allí estaba, cubierta ahora por el manto de terciopelo escarlata. Sobre éste, dos gruesos velones negros mirando al este, uno blanco al oeste; la gran espada con mango de asta de hueso e inscripciones rúnicas en su hoja; la daga ritual y la campanilla de plata. De ella se decía que había servido en ocasiones la de altar en siniestras reuniones de brujas. Más leyendas. Esa noche dejarían de serlo.

   Todo allí parecía satánicamente recargado. Adán se sintió fascinado pero, no podría haberlo negado, también sobrecogido ante la infamia y herejía que allí imperaba aquella noche. Mirase donde mirase, todo evocaba la aberración y el pecado. A la derecha de lo que fue la puerta de acceso a la sagrada estancia, entre ésta y la antorcha y el gran gong con una gran maza de bronce a sus pies, clavado a un negro crucifijo sonreía cínicamente un Cristo canallesco exhibiendo un  descomunal miembro en erección. A la izquierda, una imagen de María semidesnuda, de gran belleza femenina y luciendo heréticamente lasciva, descubiertos a la vista sus grandes pechos y mostrando su vagina obscenamente abierta de piernas. Arriba, por encima de la antorcha que quedaba sobre el marco de entrada, presidiéndolo todo, un rostro de diabólica fealdad tallado en madera negra, que Adán reconoció inmediatamente como Baphomet, el ídolo a quien se acusó de adorar a los templarios. Dentro de la ermita, todos los objetos que debían servir a la liturgia.

  A la vez resultaba el lugar apartado y discreto, alejado del pueblo e incluso de los chalets que lo circundaban, manteniendo la distancia las urbanizaciones en que se ubicaban en un no declarado pero evidente deseo de buscar la espalda al camposanto, de forma que siempre algo, bien una colina, bien un bosquecillo de pinos, quedase entre ellos, ocultando su macabra presencia a la vista, permitiendo que quienes en ellos vivían lo hiciesen sin que ésta les recordase permanentemente la inexcusabilidad de la muerte, que a todos ha de alcanzarnos algún día. En la distancia, hacia el sureste, al final de los campos que hasta la playa se extendían, se alzaban los altos edificios de la Playa de San Juan, diminutos vistos desde allí. Sobrecogía el alma la sensación de desconexión con el mundo que transmitían, haciendo que se buscase con la mirada las luces de los vehículos que por la Autovía del Mediterráneo circulaban a aquellas horas, mucho más allá de los huertos de olivos abandonados, al otro lado de donde el pequeño camino vecinal rodeaba la falda del monte. Reconfortaba un tanto su presencia, significando ésta el único nexo que, de alguna manera, le mantenía unido al resto de la humanidad y el mundo.

Imagen real del lugar en que se ubica el aquelarre de la novela, 
 con su ermita abandonada y su piedra de molino.

  -¿Qué ocurriría si alguien pasara por aquí y viera todo esto?

  -No temas. Nadie vendrá esta noche. Nunca se deja nada al azar.

  Él mismo había sugerido el lugar. Le habían inspirado para ello aquellos relatos, tanto como sus románticas meditaciones de adolescente, cuando esquivaba las clases en el instituto para retirarse allí a solas con sus pensamientos. Además quedaba cerca de la casa en que había vivido con su mujer. Serviría aquello al simbolismo que representaría la definitiva ruptura con su antigua vida, para renacer como otro hombre a la nueva.

  Aún continuó llegando gente durante un rato, llegando a conformar un grupo de unas treinta y tantas personas calculó Adán, encapuchado más, encapuchado menos. En un momento dado el murmullo de los congregados se hizo más intenso. Se giró entonces intrigado, preguntándose la causa de ello, para comprobar que resultaba ésta un pintoresco trío que había hecho aparición llegando desde detrás de la ermita. Se trataba de un negro alto y de porte orgulloso, vistiendo hábito como los demás, pero con la cabeza descubierta, acompañado de una escultural mujer de su misma raza de largo cabello liso color café. Dolorosamente bella, lucía su soberbio cuerpo desnudo bajo un vestido de inspiración similar al de Lilith, pero más ancho y con un cordón plateado ceñido a su sensual cintura.

 Adán quedó embobado admirando aquel rostro divino, de carnosos labios concebidos para tentar sin permitir posibilidad de resistir a su encanto. Era hermosa hasta el delirio, hasta lo que debiera estar prohibido serlo, eclipsando su belleza a la de la misma noche, de la cual parecía haber surgido con la dignidad y magnificencia de una reina africana. Sus bellísimos ojos oscuros buscaron los azules de Lilith entre la multitud, hablando su brillo de una rivalidad no disimulada entre ambas diosas en pugna por el trono de la monarca infernal.

