De entre todos
los asuntos esotéricos o paranormales -llamémoslos así-, ninguno hay que cause
tanta reacción y levante tantas ampollas como el de los adoradores del Maligno.
Satanismo es la palabra. Basta escucharla para que a cualquier hijo de vecino
se le ponga la piel de gallina. Ni los OVNIs, ni las casas encantadas,
apariciones espectrales, psicofonías,
transmisiones de pensamiento, telequinesis… nada genera tanta
expectación y miedo. Ni siquiera las temibles sectas destructoras de la
personalidad consiguen sobrecoger y asustar tanto.
El satanismo
es una doctrina que, realmente, no necesita presentación. Su fama la precede y
habla por sí sola. Y sin embargo, también ha generado muchos más prejuicios,
malentendidos y confusiones que cualquier otra. El estudioso de estos temas, se
tira de los pelos al ver cómo una y otra vez, los medios y la Iglesia Católica meten
en el mismo saco cultos y religiones que, en realidad, nada tienen que ver con
el Cornudo. Así, es común ver adjetivadas como satánicas paganas y hasta
wiccanas, por ejemplo, siendo en realidad la WICCA una religión que únicamente
practica la magia blanca y profesa el amor a la Naturaleza. Igualmente se
confunde a satanistas con luciferinos, siendo como es que nada tienen que ver
ambas doctrinas, y también a practicantes de religiones como el vudú.
La verdad es
que hay que hilar fino en la materia para llegar a tener las cosas claras.
Incluso dentro de lo que sí es satanismo, hay distinguir entre satanistas
teístas, satanistas laveyanos, adoradores de Iblis –el Satán del Islám-,
devotos de Lilith –el Satán-Mujer-… Para no liar demasiado la madeja, en este
artículo nos ceñiremos al satanismo satanismo –llamémoslo así también-, dentro
del cual podemos distinguir entre satanistas laveyanos y teístas.
En cuanto a
los segundos, acabaremos pronto. Son los satanistas de toda la vida, adoradores
del Señor de las Tinieblas y profesantes de un culto al Mal y la oscuridad. Los laveyanos en cambio, son
otro cantar.
Si hablas con
un satanista laveyano, no será extraño que te salga con frases del tipo “el
satanista no adora a ningún Diablo ni cree en la existencia de Dios o Satán”. Falso.
Ése es el satanista laveyano, no el satanista a secas. En su ingenua
prepotencia, los seguidores de la doctrina de Lavey olvidan que su satanismo no
es “el satanismo”, sino tan sólo una modalidad más de éste. En realidad, el
verdadero satanismo sería el teísta, por cuando fue el primero que existió y
que, con siglos a sus espaldas, es muy anterior al laveyano, que apenas cuenta
cinco décadas. También será normal que desprecien doctrinas y religiones como
la luciferina, la luciferiana (tampoco luciferismo y luciferianismo son
exactamente lo mismo), la wiccana, el paganismo… alegando que los seguidores de
éstas igualmente se inclinan ante un ser que consideran superior, cosa que
ningún laveyano aceptaría. ¡Sic! Como si la existencia o no existencia de
dioses, demonios, etc dependiese de lo que a los mortales nos gusta o deja de
gustar.
En cualquier
caso, no obstante, hay que reconocerles que, a día de hoy, son la modalidad
satánica más en boga. Lavey supo aplicar bien aquello de que “el que a buen
árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Desde el principio, se codeó con
personajes famosos y notorios que favorecieron la promoción mundial de su
iglesia, que cuenta con templos en ciudades como Amsterdam y San Francisco y hasta
está reconocida como religión por marina de los EEUU. Por codearse, hasta se
codeó con Roman Polanski, con el cual colaboró en calidad de asesor sobre la
materia en el rodaje de La semilla del
Diablo, película por cuya grabación el director polaco recibió amenazas de muerte
de satanistas de todo el mundo, irritados por haber visto en ella revelados
algunos de sus secretos. Tanta repercusión tuvo la cinta, que, según afirmó el
propio Charles Manson y sus seguidores, la matanza de Bel Air por el primero
ordenada, en la cual, entre otras personas, perdió la vida la guapísima actriz
Sharon Tate, esposa de Polanskii, a la cual, estando embarazada de ocho meses,
abrieron el vientre para extraerle el feto; tuvo como motivación la venganza contra su marido
Es el laveyano
el satanismo glamouroso, satanismo de salón, practicado por estrellas de cine
como Angelina Jolie –hace años- y del rock, y, dado que es el más extendido
actualmente, es del que vamos a tratar en la serie de artículos que con este
primero empieza.
