No existe nada más sorprendente y misterioso
en el psiquismo humano que la escritura automática. ¿Existen energías
inteligentes, ajenas a nuestra naturaleza, capaces de escribir con la caligrafía
del Diablo? ¿Desde qué abismos insondables -demoníacos o celestes- recibimos
esas cartas maravillosas?
Este artículo no está redactado por los
responsables de esta página, que no necesariamente suscriben las afirmaciones
en él vertidas.
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El inconsciente no basta
La Biblia habla en ocasiones, de los mensajes
inspirados y dictados desde el «más allá». Y escribiéndolos «automáticamente»
el rey de Israel confiere a los mensajes que le son dirigidos, y que la mayoría
no comprende, un carácter de eternidad. Y si pasamos a la religión musulmana, nos
encontramos con que todo el Corán le es dictado en un solo día a Mahoma por el
arcángel San Gabriel.
Hay, por tanto, ilustres precedentes, y otros
más a los que nos referiremos más adelante, de «escritura automática». Pero lo
cierto es que justamente a mediados del siglo XIX este sistema de «comunicación
eclipsa poco a poco a los demás. No hay, evidentemente, otro procedimiento
menos complicado y más rápido para captar los mensajes q re nos son enviados
desde el «otro lado» de la realidad.
Un inglés en el antiguo Egipto
Quien demostró ser excepcional médium fue
David Duiguid, ebanista inglés de sorprendentes dones y exquisitas gracias
«ultramontanas» En trance fue capaz de escribir un libro titulado Hafed, príncipe de
los Persas cuyo título era un homenaje al «espíritu» de un contemporáneo
de Jesús que le inspiraba. El libro describe largamente la vida de Hafed, sus
combates contra los árabes, los fastos de su matrimonio -: la muerte de su
mujer En fin, una novelilla de aventuras más, a no ser por una serie de
desconcertantes «detalles»: primero, en el libro se dan pruebas de un
sorprendente conocimiento de la antigüedad que deja atónitos a los
historiadores. Segundo, no encaja demasiado que semejante obra haya sido
escrita por un simple ebanista.
Después de la vida de Hafed. David Duiguid
cuenta la de Hermes un sacerdote del antiguo Egipto. El libro termina con
«declaraciones de los pintores Ruysdaél y Jan Steen, quienes desde el «más
allá» responden a las cuestiones que se les formulan. Nada prueba, por supuesto
que tales «declaraciones» sean auténticas, pero no acaba aquí la sorpresa. El
libro fue publicado con ilustraciones, es decir, con dibujos que los «espíritus»
habían inspirado a Duiguid y que representan escenas de la vida de Jesús y de
los príncipes persas.. Lo más sorprendente del «caso Duiguid» es el estilo
excelente con que estaban redactadas las obras literarias, lo que parecía
sobrepasar, y de lejos, las posibilidades de un hombre tan simple. Los
espiritistas vieron en estas obras motivos más que suficientes para no
modificar sus convicciones.
Sin embargo el verdadero «boom» del fenómeno
se produjo en los Estados Unidos corriendo el año 1874, cuando un hasta
entonces desconocido dio a la imprenta el final de una obra que la Parca no
permitir acabar a Carlos Dickens, Una hemorragia cerebral acabó súbitamente con
la vida de este gran escritor inglés el 8 de julio de 1870, cuando sus ilusorios
afanes terrenales estaban dirigidos a la redacción de su novela El misterio de Edwin
Drood. Es muy posible que este infatigable creador no lamentara tanto
morirse como hacerlo sin dejar concluida su última obra.
Crear después de morir
Dos años mas tarde, un obrero no demasiado
cualificado, T. P. James empieza a recibir extraños mensajes que hacia la
Navidad de 1872 se hacen insistentemente frecuentes. El buen hombre vive en un lugar
de tan infame fonética como Brattleboro, en el Estado de Vermont, un lugar al que
suponemos provinciano y aburrido a más no poder, lo bastante al menos para que
el señor James ceda a las persistentes indicaciones que recibe no se sabe de
dónde y se ponga a escribir en estado de semitrance, largas y para él
incomprensibles parrafadas. Sin embargo, James es lo bastante inteligente para
comprender que está captando la continuación de una novela,, y a ello se
entrega totalmente hasta que la escritura se concluye en julio de 1873.
Si somos capaces de acercarnos a este hecho
extraordinario sin prejuicios, no nos quedará más remedio que sorprendernos
profundamente. Como se sorprendieron los críticos literarios y los
especialistas en Dickens al leer el manuscrito del honrado y anónimo
trabajador. Estos especialistas constataron que la línea de pensamiento, el
estilo y hasta las faltas de ortografía, que ya es afinar, correspondían perfectamente
a las características dickenianas.
Por supuesto, la escritura automática se
convierte en una moda que hace furor; y algunos escritores de primera fila se
dejan seducir por sus encantos. Citaremos a dos: Oscar Wilde, que recurre con
frecuencia a este método, y William Blake, el gran poeta visionario, quien en
el prefacio de su obra «Jerusalén» confiesa que este trabajo le ha sido «dictado»,
incluso a su pesar y sin que durante la redacción del mismo haya tenido tiempo
de reflexionar Otra curiosidad más: John Newbroug recurre en 1881 a un método
completamente nuevo de escritura automática al utilizar por primera vez la
máquina de escribir, recién inventada. Sale así a la luz pública un título con
resonancias teosóficas muy propias de la época, «Oasspe, una nueva Biblia».