  -Se llama Claudya -comentó Lilith-. Además de una mujer bellísima, lo es también muy rica. Fue modelo hace algún tiempo, de bastante éxito al parecer. Pero su fortuna proviene de de su padre, descendiente de alguna familia noble nigeriana. Creo que es propietario de varias explotaciones mineras  allá.

  -¿Africana?

  -Angloafricana. El padre es el nigeriano.

 -¿Quién es el hombre que la acompaña?

  -Su chulo.

  Lilith pronunció la palabra sin ningún ánimo peyorativo. Se sentía seducida por el lado oscuro de la naturaleza humana y para ella sus vicios y perversiones suponían sus mayores atractivos. La complacía el cinismo, la doble moral y la maldad. Una zorra adinerada y un vago sin oficio ni beneficio conocido, que no fuera el de vivir de las mujeres, resultaban la clase de gente depravada que escandalizaba a la gente de bien. Reconducido el asunto según  su filosofía de vida, la clase de personas que valía la pena conocer.

  -Es caribeño. Su único talento es estar muy bueno y saber follarla. Ella le concede todos sus caprichos y gracias a ello pudo entrar en esta hermandad. Ahora es el sacerdote habitual. Se le da bien.

  -El jefe -ironizó Adán. 


  -No es el jefe. Este círculo fue creado hace años por un grupo de corazones negros. No hay ningún líder propiamente dicho, pero todos les escuchan y respetan.

  -¿Zacarías?

  -Uno de ellos.

 Otro negro, a cuyo lado el mismo Zacarías podría llegar a parecer endeble, completaba el trío. Quizá algo menos alto que aquél, aunque no demasiado, resultaba en cambio mucho más ancho y musculoso. Un auténtico monstruo de los esteroides de más de ciento cincuenta kilos de rocoso músculo vascularizado hasta la aberración, caracterizado como los esclavos que solían aparecer en las películas del antiguo Egipto o Roma, vestido únicamente con un taparrabos de piel de leopardo o imitación y sandalias.

  -Es su guardaespaldas –le aclaró Lilith cuando lo vio fijarse en él. –Dicen que lo trajo su padre de Nigeria para que cuidase de ella. No hay nada muy claro al respecto. Hablan poco, pero lo cierto es que nunca se separa de Claudya.

  El murmullo que había levantado su aparición fue remitiendo hasta desaparecer totalmente a los pocos segundos. La gente comenzó a colocarse entonces en círculo alrededor de la explanada, incluidos ellos y la negra, mientras el negro lo hacía detrás de la piedra-altar y el gigante junto la puerta de la ermita. Tomando éste la gran maza de bronce, golpeó con ella el gong con fuerza, llenando el aire con su metálica y reverberante sonoridad. Apareció entonces por el mismo lugar donde lo habían hecho ellos, una joven de largos cabellos rubios y no más de veinte años, cubierta su espléndida desnudez por una capa negra. Venía flanqueada por dos adolescentes con hábitos del mismo color y cabeza descubierta, a semejanza del sacerdote y diferencia del resto de los asistentes. Indudablemente atractiva, no podría nunca llegar a compararse con la negra o la misma Lilith, reinas indiscutibles del círculo.

  Escoltada por los monaguillos, avanzó orgullosa hasta la piedra de molino. Una vez allí la despojaron éstos de la capa, revelando una belleza en todo el esplendor de su juventud, tumbándose a continuación ella boca arriba sobre aquélla, sus marmóreos pechos apuntando desafiantes a las estrellas, convertido su cuerpo en el más grandioso altar. Uno de los jóvenes colocó una almohada de terciopelo negro bajo su cabeza y el otro un taburete de madera con otra sobre él a sus pies, de forma que sus largas y torneadas piernas pudieran permanecer totalmente extendidas. Los dorados cabellos caían sobre la primera cual cascada de oro mientras los hermosos ojos verdes miraban directamente a las estrellas, brillando a la luz de las antorchas. Tomó entonces el negro la campanilla y la agitó en todas direcciones para con su sonido purificar el ambiente, acabando con los últimos susurros, haciéndose el más absoluto silencio, sólo roto por el sonido de los motores de los vehículos que pasaban por la distante autovía. Un perro ladró a lo lejos.

  -Hermanos -comenzó a hablar entonces tras dejarla de nuevo sobre el altar-, sed bienvenidos a esta nueva reunión. Nos hemos dado cita en ella esta noche para honrar a nuestro señor, el muy loable y jamás bastante exaltado Lucifer ¡Semahmforash! -exclamó alzando la voz.

  Shemahmforash!-respondieron todos al unísono, a la vez que el gigante golpeaba el gong de nuevo.

  -¡Viva Satán!

  -¡Viva Satán! - y un nuevo mazazo produciendo el metálico, vibrante sonido.

