Una entidad tan extraña que todo se ignora de
ella -salvo que puede llegar a ser extremadamente peligrosa- se apoderará de su
mano, desencadenando un río tumultuoso de palabras que usted escribirá «al dictado»,
sumido en la estupefacción.
………………………….
La escritura automática es un afilado
cuchillo de doble filo y todas las precauciones son pocas. Así como los riesgos
derivados de la oui-ja
o de la práctica de las psicofonías son despreciables, no ocurre lo mismo con
la escritura automática, puesto que nadie se salva de llevar en su mente el
germen de la esquizofrenia; y esta práctica, si se realiza de forma desordenada
o abusiva, entraña algunos riesgos, salvo para unos pocos supermanes. Es de
sentido común. Se requiere un poco de entrenamiento y ser fiel a unas cuantas normas.
Sin embargo, la escritura automática,
practicada con la necesaría moderación, es uno de los más formidables tónicos
para el espíritu que se conocen: desarrolla la fantasía, la imaginación, la
sensibilidad y, sobre todo, la curiosidad por este extraño y fascinante
universo en que vivimos. No afirmaremos -ni negaremos- que por medio de ella se
conecte con los «espíritus»; pero sí que abre puertas inéditas a la mente y
que, en definitiva, puede ser un medio excelente para enriquecer la
personalidad.
Papel y lápiz es todo lo que hace falta en el
plano material. En el plano mental se requiere traspasar ciertos umbrales de
percepción a los que se accede tras aminorar en lo posible la tensión
consciente. Hay que «dejarse llevar» por lo que venga.
Como es bien fácil deducir, se trata de un
sistema de «comunicación» al alcance de cualquiera, lo que no quiere decir que
cualquiera pueda practicar la escritura automática con éxito; pero todo el
mundo puede, al menos, intentarlo.
Si se decide a ello, observará cosas muy
curiosas. Al cabo de unos segundos o, en el peor de los casos, varios minutos,
su mano empezará a moverse de forma inhabitual, como empujada por una fuerza
que no fuera la suya. Sobre el papel primero dibujará algunos rasgos inconexos
y luego palabras con mayor o menor ilación entre sí. En la mayoría de los
casos, ni los caracteres gráficos ni el estilo corresponden a que normalmente
escribe el sujeto. La escritura se produce de forma espontánea, o bien
respondiendo a las preguntas de algún testigo, quehan de formularse,
preferentemente, en voz baja. A veces el sujeto escribe de forma invertida (se
puede leer colocando el escrito delante de un espejo), otras veces es el orden
de las letras el que se invierte, apareciendo -por ejemplo- la palabra «Súsej»
por «Jesús». No tardará en aparecer la presencia escrita de un «personaje» que
se atribuirá la paternidad de los párrafos. Si antes de iniciar la sesión se ha
hecho una típica invocación espiritista, el «personaje» aparecerá casi
indefectiblemente. Otra curiosidad más: cada «personaje» tiene su estilo
propio, y en muchos casos, sus propios rasgos caligráficos.
En algunas sesiones mediúmnicas de
«profesionales», el ambiente está tan cargado de energía psíquica que la mesa
-aparentemente- se mueve por sí sola. Se trata de un fenómeno clásico que la
parapsicología etiqueta como «telequinesia». Pues bien, en ciertos casos se ha
sujetado un lápiz a una pata de la mesa y ésta se ha puesto a escribir su
mensaje sobre una superficie adecuada. Tanto en esta modalidad conocida como
psicografía indirecta, como en la anteriormente reseñada, las características
de los escritos son las mismas: a cada personaje corresponde un estilo y una
caligrafía que le son propios.
Al contrario de lo que ocurre con las
«comunicaciones» recibidas a través de la oui-ja o las
psicofonías, con la escritura automática los «espíritus» se explayan a placer,
llegando a veces a rellenar cuartillas y más cuartillas a velocidades
increíbles. Se cuenta de ciertos médium que son capaces de transmitir miles de
palabras en pocos minutos empujados frenéticamente por una extraña actividad...
Le advertimos que a usted podría sucederle lo mismo.
Istrumento de lo desconocido
Si con cuanto venimos diciendo sobre la escritura automática hemos grado
despertarle el interés o la pasión, y se siente en condiciones de intentar la
prueba, entiéndanse bien, antes de dar el primer paso, s siguientes
instrucciones:
•
Olvídese al momento del tema si a menudo sufre depresiones, fobias, está
atravesando por un mal momento o no tiene, por las circunstancias que fueran,
bien asentadas ambas extremidades inferiores en la realidad. Si es asustadizo o
aprensivo, olvídese igualmente.