Los oscuros hechos de los apóstoles
Geraldine Cumminns, hija de un profesor
irlandés, de Cork, primer: lentamente y luego a una velocidad desconcertante,
comienza a «de—se» escribir en diciembre de 1923. ¡Y qué cosas escribe! Pierde
casi completamente el sentido cuando lo hace, y, lo más sorprendente del caso,
jamás había sentido el menor interés, hasta esa fecha, por los temas a que su
abandonada mano hace mención. Tampoco había visitado ni tenido intención de
hacerlo los parajes que describe. Jamás había sentido atraída por la
arqueología bíblica, la historia de las religiones o la teología. Aunque había
viajado mucho a lo largo de su vida, nunca estuvo en Palestina ni en Egipto,
países abundante y precisa mente «filmados» en sus prolijas narraciones.
Las Crónicas de Cleofás,
su primer libro, ha sido considerado en cierta forma, como un complemento de Las Epístolas de San
Pablo y Los
hechos de los apóstoles. Según narra San Lucas, Cleofás era uno de los
discípulos que Jesucristo encontró después de su resurrección en el camino de
Emaús. La historia de la señorita Cumminns comienza inmediatamente después de
la muerte de Jesús y termina cuando San Pablo abandona Macedonia para viajar a
Atenas. Hay abundantes descripciones de los comienzos de la Iglesia y de la
obra llevada a cabo por los apóstoles. A continuación publica un segundo libro,
San Pablo en Atenas
y un tercero, Los
grandes días de Efeso, que describe. acontecimientos de los años 52 a 55 de
la Era Cristiana; entre ellos cómo San Pablo funda una importante comunidad en
una ciudad de Asia Menor célebre por su templo de Artemisa.
Una historia alucinante
El doctor Prince, miembro de la Sociedad
Americana de Investigaciones Psíquicas, publicó en 1927 un libro que levantó
ampollas,, sembró vientos y distribuyó tempestades por esta porción del planeta
que se considera a sí misma como «civilizada». El caso de Patience
Wortt, así se llamaba el libro, se refería a las misteriosas facultades de
la señora John H. Curran, autora de bastantes historias escritas o que le
habían sido dictadas en estado de trance, facultades, por otra parte, bastante inverosímiles
en una mujer poco cultivada y de condición bastante modesta. Nacida en 1833,
en Mount City, se había visto obligada a abandonar la escuela a los catorce
años, con conocimientos muy reducidos,. tanto en historia como en cualquier
otra materia.
En el más vulgar de los anonimatos habría de
pasar todo el siglo XIX y los primeros años del XX sin que ningún rasgo de su
personalidad pudiera dejar traslucir la fama que iba a adquirir después. Así
las cosas, cierto día de 1913 un amigo le mostró un tablero de oui-ja sin que la
señora Curran mostrara especial interés por el tema. Jugó con desgana y obtuvo
del vaso algunas palabras inconexas.
Sin embargo, algún tiempo más tarde,
exactamente el 8 de julio , I ese mismo año, la señora Curran volvió a apoyar
su dedo sobre el y entonces apareció por primera vez un «personaje» que no
habría de abandonarla durante mucho tiempo, una extraño «entidad» que manifestó
llamarse Patience Worth y que, a través del vaso primero y después utilizando
las cuerdas vocales y la pluma de la propia señora Curran, dio a conocer al
mundo una historia alucinante.
La señora Curran se muestra en las primera en
las primeras sesiones bastante confundida, cree haberse equivocado y duda de la
verosimilitud del personaje que la visita. No es para menos, puesto que los
mensajes estaban formulados en un «inglés bastante
antiguo y conciso, muy diferente del que se habla en los Estados Unidos...».
«La propia
"Patience" se encargará de explicar la razón de su anticuado
lenguaje, pues aseguró haber nacido en 1649 en una granja de Dorsethire,
Inglaterra, y haber recibido la muerte, tras una serie de azarosas vicisitudes,
a manos de un indio en América…» «Patience» tiene clara memoria de la casa
de su padre y del paisaje que la rodeaba, y da una serie de detalles, algunos de
los cuales se revelaron exactos al ser comprados in situ.
No ha de conocer ya el descanso la señora
Curran tras su «amistad» con «Patience», quien le «dicta» historias y más
historias hasta completar una producción literaria superior a ]os tres millones
de palabras.
Multitudinarias palabras, sí, pero
desarrolladas con una coherencia impecable a lo largo de narraciones tan
hermosas como sorprendentes. La primera de ellas, The sorry Tale,
transcurre en la época de Cristo. Historiadores y literatos dudaban entre la
confusión y el asombro: era increíble que una obra de tal belleza literaria de
tal precisión histórica, en la que el ambiente de la época estaba tan
perfectamente reflejado, fuera el producto de una mujer sencilla y, como hemos
dicho antes, semianalfabeta.
Y se amontonan, claro, las preguntas. ¿De qué
forma la señora Cursan, que no hablaba más que el americano corriente, podía
conocer las particularidades de la lengua inglesa antigua tan a fondo? Y, sobre
todo, ¿quién era esa enigmática «Patience» que hablaba y escribía por
intermedio de la señora Curran? ¿Quién está en condiciones de resolver
satisfactoriamente: hoy por hoy, tales enigmas? ¿A tanto llegan las facultades
y posibilidades del inconsciente humano?
Preguntas sin respuesta posible, que son las
que más espolean la curiosidad humana. Cualquiera de nosotros sin embargo,
podría plantearse preguntas semejantes y tal vez, incluso, obtener una respuesta-
si reuniera los arrestos suficientes para practicar la escritura automática.
Pero cuidado: si no quiere encontrarse con algo que le sobrepase, si no quiere
verse encerrado en un laberinto de difícil salida, habrá de seguir
estrictamente las indicaciones prácticas que le ofreceremos en un próximo
artículo.
Las ciencias prohibidas (enciclopedia del
ocultismo): Iniciación al espiritismo.
Quorum 1987
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