  -Hoy daremos la bienvenida a uno que desea entrar a formar parte de nuestra congregación. Llega a nosotros de la mano de nuestra hermana Lilith, lo cual es garantía más que suficiente para los que integramos este círculo de maldad, quienes la reconocemos como uno de nuestros miembros más destacados. Acércate hermana y que contigo lo haga aquél a quien propones como novicio.

  Avanzaron entonces hasta el centro de la explanada.

  -¿Es éste el hombre Lilith?

  -Éste es.

  - Descubre tu cabeza, hombre.

  Adán obedeció.

  -Como sacerdote de este círculo, yo te saludo y te doy la bienvenida a él. Sabes que el que eliges esta noche es un camino sin marcha atrás. ¿Estás pues dispuesto a seguir las directrices de la hermandad, acoger sus enseñanzas y superar las distintas pruebas que se te impongan?

  -Lo estoy.

  -Nuestra hermana Lilith ha solicitado algo que supone una novedad para nosotros. Expón ante todos tu petición Lilith.

  - ¡Hermanos!... –comenzó a hablar girándose hacia el círculo y alzando la voz. -Es mi petición que el hombre al que he elegido como compañero para acompañarme en el sendero que el Destino trazó para nosotros, reciba el negro sacramento del bautismo oscuro esta misma noche, con la intención de poder contraer posteriores nupcias. Bien sabéis que sólo es posible desposar en satánico matrimonio entre iniciados a nuestra fe y es nuestro deseo poder hacerlo a la mayor brevedad posible. Es por eso que os pido aceptéis dispensarle ese bautizo, aun antes de haber superado las pruebas que han de imponérsele para entrar a formar parte de este círculo de maldad, en la confianza de que habrá de pasarlas indudablemente.

  -Bien sabes Lilith que sólo tras pasar esas pruebas de iniciación se puede proceder a dispensar el negro sacramento que convierte a un novicio a nuestra fe. En éstas muestra éste su fidelidad y adhesión y se compromete de por vida con la hermandad y nuestra religión. De forma definitiva.

  >>Pero no es menos cierto que tenemos en ti a una de nuestras más destacadas hermanas. Tu brazo es fuerte, tu inteligencia clara y tu voluntad firme. Nunca tu ánimo desfalleció en la tarea a realizar. Fuiste implacable con el enemigo y leal a sus hermanos. Por todo ello hoy te saludamos y accedemos a su petición, distinguiéndote como una de nuestras más excelsas hermanas, digna de tal privilegio y excepción, a menos que algún hermano tenga algo que objetar. Si es así, que hable ahora.

  Calló entonces el sacerdote para dar opción a quien pudiera tener algo que oponer. Nadie habló.

  -El silencio de nuestros hermanos es respuesta evidente. Te conocemos Lilith. Haces honor al nombre que llevas y todos sabemos de tu fe y devoción. Tu voz es escuchada entre nosotros y tu opinión respetada. Por todo ello, hablo por boca de este círculo cuando digo que accedemos a tu petición. Te saludamos Lilith. Confiamos en ti y en quien has escogido para que sea tu esposo ¡Salud Lilith!

  -¡Salud Lilith! -acompañaron todos al unísono.

  -¡Salud a tu compañero!

  -¡Salud a tu compañero!

  Shemhamforash!

  Shemamforash! -y nuevamente el gong.

 -¡Viva Satán!

-¡Viva Satán! -nuevamente.

  -Puedes retirarte, Lilith.


  Obedeció ella regresando a su lugar en el círculo, dejando solo a Adán ante el altar. El negro tomó entonces la espada, procediendo a señalar los cuatro puntos cardinales al tiempo que recitaba un saludo a cada uno, siendo replicado en cada ocasión por los asistentes y el gong, que acompañaba a cada saludo o exaltación.

  -¡Salud Satán! -exclamó señalando al sur.

 -¡Salud Satán!

  -¡Salud Belial! -al norte.

  -¡Salud Belial!

  -¡Salud Lucifer!-al este.

  -¡Salud Lucifer!

  -¡Salud Leviatán! -al oeste.

  -¡Salud Leviatán!

  A continuación se giró para apuntar con la espada directamente al rostro de Baphomet con gesto solemne, manteniéndola así por unos segundos. Después, volviéndose otra vez, lo señaló a él.

  -¡Yo te saludo, compañero de Lilith!

