“Hematofagia:
Ingestión
de sangre propia o de extraños, con fines de placer, excitación erótica,
nutrición o por rituales.
Hay un grupo importante de clubes en las grandes ciudades, donde los miembros llamados VIP (Vampire Interested People) intercambian su sangre, produciéndose mutuamente heridas o chupando vendas ensangrentadas, extraídas de quirófanos y salas de urgencias de los hospitales.
Con la propagación del SIDA, se frenó un poco esta actividad, dando lugar al Auto vampirismo, que consiste en provocarse heridas uno mismo, para beber su propia sangre.”
Ésta es la
única y escasa definición que, al buscar información en la Red acerca de este tipo de
vampiros, se obtiene a través de los buscadores, tanto en castellano como en
inglés; pese a tratarse de un tema extraordinariamente sugerente y de cuyo
peligro ha llegado a hacerse eco el mismísimo FBI, que en un dossier titulado Sectas de sangre; una amenaza creciente para
la sociedad, avisa del peligro real de las llamadas sectas VIP –Vampire Interested
People-, asegurando que varios de estos grupos recurren periódicamente a
sacrificios humanos en los cuales la víctima muere desangrada.
Se trata de
gente deslumbrada por el mito del vampiro -de poderosísimas e inherentes
connotaciones sádico-sexuales-, hasta el punto de adoptar su apariencia y modos
de vida. Hábitos nocturnos, vivir en casas del tipo gótico, dormir en ataúdes…
Por supuesto, beber sangre humana también.
Estas reuniones
resultan una suerte de dantesca orgía sexual y de sangre, en la cual se bucea
en los abismos de la perversión humana. En estas reuniones son bienvenidas las
personas de especial atractivo físico y juventud, los personajes notables por
cualquier motivo –escritores, cantantes, personas adineradas, hijos de papá…-,
con lo cual suelen muy estéticas.
Al parecer, la
ingestión de sangre humana en grandes cantidades, puede llegar a producir un
estado alterado de conciencia similar al que se experimenta con el consumo
de drogas, pero sin los efectos
negativos de éstas. El motivo de ello hay que buscarlo en los iones que
contiene en generosas proporciones y están en la base de los impulsos nerviosos,
con lo cual, al aumentar la concentración de éstos en el organismo, se cabalga
hacia ese estado de euforia. En segundo lugar, en el aspecto psicológico del
tema. Al beber la sangre de otras personas, los VIP sienten como si estuvieran
absorbiendo su esencia vital y eso les depara una sensación de poder y dominio indescriptible,
que se traduce en una mayor confianza y seguridad en sí mismos y, con ello, en
un mayor éxito en los demás aspectos de sus vidas.
No hace falta
leer un informe del FBI o Scothland Yard para darse cuenta del peligro
potencial que este fenómeno supone. Tan sugerente me resultó la idea, que he
dedicado a ella mi primera novela: Pasión
sangrienta: una historia de horror, de próxima publicación -aprovecho
para pedir perdón por el retraso en la misma-.
En fin, la
mayor parte de las fuentes que me sirvieron para documentarme, procedían de
revistas, casi todas las cuales ya no conservo. Sí en cambio el libro al que
pertenece el texto que os adjunto a continuación y habla acerca del tema del
vampirismo como perversión sexual. Espero lo encontréis interesante.
Consejo:
Cuidado con la próxima chica o chico atractiv@ que os liguéis e invitéis a
vuestra casa. Los VIP acechan en la noche de la gran ciudad y éstos no son vampiros de ficción. Existen realmente... >:-)
El
vampirismo en la actualidad
Es
inevitable recordar lo que ya hemos dicho no hace mucho, lo que el miedo y
la fantasía han ideado sobre la existencia de vampiros para justificar el
capricho, llamémosle así, de denominar vampirismo a la perversión del
instinto sexual, caracterizada por el anhelo de chupar o beber sangre
(hecha por la propia mano) de la persona que previamente a excitado los
deseos.
Esta
perversión es con frecuencia la causa de asesinatos perpetrados con
cautela y ejecutados con manifiesta saña.
En
ocasiones no pasa de un activo perverso, más no sañudo, ejecutando con
la complacencia y hasta gustosa del cooperador pasivo. Al respecto, pasaremos a lo que nos dice una célebre cantante cuyo nombre silenciaremos,
en sus «Memorias». Se trata de una mujer lasciva, una prostituta de las
altas esferas que ha probado todos los
placeres sin excluir los más anormales; una mujer, en fin, que no ha encontrado «su hombre», a pesar
de todos los pesares.