•
Las personas sensibles suelen ser buenos médiums para la escritura automática.
Pero las hipersensibles son «demasiado» buenos médiums. Practíquese, en este
último caso, junto a alguien que le merezca absoluta confianza y sea
especialista en el tema.
•
Empiece, si no se encuentra en el caso anterior, practicando solo. Este es un
ejercicio para solitarios. Después, si los resultados merecen la pena, podrá
permitirse el lujo -si lo desea- de contar con testigos.
•
La mente es capaz de desarrollar poderes extraordinarios. Quienes hayan
practicado yoga o cualquier otra técnica oriental de autococimiento saben que
no debe hacerse mucho caso de estos poderes «sidhis». Si uno se apasiona por
ellos y centra en ellos su exclusivo interés se encontrará con graves
obstáculos si desea, además, encontrarse en total armonía con el Universo. Es
perfectamente lícito, sin embargo, experimentar estos «sidhis» si a ello le
mueve un interés científico y desapasionado.
•
Usted va a ser un instrumento. No sabemos exactamente de que pero un
instrumento. No realice estas experiencias como si se trate de una cuestión
personal. Olvídese de sí mismo en la medida de –lo posible. Alguien o algo le
moverá. No ofrezca resistencia, pero tampoco trate de «empujar» los acontecimientos.
Si sucede, sucede, y si nno hay nada que hacer.
•
Dispóngase a realizar la primera sesión y el resto de las sesiones con buena
disposición. No olvide nunca que lo semejante atrae a lo semejante.
Puede encontrar grandes motivos de satisfacción o de disgusto con la escritura
automática. Pero eso depende única y exclusivamente de su estado de ánimo.
•
Si lo que va escribiendo no le gusta, déjelo. Y no lo vuelva a intentar.
•
Si lo que va escribiendo le gusta, acéptelo como lo que es: algo cuya
importancia y alcance son exclusivamente subjetivos. No se vanaglorie ni se
enamore de lo que sea capaz de hacer. Si el escrito merece la pena, léaselo a
los demás. Si no, resérvelo para sí o tírelo al cesto de los papeles.
La percepción sutil
• Practique sólo de vez en cuando, sobre todo
las primeras sesiones. Es un ejercicio como cualquier otro, que hay que
practicar de forma moderada y progresiva. En cuanto note los primeros síntomas
de cansancio físico o mental, déjelo para otra vez.
• Hay una forma segura de saber si le
conviene o no practicar la escritura automática. Si le conviene, se sentirá
fortalecido en todos los aspectos, su salud mejorará, su raciocinio se hará más
sólido y encontrará motivos para estar alegre con más frecuencia que antes. Y
empezará a interesarse por cosas de mayor alcance espiritual que la propia escritura
automática. Si no le conviene, mermará su salud en todos los aspectos. Eso se
dice. Obedezca a los dictados de la madre Naturaleza. Ella sabe mucho mejor que
nosotros lo que nos puede favorecer.
• A veces los «espíritus» soplarán muy
fuerte, otras, débilmente. Sea flexible, Adopte la política del bambú: ceda,
pero no se deje arrastrar.
• Olvídese de sus ideas preconcebidas
con respecto a los «espíritus» o no «espíritus». Usted no va a demostrar nada,
ni las sesiones de escritura automática le van a demostrar nada. Pueden, eso
sí, aportar importantes y muy positivas experiencias a su almario, pero nada
más.
• Después de practicar con la escritura
automática, su percepción de la realidad aumentará y se hará más sutil. Esto,
como todo en la vida,, puede ser bueno, pero también malo sobre todo si el
ambiente que le rodea es particularmente agresivo. Cuide su salud física.
Y ahora, pasemos a las recomendaciones
propiamente «técnicas»:
• Silencio, recogimiento, ambiente propicio.
Cuanto hemos dicho al respecto sobre la oui-ja cuadra
aquí perfectamente. El campo, mejor que la ciudad, la montaña, mejor que la
llanura, el mar, mejor que la costa, el desierto, mejor que nada.
• Descubra por sí mismo cuál es su
momento del día de mayor «inspiración». Es muy posible que coincida con la
noche, primeras horas de la mañana o últimas de la tarde. Practique (sobra
decirlo) en esos momentos.
• Utilice un lápiz de punta blanda o, mejor,
un bolígrafo que no tenga la cabeza demasiado fina.