  -Esta noche asistiremos al bautismo de este novicio, al despertar a la grandeza de las tinieblas de un alma que hasta hoy no conoció su esplendor. Satán, señor nuestro, te presentamos a este hombre que suplica le concedas el poder postrarse ante ti. Sabemos que eso te agrada, por cuanto los sacerdotes del camino de la mano derecha han sabido apartar siempre a las gentes de la auténtica grandeza que de ti emana, bañándonos a nosotros, tus seguidores. Aquella grandeza que te llevó a alzarte contra tu creador, a quien habías superado en belleza y esplendor. A él que llamó para atacarte a sus legiones, obteniendo una pírrica victoria en una batalla de esta ya larga guerra y precipitándote desde las alturas. El dios del amor que no supo entender el esplendor que en ti brillaba.

>>¡Yo te saludo Satán, señor de la infamia y el odio, de la guerra y la lujuria! A ti corresponden los impulsos más materiales de nuestra naturaleza, pues al expulsarte de su lado allí te colocó el dios de los justos. A ti que te complaces en el crimen y la violencia, para ti es mi plegaria. Es a ti a quien adoramos, protector de los vicios, defensor del pecado. Tú que procuras los medios para arrancar el germen de sus entrañas a la madre que no lo deseó en el olvido de exaltables pasiones y haces fértil el vientre infecundo. Defiendes la venganza y proteges a los asesinos. Es amado por ti el hombre repudiado por los hijos de Yahveh y desprecias en cambio a los hipócritas santurrones y te ríes de aquellos que se automortifican esperando agradar así a su señor. Tú en cambio pregonas el libre albedrío, la satisfacción de los deseos de la carne y los impulsos violentos a que nos incitan esos falsos benefactores de la humanidad. Inclinas al hombre a los mayores excesos. Por ti el padre prostituye a su hija y la madre cede a su hijo. Eres protector de amores ilícitos y réprobos. Alientas a la mujer a traicionar a su marido para ir a yacer con el mejor amigo de éste preñándose y al esposo a olvidar los favores de su devota media naranja para abandonarse en los brazos de solícitas rameras. Haces nacer el deseo del hermano por la hermana, dándoles satisfacción al abrigo del mundano rechazo.

  >>¡A ti imploramos de rodillas para que nos permitas saciar nuestra lujuria y conocer los embriagadores placeres de la carne que los justos y los estúpidos rechazan! Te pedimos concedas satisfacción a nuestra sed de venganza y regocijarnos en el castigo de aquellos que nos ofendieron. Rogamos permitas que mueran revolcándose en los más horribles dolores, pero también que nos posibilites ayudar a quienes amamos y a nuestros hermanos. ¡Shemhamforash!

  Shemhamforash!

 -¡Viva Satán!

  -¡Viva Satán!

  -¡Y ti, padre celestial que dices amarnos! Tú permites que los mentirosos gobiernen el mundo con su hipocresía. Nos has mentido desde que saliste de las entrañas de una virgen. Hace ya mucho que los justos esperan tu regreso, dios mudo, dios fugitivo. ¿Dónde estás cuando tus hijos te necesitan? Te dormiste en tu gloria prometiendo una futura recompensa a los que aquí abajo sufren y agonizan. “Mis ángeles te asisten, nada temas” nos dices, impostor. Los ángeles se alejan de ti ofendidos por tu quietismo, para acercarse al que fue el más glorioso de ellos. ¡Shemhamforash!

  Shemhamforash!

  -¡Viva Satán!

  -¡Viva Satán!

  -¡Tú nos condenas en virtud de un pecado original a sufrir y a morir, tú que tanto dices amarnos! ¡¿Es ése tu amor?! ¡Quisiéramos que de una vez reconocieras tus mentiras, falso salvador! ¡¡Yo te escupo, mentiroso!!

  Había ido deviniendo en melodramática y progresiva exaltación el sacerdote, acabando por pronunciar las últimas palabras a voz en grito, preso de un aparente ataque de furia homicida. Girándose entonces hacia el Cristo canallesco, materializó su herejía con un salivazo en su faz.

  -¡¡¡Alzo mi mano con ira contra ti, hipócrita!!!

  Golpeó entonces el rostro con fuerza, cayendo de rodillas ante la imagen para introducir el enorme miembro en su boca, lamiendo y succionando, simulando una felación. Se retiró a continuación de aquélla, comenzando acto seguido una procesión ante el crucificado y la Virgen. El círculo iba girando y a medida que los acólitos pasaban ante éstos, las más viles y obscenas blasfemias se iban sucediendo. Escupían en su rostro, golpeaban los clavos, realizaban felaciones y lamían o acariciaban los senos y la vulva… Una de las más osadas fue Lilith, la cual, sacando sus pechos del escote, comenzó a masturbar con ellos la gran verga a la vez que lamía el prepucio. Pero, por obscena que fuera, no conseguía la imagen hacerla parecer vulgar. Nunca nada podría lograrlo en aquella mujer, permanentemente envuelta en halo de clase y sensualidad, del que ni siquiera las más soeces villanías conseguían despojarla. Tal era su encanto, innato e inseparable de ella.