Su relato dice así:
«… Fabiano que había escuchado atentamente todas mis palabras, sonrió ligeramente y, rechazando mis brazos v mis besos me dijo:
»-Nada. No quiero nada de ti porque nada me ofreces. Sabré ser
mala para complacerte para complacerte, me dices. ¿Y por que
esforzarnos, ser
malos únicamente por «complacer»? Te amaría como
jamás amé a nadie, si fueses como
soy yo, pero sin querer serlo,
«porque sí». ¡Oh, entonces! No
necesitarías enardecerte con mis palabras ni con las tuyas... La maldad, el vicio, la
perversión, la lujuria, el crimen
brotarían en tu alma corro plantas
poderosas e indestructibles, se arrollarían a tu corazón secándolo para toda lo que se considera noble y normal, su savia rezumaría por tus
poros, «olerías» a mala, mancharías cuanto tocas y tus ojos tan bellos y serenos serían abismos de crueldad, donde
andarías resplandores de infierno,
fosforescentes y trágicos. ¡Qué bella serías...! Pero...
»-¡Fabiano!... ¡Mi
Fabiano!... ¡Tómame!...
-supliqué angustiada,
lanzándome a sus pies.
»-¡Oh!,
lindo cuadro: Magdalena, harta de ser pura,
pidiendo tal demonio vesanias y condenaciones.
»-¿Te
burlas?
«-Te
compadezco.
»-Pero, ¿quién eres tú?... ¿Qué deseas?
»-Lo
que no eres capaz de darme, Tu sangre. »-¿Mi
sangre?
»-Te parece
mucho, ¿verdad?
»Y
reía infinitamente cruel, burlándose de mi asombro
manifiesto.
»--¿Ves
como no me ofrecías nada?
»Loca,
frenética ansiosa de embriagarme en el divino
maleficio del «monstruo amado», me levanté
de sus plantas y mirándole a la cara, dije rendida
a su voluntad:
»-¡Toma mi
sangre!
»-¿Accedes?
-exclamó desorbitando los ojos con alegría
salvaje.
»-Sí.
»-Ven
conmigo.
»Juntos cruzamos un basto
pabellón donde veíanse reunidos los cuadros más horripilantes y macabros -violaciones, estupros, ayuntamientos contra natura, coitos con cadáveres,
flagelaciones, uniones sáficas, asesinatos.
»En el fondo
del recinto se abría una puerta, que daba a
la alcoba colgada de negros terciopelos, en
cuyo centro, alta y severa como un túmulo, se veía
la cama revestida toda ella por un ancho brocado,
negro también, con flores de oro. Imitaba exactamente una
cámara mortuoria.
»Instintivamente
tuve un movimiento de repulsión que contuve pensando en la
actitud resuelta que anteriormente había
adoptado. Pero no fue tan leve para
pasar inadvertida a Fabiano.
»-Todavía
estás a tiempo de arrepentirte -me dijo
sonriendo- Después...
»--¡Quiero!
-protesté firmemente.
»-Pues sea.
»Desnuda
me hizo tender en el lecho boca arriba.
Sacó entonces de un estuche de ébano dos gruesas
agujas de oro, que quemó a la llama azulada de una
lamparita; se desnudó él también, y, tendiéndose
sobre mí, hundió de golpe una aguja en cada uno
de mis pechos, e, instantáneamente fluyó la sangre en calientes hilos que él
recogió sediento en la absorbente
bomba de su boca.
»-¡Oh!...
¡Tu sangre!...
-exclamaba enloquecido-. ¡Mía!... ¡Mía!...
»Insaciable
iba de una en otra fruición con ansia
de vampiro, con delirios de demoníaco, bebiendo monstruoso el palpitante
líquido de mi vida, en tanto se procuraba el orgasmo en
una cópula frenética y prolongada.