• Si prefiere disponer de un
instrumento que facilite los movimientos automáticos de su mano, le
recomendamos el uso de la planchette. Si
le fuera difícil encontrarla en el comercio -que será lo más probable- podrá
fabricarla usted mismo. Se trata, básicamente, de una pequeña plancha de
madera, del tamaño de la mano que en ella se apoya. En la parte inferior de la
plancha se sitúan dos rodamientos y la punta de un lápiz. La única precaución
que debe adoptarse, caso de utilizar este aparato, es la de fijar previamente
el papel donde vaya a escribirse a una superficie lisa.
Invoque decididamente
• De pie, sentado, echado en la
cama o como guste. Pero busque la postura que le sea más cómoda y relajante.
• Cualquier superficie es buena para
escribir. Sin embargo, para favorecer los movimientos automáticos de la mano es
aconsejable que esa superficie esté firmemente sujeta. Utilice un bloc de anillas
más bien grande y una tablilla de madera o de corcho, a la que irá sujeta con
chinchetas la tapa posterior del bloc. Si escribe con la derecha, que es lo más
normal, pase las hojas con la otra mano. Pero no «distraiga» a la mano que
escribe con otros movimientos accesorios.
• Supongamos que ya se ha sentado junto
a una mesa y que tiene su bolígrafo en la mano. No lo oprima demasiado. Quédese
lo más inmóvil que le sea posible, pero sin tensiones. Desacelere el ritmo de
su respiración a fin de que la mente se vaya poco a poco aquietando, pero sin
forzar en ningún momento. No tenga prejuicios e invoque. Invoque decididamente,
pero sin tratar de atraer a los «espíritus» por el pescuezo. Imagínese que
está navegando por el centro de un río y que-le empuja la corriente.
Déjese llevar.
• Al cabo de algún tiempo de adoptar
esta actitud, es muy posible que alguna «presencia» se haga patente. La
sensación subjetiva es que su mano, relajada, empieza a moverse por sí misma.
No esté tan absolutamente atento al hecho que su propia tensión impida la
aparición del mismo.
• En las primeras sesiones es muy
posible que no le resulte fácil discernir entre movimientos más o menos
conscientes y movimientos automáticos. Con la práctica, llegará a distinguirlos
con toda claridad. Lo s «espíritus» al principio se muestran tímidos, pero
luego van tomando confianza (no les dé demasiadas. Usted es el «jefe», aunque
se muestre pasivo, y si alguna vez siente que no es así, acabe con la sesión).
• Un escritor normal, piensa; un escritor
automático, recibe; la diferencia puede parecer sutil, pero es perceptible. La
mente del escritor normal se ilumina y éste transmite los movimientos a los
dedos de la m ano. Por el contrario, la mente del escritor «automático» está en
blanco pero hay una fuerza que parece iluminar directamente la mano, Generalmente
a mucha mayor velocidad que la del proceso mental del escritor corriente. Le
conviene distinguir con claridad una cosa de la otra y no autoengañarse...
• Quiere decirse: no preste atención
consciente a lo que está escribiendo de forma automática. Tampoco haga
esfuerzo alguno por ignorarlo. Déjelo fluir. Y no le importe, mientras su
mano escribe, la coherencia, vulgaridad, profundidad, el tema, la sintaxis o la
ortografía de lo que su mano haga. Déjela que corra a su antojo y no interfiera
el proceso.
• No aliente esperanzas o desesperanzas
sobre su trabajo «automático». Debe darle igual si se produce una obra de arte
o algo absolutamente común, Si no le interesa el resultado de lo que hace,
déjelo. Usted se presta voluntariamente a la experiencia siempre. No debe
sentirse obligado, ni con usted mismo ni con nadie Se trata de un juego y de
sólo un juego. Cuando un juego deja de divertirnos, ¿para qué sirve?
• De todas formas, si el juego le
gusta, es bueno que no se habitúe. Aun en el mejor de los casos es conveniente
dejar de practicar el automatismo durante largas temporadas. Por supuesto,
depende del temperamento de cada cual, pero si bien se mira, nadie es mejor médico
que uno mismo. Volvemos a lo de antes: que la Naturaleza sea siempre su consejera.
Hasta ahora hemos mantenido un contacto
«telegráfico» con «ellos» a través de la oui-ja. Incluso
les hemos prestado nuestra mano para que nos escribieran, por medio de ella,
increíbles «cartas» de su puño y letra. Sólo nos queda la experiencia más
apasionante o, si se quiere, espeluznante: oírlos con la ayuda de un
magnetofón. De ello nos ocuparemos próximamente.
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