  Adán contemplaba embelesado la escena, experimentando una tremenda erección ante ella, presa de la excitación irreprimible que le producía aquella lasciva mujer, todo belleza, erotismo y lujuria.



  Habiendo blasfemado hasta el último de los asistentes salvo la joven-altar, fue requerido él mismo por el sacerdote para hacerlo. No le resultaba molesta la idea. Era más, ¡quería hacerlo! Todo aquello le seducía poderosamente, manteniéndole en trance, extasiado.

 Avanzó en primer lugar hacia el Cristo, escupiendo en su rostro. A continuación se inclinó sobre la virgen para lamer sus pezones e introducir un dedo en su vagina, experimentando el tacto del látex en ambos. Para su sorpresa encontró que habían sido confeccionados con artículos de sex-shop que imitaban casi perfectamente el de los órganos sexuales femeninos. Sonrió para sí disfrutando la perversión. A continuación regresó a su sitio.

  Una vez recuperada la compostura en todos los presentes, comenzó el sacerdote a recitar el Padre Nuestro al revés.

  -¡Lam led sonarbil sam noicatent al ne reac sejed son on serodued sortseum somanodrep sortoson omoc isa, sadued sartseun sonanorep y yoy elsonad , aid adac ed otseun nap le!

  ¡Oleic le ne omoc arreit al ne isa, datnulov ut esagah y onier ut sortoson a agneu , erbnom ut aes adacifitnas, soleic sol ne satse euq ortseun erdap!

  Concluida la oración, se hizo de nuevo el silencio.

  -Iniciamos ahora al negro sacramento del bautismo oscuro, con el cual daremos la bienvenida a un nuevo hermano a nuestra fe. Acércate, tú que deseas recibirlo. Acérquense contigo tu padrino, aquél que ante este círculo te presenta, respondiendo con ello por ti ante nosotros y nuestro señor.

  Caminó entonces hasta quedar justo ante el altar, adelantándose hasta allí también Lilith.

  -De rodillas.

  Adán obedeció, permaneciendo ella en pie a su lado. Los dos adolescentes entraron entonces en la ermita, para salir de nuevo instantes después con una vasija y un cacillo de plata que colocaron sobre el altar. Rodearon a continuación la piedra para quedar a su lado.

  -¿Juras por tu vida y por la de todos aquellos que te son caros seguir fielmente las enseñanzas del muy alto Lucifer, acatarlas y extender su palabra, haciendo lo necesario para ello sin que jamás permitas que ni la acción del hombre ni la furia de la naturaleza, la tormenta ni la sangre resulte impedimento mientras quede en ti un hálito de vida?

  -Lo juro.

  -¿Juras abrazar su fe como única verdadera hasta el final de tus días y más allá, entregar tu alma a nuestro señor Satán, venerarle por encima de todas las cosas y jamás renegar de él, estando dispuesto a todo para ello?

  -Lo juro.

  -¿Juras asimismo jamás atacar de palabra u obra a los demás miembros de este círculo, aceptarlos como tus hermanos y ayudarlos en la consecución de sus fines en la medida que tus fuerzas lo permitan y no atenten contra tus intereses ni los de aquellos a quienes tu corazón te dicta defender?

  -Lo juro.

  -Así sea. Y mil veces maldito resultes tú y los seres que te son amados, que mil enfermedades distintas corroan tus entrañas y las ratas devoren tu corazón en una noche sin luna, que la podredumbre y la miseria, la desdicha y el dolor te acompañen en los cortos días que ciertamente han de quedarte en la Tierra y puedas ver desde dentro la putrefacción de tu cadáver mientras los gusanos se sacian en él si faltas a tu juramento.

   -Así sea.

  Tomando el cacillo de plata en su mano entonces, lo hundió el negro en la vasija, extrayéndolo lleno para, a continuación, volcar el liquido sobre su cabeza. Sabía que lo que ahora caía sobre él resultaba una repugnante mezcla compuesta por agua bendita, orina y saliva de la joven rubia y colorante negro. Se había preparado mentalmente para este acto, que cabía esperar el más desagradable de la ceremonia. Pero no lo resultó tanto. En realidad no lo resultó en absoluto. Lilith tenía razón. La visión de las mujeres desnudas y sugerentemente vestidas había elevado su excitación a niveles extremos en combinación con la perversión, las blasfemias y el resto de excitantes influencias del momento. Un nivel en que ya sólo buscaba profundizar en la primera y en el cual aquella inmundicia procedente de la atractiva muchacha fue recibida con placer masoquista.