»¡Oh! ¿Cómo
pintar aquellos momentos tan feroces y
extraviados, tan espantosamente sádicos, tan
llenos, por encima de todo, de ese divino encanto que irradia de la Muerte y que, aún en los
momentos más imprecisos es para el alma como una túnica novicial que la desfila
y llena de gracia? Porque yo, pese a la baja delectación de mi carne, sentí
entonces por vez primera el humano y divino placer del sacrificio. Y cuanto más
me hundía en la advección, más cerca
estaba de la pureza. Porque entonces sólo quise vivir y morir para él –para su
placer, porque muriendo yo él vivía su más exaltado momento. Porque le amaba
tan fuera de mí, tan castamente (si es que yo puedo emplear esta
palabra!) que nada me importaba ni deleite ni mi martirio; sólo anheló su ventura y, por
ella daba mi vida y mil vidas...
»Fabiano vio
claramente en mi silencio y entrega
la clara disposición de mi espíritu, el inmaculado arrobo de mis sentidos, mi «no ser» en provecho absoluto de sus
pasiones. E iracundo, rabioso, como
si hubiera descubierto en mí la más inicua de las traiciones, golpeó salvaje mi rostro, sus ojos se encendieron en satánicos fuegos, y ronco de coraje me escupió el rostro:
»-¡Oh!... ¿Quieres morir?... ¿Te gustaría morir?... Tu eres una bestia sumisa y despreciable... ¿Eres tú la diabólica, la abyecta, la «hembra fuerte» y te dejas matar como una paloma «embriagada de amor»? ¡No morirás porque muriendo triunfarás!... ¡Bestia!... ¡Bestia!...
»Rápido
extrajo de mis senos las dos agujas, lavó
mis heridas con un agua verde, rodeó mi busto
con gasas finísimas, y, después de hacerme beber
un bálsamo fortalecedor, me ayudó a vestir y,
sordo a mis palabras a mis súplicas, dio orden a
uno de sus criados para que me acompañase en su
coche a mi domicilio.
»Días más
tarde, curada completamente, cuando
intenté ver a Fabiano y supe que el mismo día de
mi sacrificio partió de Florencia con rumbo desconocido.»
Este relato, que tiene sabor de cosa divina,
nos ofrece detalles para advertir en esta cúpula las características
esenciales de la perversidad sadista. Más que el hecho material de beber
la sangre de la mujer deseada, quiere Fabiano darse el deleite de
gozar con el terror y las quejas de
la víctima. A falta del miedo excitador, hubiera querido hallar el complemento y la ayuda de su sadismo en la contemplación de una explosión de
voluptuosidad causada por el dolor y
el espanto. Al sadista le hubiera satisfecho plenamente un arrebato francamente
masoquista. La inhibición de su compañera,
el «amor casto», que ella confiesa
defrauda al loco, que encuentra
insoportable y ridícula toda protesta ele amor, todo contacto carnal que no sea como un eco de su cruenta vesania.
La pasividad de su pareja la considera como una
prueba de
indiferencia y se desata su ira, avergonzado e inquieto, al darse cuenta (ya
atenuada la excitación sexual), de que ha
descubierto su perversión vampiresca con
una mujer que a él le parece fría y normal.
Y también es muy posible de que si hubiera sufrido el
desencanto, provocador de su ira, antes de colmar la excitación sexual (en
pleno arrebato sádico), hubiera tenido el brutal ayuntamiento un desenlace
más trágico. El deseo indomable de producir a toda costa el terror, habría
podido llevar al sadista a prolongar la sangría hasta producir la muerte. La
angustiosa agonía de la víctima le hubiese
dado el placer que no encontró en su
pacífica sumisión de mujer gustosamente sacrificada.
En
los tiempos modernos, a estos seres se les califica como
psicópatas, que se imaginan ver vampiros, o serlos, como otros psicópatas creen ser monstruos del folklore y leyenda. Además, se trata de una perversión
sexual llamada vampirismo. El desviado o sedicente vampiro, se ve
obsesionado por la idea de chupar o beber
sangre, tal vez, como ya dije antes, de haber matado o herido a su víctima; y sólo encuentra
satisfacción al trasladar sus fantasías sangrientas a la práctica.
Y ya para terminar el presente libro, citaré
aquí dos casos de vampirismo. Vicente Vernezi
fue acusado de dos crímenes,
cometidos en Italia en los años 1867-71,
contra Johanna Motta, de catorce años, y una mujer casada, de apellido Frigeni, de veintiocho años de edad. Ambas estaban desnudas cuando fueron
halladas, y mutiladas. A la primera
los dientes del atacante le habían
destrozado los muslos, tenía la boca llena de tierra, le habían
arrancado los intestinos y los genitales que fueron
posteriormente encontrados no lejos de allí. La segunda también había mutilada y en su cuello todavía quedaban señales de la correa que había
servido para estrangularla. Los
dientes del asesino le habían arrancado
porciones de carne habiéndole desgarrado el abdomen con el propósito de
poder extirpar los intestinos.