DOCTRINA
SATÁNICA LAVEYANA
Para empezar,
podéis ir apartando la idea de Satán. Para los satanistas laveyanos no existe
ningún señor del Mal. Ningún Lucifer, Satanás, Pedro Botero… nada. El satanismo
laveyano es esencialmente ateo.
“Pero ¿cómo va a ser eso?”, casi escucho
a varios de vosotros preguntar. “¿Satanismo
sin Satán?”. Precisamente eso. “Pero
eso es un sinsentido desde su misma base. No puede existir algo así”. Pues
existe. Evidentemente, tal idea generó bastante escepticismo entre muchos de
los seguidores del autoproclamado con toda pompa y fanfarria “Papa Negro”, autor
de la Biblia Satánica, produciéndose
a raíz de ello una escisión en las filas laveyanas que dio origen a “El templo
de Set”. Pero bueno, eso ya es otra historia, de la cual hablaremos en otro momento.
Hay que coger
el concepto. Según Lavey –Anton Szandor Lavey-, existe una energía desconocida
susceptible de ser utilizada por los seres humanos para ayudar en la consecución
de sus fines. En el pasado, brujos y nigromantes la invocaron con tales
intenciones, concibiéndola como un ente
autoconsciente –Satán- al que rindieron pleitesía-. Sin embargo, según Lavey,
se trataría de algo totalmente impersonal, como cualquier otra energía.
El Diablo, por
tanto, no es más que un mero arquetipo para los satanistas laveyanos. Una mera
figura que no representa a ningún ser
metafísico, sino únicamente a esa energía desconocida que algún día la Ciencia
descubrirá. Entretanto, los satanistas laveyanos se sirven de ella sin
pretender ahondar en el conocimiento de su naturaleza, por cuanto no derivaría
de éste ninguna utilidad para ellos.
En definitiva,
el satanismo laveyano no vendría a ser más que un remix de las teorías
nietzcherianas, darwinismo social y estética gótica, en el cual el ritual no
significa más que un melodrama orientado a conseguir la necesaria sugestión en
los adeptos.
Algunos
lectores se habrán preguntado: “Si no se trata más que de una energía natural e
impersonal… ¿qué utilidad tiene el ritual? ¿Por qué no utilizar ésta
directamente prescindiendo de él?”. Respuesta: ¿cómo hacerlo?
Según Lavey,
ahí radica precisamente el tic de la cuestión, A día de hoy, sólo sabríamos –siempre
según su teoría- que esa energía existe y funciona, pero no cómo. Nada acerca de
las leyes por las cuales se rige, ni tampoco acerca de su naturaleza. También
sabríamos que, bajo una sugestión suficiente, es susceptible de ser utilizada
para nuestros fines.
Y ahí es donde entra el ritual. No sabemos
cómo ni por qué, pero si te convences de que
va a funcionar y aplicas la suficiente intensidad en tu pensamiento y concentración, funciona.
El ritual pues, no tendría otra finalidad que la de permitir al adepto alcanzar
ese estado de sugestión suficiente. Es decir, ayudarle a convencerse de que lo
que está haciendo va a funcionar y a alcanzar y enfocar en la dirección
adecuada la mayor intensidad posible en su concentración. Si, además, el ritual
se practica integrado en un grupo en ligar de en solitario, la fuerza del resto
de miembros de éste se uniría a la nuestra, multiplicando el poder del hechizo
en nuestro beneficio.
En fin, aquí vamos a dejar el asunto por hoy. Éste ha
sido meramente un artículo de presentación. En próximas entregas, iremos
subiendo extractos de la Biblia Satánica que incluirán información sobre la
doctrina laveyana, su ritualidad, invocaciones etc. Esperamos que sea de vuestro
interés.
Saludos.
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