  -Con este gesto yo te limpio de la mugre que sobre tu inocencia vertieron los mil veces malditos sacerdotes del camino de la Luz y te bautizo con el nombre de…

  -Samael –apuntó Adán. Samael, el nombre original de Lucifer, cuando aún era el ángel más bello de la creación y  no se había revelado contra su creador. Samael, a quien Yahveh entregó a Lilith como esposa cuando se negó a volver con Adán.

  - ¡Samael! ¡Levanta hermano! ¡Ya eres uno de los nuestros!

  Se alzó entonces, sintiéndose realmente un hombre nuevo al hacerlo.

 -¡Yo te saludo Samael, como a uno de los nuestros! ¡Salud Samael!

  -¡Salud Samael! -corearon todos acompañados por el gong.

  Shemamforash!

  Shemamforash!

  -¡Viva Satán!

  -¡Viva Satán!

  Uno a uno todos los asistentes comenzaron a desfilar ante él como antes hicieran ante el Cristo y la Virgen, dándole la mano ellos, besándole ellas a medida que iban pasando. Una vez acabada la procesión, todos salvo Lilith volvieron a su lugar en el círculo.

  -Ahora que ya eres uno de los nuestros –retomó la palabra el negro, -vamos a proceder a la presentación ante el muy altísimo Lucifer de vuestros corazones, Lilith y Samael, para que los bendiga en el Mal, con objeto de que podáis contraer posteriores nupcias con su beneplácito. Has de saber que no hubiera resultado posible esto antes de serlo, pues sólo entre iniciados puede acontecer la impía unión en satánico matrimonio. Se hubiera demorado entonces por largos meses, durante los cuales se hubieran extendido tus pruebas de iniciación, rituales de presentación, bautismo y nupcias. Pero tal es vuestro amor, como Lilith nos ha hecho saber, y nosotros le creemos, y tal su ascendente sobre este círculo, que hemos accedido a pasar por una vez sobre la costumbre para que podáis contraerlo sin sufrir tan dilatada espera. Así pues, procedemos a la petición. ¡De rodillas!

   
>>¡Samael y Lilith! Habéis decidido unir vuestros destinos en uno. Aquí, ante este círculo impío, pedís a nuestro señor Satán que tenga a bien contemplar vuestra unión, concediendo su beneplácito. Hacemos nuestra vuestra petición, hermanándonos con el deseo dos de nuestros hermanos. Tended pues ante mí vuestra mano izquierda -ordenó tomando la daga ritual.

  Así lo hicieron y tomó el sacerdote su muñeca, colocando el filo en la palma.

  -Cierra tu mano sobre la hoja.

  Obedeció, haciéndolo con más fuerza de la necesaria en un acto simbólico que meramente debía producir un corte superficial. Pero no era para él algo superficial su amor por Lilith, ni su deseo de forjar con ella una unión sellada con sangre y dolor que hablaran de la profundidad de su compromiso. El negro lo miró perplejo. Adán devolvió la mirada, directamente a sus ojos abiertos como platos, y el hombre entendió que no aflojaría su presa. Bajó de nuevo entonces la suya para depositarla sobre de Lilith, intensa y glaciar. El hombre dudó, sin decidirse a tirar del cuchillo.

  -Tira.

   Sintiendo real aprensión, obedeció haciéndolo con fuerza, abriendo la carne mientras se dejaban escuchar entre susurros las exclamaciones de los asistentes. La sangre manó abundante de la herida. No obstante él ni siquiera alteró la expresión de su rostro.

  El sacerdote quedó anonadado, indeciso. Los matrimonios satánicos no resultaban muy comunes, por lo cual no podía ser grande la experiencia que en ellos tuviera él o la mayoría de los acólitos. Aun así le quedaba claro que se jugaba en ellos mucho con la simbología y poco con el dolor real. Dolor que, en aquellos momentos, debía resultar atroz en aquel hombre. Se sintió inquieto entonces, pensando si no habrían acogido entre ellos a un demente. Y en ese momento sintió como alguien cogía de nuevo la hoja, tan intensamente como había hecho él. La miró atónito. Ella no le devolvió la mirada, fija la suya en aquellos ojos verdes que había aprendido a amar más que a ninguna otra cosa en el mundo.

  -¡Lilith! Esto… esto no es necesario…

  -Lo sé. Tira.

  -¿Estás… estás segura?

  -Tira.

  Como hiciera instantes antes, tiró de la hoja con fuerza, abriendo la carne y haciendo brotar abundante la sangre. De nuevo se escucharon los susurros de los sobrecogidos acólitos, mientras, como entonces ocurriera con el de Adán, no alteraba ahora tampoco el rostro de Lilith su expresión, como no la había alterado el de su hombre.

  Tomó entonces el negro ambas manos ensangrentadas, uniéndolas en un gesto simbólico. En un momento llegaron los monaguillos con unas vendas, procediendo a envolverlas así.