Fue detenido al día
siguiente a causa de una prima suya, María Previtali, que se libró de sus garras por pura casualidad; porque logró convencerle cuando
ya corrió para dar inmediata cuenta a la policía.
Verzeny, de veintidós
años, efectuó una declaración completa. Respecto a este tema, Krafft-Ebing, nos dice:
«Verzeny
confesó finalmente sus hazañas y su motivo.
La comisión de aquellas le producía un placer
indescriptible (lascivia), acompañado de erección
y eyaculación. Tan pronto asía la su víctima por el cuello, experimentaba
sensaciones sexuales. Lo
mismo las sentía si la mujer era vieja, joven, guapa o
fea. Usualmente apretar sólo el cuello ya le
satisfacía, en cuyo caso les perdonaba la vida; en los dos casos de asesinato, la satisfacción sexual se retrasó, y continuó apretando hasta que fallecieron. La complacencia experimentada en estos actos era mayor que en la masturbación. Las magulladuras en la piel de los muslos de Johanna Motta fueron producidas por los dientes, cuando le
succionó la sangre con el más intenso
de los placeres. Desgarró un poca de
carne de la pantorrilla y se la llevó
consigo para asarla en casa; pero por el
camino la escondió en un pajar, por miedo a que su madre sospechase de él. También se llevó restos de ropa e intestinos a cierta distancia, porque
le producía un placer olerlos y
tocarlos. La fuerza que poseía en los
momentos de placer sexual era enorme.
No era tonto, pero cuando cometía semejantes
hazañas jamás observaba nada a su alrededor (probablemente como resultado de su intensa excitación sexual). Después de tales actos se
sentía sumamente dichoso. Nunca tuvo
remordimientos de conciencia. No se le ocurrió tocar los genitales de las mujeres sacrificadas, o violar a sus
víctimas. Se contentaba con
asaltarlas y chuparles la sangre.»
Los
individuos que se imaginan ser muertos en vida, o vampiros, escasean en nuestro tiempo, pero
los hay. En 1960, es decir, hace muy poco,
un hombre que sufría de esta psicosis
estableció un reinado de terror en una
ciudad de la parte norte-central de la Argentina. En su haber cuenta con unas quince mujeres atacadas. Fue arrestado por la policía cuando hasta la calle,
una noche, llegaron los gritos de una mujer. El policía entró allí y pudo sorprenderle. Ninguna de las víctimas,
por supuesto, declaró haber sido
violada. Simplemente que el individuo
en cuestión entraba por la ventana de la casa, aprovechando las noches de calor, que las sujetaba a la cama y que las mordía en la garganta
chupando la sangre a continuación. Su
arresto fue efectuado el 14 de febrero
del mencionado año. Era un joven de 25 años
de edad, llamado Florencio Fernández.
Fuente: El infierno del otro sexo. J.M. West. Ediciones Petronio (1976)
Fuente: El infierno del otro sexo. J.M. West. Ediciones Petronio (1976)
Excelentes notas sobre Vampirismo!! Te recomiendo el libro, si es que no lo tenés, "Vampiros, cuando la realidad supera la ficción" de Laurent Courau, que ademas de entrevistas a los principales líderes de los clanes vampíricos del mundo, tiene fofografías increibles. Es de la editorial Oceano.
ResponderEliminarFelicitaciones una vez más por tus artículos.
Muchas gracias, Pablo. Por las felicitaciones y por la señal. No conocía el libro que me comentas, pero ten por seguro que me voy a hacer con él. ¡El tema del vampirismo es algo que me fascina!
ResponderEliminarPor cierto: no sé si viste el último artículo que subí. Es una secuencia de mi primera novela, en la que se relata una orgía vampírica de las que se realizan en las reuniones de los VIP.
Como consigo una guía, para iniciarme en la práctica de la hematofagia erotica?
ResponderEliminarComo consigo una guía, para iniciarme en la práctica de la hematofagia erotica?
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