  -Con este acto habéis mezclado vuestra sangre. La tuya es ahora la suya Samael y la suya es la tuya Litith. Que este vendaje simbolice vuestra unión. El matrimonio satánico es un sacramento indisoluble y por él habéis optado. Por el espacio que tardará la Luna en completar su ciclo a partir de esta noche, permaneceréis inmaculados sin conocer el uno el cuerpo del otro, ni el de nadie más. Es la ofrenda que exige la liturgia de esta hermandad, como preámbulo al más importante de nuestros rituales, pues la entrega que hace un cónyuge al otro no es sólo de por vida, sino que se extiende hasta más allá de ésta, tras el negro telón de la muerte. Así pues convertiréis vuestro cuerpo en un templo de castidad desde hoy hasta la noche de vuestra boda. ¡Shemhamforash!

  Shemhamforash!

 -¡Viva Satán!

 -¡Viva Satán!

 -¡En pie Lilith! ¡En pie Samael!

  Se levantaron entonces.

  -Presentad vuestras manos.

  Obedecieron y el negro cortó el vendaje con la daga, procediendo los muchachos a vendar de nuevo, esta vez por separado.

  -Tomad -dijo tendiéndoles el ensangrentado vendaje, cortado en dos partes iguales. –Guardad estas vendas impregnadas de vuestra sangre mezclada. Llevadlas desde este momento permanentemente en contacto con vuestra piel, hasta aquél en que acontezcan vuestras nupcias. Ellas simbolizan vuestra unión y su quema en la noche en que ésta se confirme, representará su paso al mundo de lo etéreo y lo sutil, trascendiendo lo meramente físico.

  Tomándolas, guardó Lilith la suya entre sus pechos, haciéndolo Adán en su slip, únicos lugares ambos en que podían hacerlo en ese momento respetando la premisa.


  Por su parte volvió el sacerdote tras la piedra. Ceremonialmente, se inclinó para besar los pechos de la muchacha-altar. Uno de los chicos sacó entonces un gran cáliz de plata de la ermita. Tomándolo, lo alzó sobre su cabeza pronunciando unas palabras en latín.

  -Hoc est enim corpus deum.

  Tras ellas  lo bajó para colocarlo sobre el vientre de la chica, tomando a continuación la daga ritual. Colocando la punta sobre uno de los senos, procedió a rasgarlo con sumo cuidado, haciendo manar de la herida la sangre y recogiendo algunas gotas en la copa. Después se practicó él mismo un ligero corte en el antebrazo, yendo a parar dos gotas más a su interior. Tomándola entonces con ambas manos, extrajo de su interior una hostia de color oscuro, introduciéndola a continuación en la vagina que la bella joven ofrecía solícita abierta de piernas. Luego la llevó a su boca. Cuando la hubo tragado, tomó el cáliz para beber de él. Se acercó entonces de nuevo hasta ellos para repetir la operación, colocando una hostia en la boca de cada uno tras pasarla previamente por la vulva de la muchacha como hizo con la primera. A Adán le gustó el sabor. Parecían hechas con centeno y miel. Bebieron a continuación como lo había hecho el negro y después éste volvió tras el altar, dando comienzo entonces una procesión de los asistentes para comulgar, una vez concluida la cual se hizo el silencio de nuevo.

    -Pasamos ahora a la lectura de la decimoctava clave enochiana, con la cual pedimos la apertura de las puertas del Infierno para que permitan la salida de la bendición de Lucifer. 

   Uno de los chicos le tendió entonces un libro encuadernado en negro, que él abrió por una de sus páginas.

  -Repetid conmigo hermanos:

  -Ilasa micalazoda olapireta ialpereji beliore das odo. Busadireoiad ouaresa caosago casare-meji zaiada eranu benirutasa cofafame das ivemeda aqosoadoho Moz, od maof –fasa. Bolape como belioreta pamebeta ¡Zodacare ad zodameranu! ¡Odo cicale qoca, Zadoreje, lope zodiredo  Noco Made, hoathate Saitum!

  Terminada la oración, cerró el libro devolviéndoselo al muchacho, que lo regresó dentro de la ermita, volviendo después con tres pergaminos enrollados que colocó sobre el vientre de la muchacha-altar.

  -Acércate Samael.

  Dio dos pasos para quedar ante el altar.

  -Vamos a proceder ahora al ritual mediante el cual serán seleccionadas las pruebas que deberás superar. Sabes que ya no hay marcha atrás. Elegiste libremente cuando podías hacerlo y escogiste seguir el sendero oscuro. Ahora ya no te es dada la elección. Deberás afrontar y superar las pruebas que se te impondrán. Si fallas te retirarás y olvidarás la existencia de este círculo y la de cualquiera de sus integrantes, incluida la de la mujer que amas. A nadie hablarás de él nunca jamás. Si desobedeces esta premisa, serás maldito por todos nosotros y los días que te queden en la Tierra serán breves. Asimismo tu fracaso será el fracasó de la que te avaló, en quien confiamos para actuar como no es nuestra costumbre. ¿Entiendes esto Samael?

  -Lo entiendo.

  Era cierto. Sabía que aquellas palabras no suponían mero formulismo y que cumplirían su amenaza si llegaba a traicionarles. De una manera u otra, lo harían. Comenzaba a tener consciencia del mundo en que había entrado por propia voluntad. Un mundo oscuro, en el que se pecaba por placer y que no perdonaría la traición. Aquella gente vivía para adorar al Mal, para ser malvada ella misma. La puerta que había traspasado le llevaría, a través de los laberintos del Infierno, hasta un destino incierto. Pero estaba completamente seguro de que recorrerlos de la mano de su bella vampiresa era lo que quería hacer. No había vuelta atrás. Tampoco la deseaba.

  -Serán tres las pruebas que debas superar. Una te será impuesta por el propio Satán. Otra por el círculo en consenso. Y la última por el grupo de los más veteranos. Esta noche te será impuesta la primera de ellas. Ante ti Samael, tienes tres pergaminos. Hay en ellos sendas pruebas escritas y entre ellos habrás de escoger sin tener conocimiento de su contenido. Uno te reserva una trivial. Otro una que exigirá más de ti. Finalmente el último, una tercera que pondrá a prueba de forma total tu fidelidad a Satán y a este círculo. Es nuestra manera de dejar la elección en sus manos. Él será quien, por la tuya, decida la prueba que desee imponerte. Si superas esta primera, y esperamos así sea, todavía te quedarán dos más.

  >>Ahora Samael, elige uno de entre estos tres pergaminos y quémalo sin leerlo.

  Seguro pero sin prisas, alargó el brazo para tomar uno al azar. Lo hizo tranquilo, sin la más mínima ansiedad. Superaría cualquier prueba que le impusieran, fuera cual fuera ésta. Igual le daba un pergamino que otro, no tenía sentido dudar en una elección a ciegas. Acercándolo a la llama del cirio negro, lo quemó.

  El negro se mostró un tanto desconcertado. Por lo general los novicios solían dudar ante aquella prueba.

  -Elige de nuevo.

  Igual que en la primera ocasión, actuó con seguridad, sin vacilar, escogiendo otro de los pergaminos y quemándolo, quedando el último solitario sobre el vientre de la muchacha. Tomó éste el sacerdote en sus manos.

  -Satán ha elegido a través de tu brazo. En este pergamino está escrita la prueba de fe que exige de ti.

  Rompió el sello entonces, desenrollando el pergamino a continuación y extendiéndolo ante él.

  -¡De rodillas Samael!

 Obedeció, presto a escuchar lo que se esperaba que hiciera. El negro comenzó a leer en alta voz.

  -En el próximo sabat en que nos reuniremos, cuando la luna haya completado su ciclo a partir de esta noche, presentarás ante este círculo de maldad y su señor Satán el corazón de tu hijo no nato.

  Las palabras cayeron como una bomba en su ánimo. Ciertamente había supuesto que podría llegar a exigírsele algo cruel y sangriento incluso, pero no hasta ese extremo tan rebuscado. Su propio corazón se aceleró y le invadió una sensación de irrealidad. Sintió el pánico apoderarse de él y el impulso de echar a correr comenzó a tomar cuerpo en su ánimo. Una mano entonces vino a posarse sobre su hombro. Delicada, de nívea blancura y largos dedos delgados. Giró la cabeza para alzar la mirada hasta el rostro de su dueña. Desde arriba, los ojos de Lilith le miraban serenos cual inmutables estrellas. Muchas cosas fueron dichas sin despegar los labios, en un momento. Y para cuando hubo terminado el silencioso diálogo, supo que haría lo que fuera por aquellos ojos. Mataría por ellos y arrancaría el corazón de su hijo del vientre de su madre.




7 comentarios:

  1. saludos.
    yo soy satanista espiritual, teista para ti, y si es cierto todo esto que escribiste, déjame decirte que fue un ritual bastante anómalo para nuestra creencia.
    Si te interesa, date un vuelta por mi blog y veras los que es ser satanista espiritual.
    Buena Luna

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  2. Hola eres tu la de la foto eres muy bella me gusto todo lo que escribiste gracias me gustaria aprender mas.

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  3. Hola eres tu la de la foto eres muy bella me gusto todo lo que escribiste gracias me gustaria aprender mas.

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  7. Ritos auténticos con Lilith.
    Magia blanca y negra,
    Soluciones.
    Información: antoniodebara@hotmail.com

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