Secuencia de la novela “Pasión sangrienta: una
historia de horror” de JFAR, en la que se relata una orgía vampírica como
las que actualmente tienen lugar en varias de las grandes ciudades de Europa y EEUU.
Las VIP –Vampire Interested Peole- son sectas cuyos
integrantes pueden considerarse “vampiros por afición”, pero letales hasta el
punto de haber llevado al propio FBI a advertir acerca de su creciente peligro
para la sociedad.
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Ascendieron por el último tramo de escaleras
levantando ecos en las antiguas paredes, dejando cada vez más atrás la otra
fiesta y sus sonidos, que parecían desvanecerse como un sueño olvidado. Sabían
los que allá quedaban de la existencia de este reservado, del cual no solían
volver los que a él entraban en toda la noche, cuando menos al cabo de varias
horas, pero pocos resultaban los que tuvieran noción real de lo que allí
acontecía. En realidad, para la mayoría las prácticas que en la parte superior
de la mansión se celebraban resultaban un completo misterio, teniéndola por una
simple zona VIP donde los miembros podían tomar sus copas y charlar
tranquilamente alejados de los curiosos que simplemente acudían a la fiesta
como pudieran hacerlo a cualquier otro pub o discoteca. El mismo Adán así lo
había creído la noche que conociera a Lilith. Había quienes sabían algo más,
pero pocos, muy pocos, que realmente conocieran acerca de la verdadera
naturaleza de aquellas reuniones.
En
aquella ocasión había ido Lilith contra la costumbre, volviendo al pub mucho
antes de lo habitual, apenas una hora después de haberse adentrado en el
reservado. No resultaba algo normal hacerlo así, ni, por supuesto, algo que
ella acostumbrara a hacer. Pero aquella noche había tenido un buen motivo para
ello. Un hombre de magnética mirada, como nunca conocieraotra igual. Alguien
que hizo reaccionar hasta la última de sus hormonas con sus ojos verdes
traspasando la azul esencia de los suyos, impidiéndole pensar en otra cosa que
no fueran ellos y su dueño. Olvidó la reunión, en la que no pudo ya centrarse,
limitándose a una presencia meramente testimonial y abandonándola poco después
para volver donde sabía que él la esperaba, arrastrando tras ella a un Zacarías
intrigado no mucho más tarde. Tenían asuntos que tratar y hubiera preferido el
gigante esperar al final de la velada para hacerlo, tras haber disfrutado de
ésta plenamente, pero no era normal tal
comportamiento en ella. Nunca la había visto tan tensa, su mente claramente en
otro lugar que no era aquél en que encontraban, y decidió que sería conveniente
observarla de cerca.
Un
sirviente salió a recibirle seguido por otros dos. Ataviados al estilo
medieval, resultaba no obstante significativamente diferente del look que presentaban los camareros y
algunos de los asistentes. Mientras aquéllos lucían galas más bien festivas,
dentro de lo que cabe entender por tales en gentes tan oscuras como los góticos, las de éstos podrían describirse como más sobrias y solemnes.
-Buenas noches, caballero –saludó con perfecto acento británico.
–Señora...
-Buenas noches James –contestó ella.
Tendieron entonces sus bolsas y los dos subordinados se adelantaron para
tomarlas. En su interior guardaban éstas la ropa con que abandonarían la
reunión una vez concluida, o antes, si fuera que se diera el caso de que así
decideran hacerlo.
-Por
favor… -les invitó, precediéndoles hasta
la gran puerta de roble, que abrió para ellos. –Espero que se diviertan.
-Gracias.
-Gracias.
La
primera impresión que a Adán embargó al entrar al gran salón, fue como si a
través de una puerta dimensional hubiera accedido a otro mundo, dejando atrás
la realidad conocida para adentrarse en un universo de mortecina y sensual luz
roja. Voluptuosos cuerpos de mujer, musculosos masculinos retozaban por el
suelo sobre mullidos cojines bañados por aquélla, creando dramáticos contrastes
de luces y sombras. Se le ocurrió que resultaba, al margen de su implícita
voluptuosidad, al ambiente e iluminación que se imaginara en el Infierno. Si en
el dantesco lugar cabía esperar escuchar los lamentos de los condenados
levantando ecos en las cavernosas estancias, aquí ocupaban su ligar las
operísticas arias y coros. Unos
pocos sillones, los únicos allí existentes, quedaban reservados a las más
distinguidas presencias, a las cuales se honraba con este privilegio sobre los
demás. Sentado a uno de ellos, presidía Zacarías la reunión semejante a Satán
en su trono. No era el único al que se concedía tal reconocimiento, pero
ninguno de los otros que lo disfrutaban irradiaba tal magnificencia y poder.
El
resto de la concurrencia estaba formada invariablemente por sensuales hembras y
atractivos varones, adecuada la vestimenta de cada uno de ellos a la ocasión.
Hermosas vampiresas, seductores y vampíricos galanes… Era aquél un club
fuertemente clasista, donde la belleza y valía personal resultaban requisito
fundamental para ser admitido como integrante y cuya pérdida suponía la
exclusión inmediata. Sólo unos pocos escapaban a aquella norma, maduros y
ancianos normalmente, algunos de ellos miembros fundadores como Zacarías, que
eran por todos respetados y admitidos como líderes. No obstante, el del gigante
era un caso claramente diferente al del resto de veteranos. A sus más de
sesenta años seguía pareciendo vigoroso y no exento de un poderoso magnetismo
animal, que lo convertía en un hombre atractivo a ojos de muchas jóvenes a
pesar de su edad.
Saludó
desde su trono el coloso con una inclinación de cabeza, al estilo de los
antiguos cortesanos, y ellos devolvieron el saludo de manera similar, añadiendo
una reverencia. Todo allí resultaba teatral y recargado, melodramático.
Debidamente aleccionado por Lilith, dio un paso adelante Adán para colocarse
ante él y el resto de veteranos. Maquillado y vestido para ofrecer la gótica
imagen de un diablo, se despojó de la roja capa para descubrir su torso
desnudo, mostrando una estrella de cinco puntas invertida dentro de un círculo
en el centro del pecho. Un falso tatuaje que, unido a su pelo engominado y
peinado hacia atrás, un maquillaje adecuado y unas mallas del color de la
sangre, le conferían una apariencia realmente satánica, cual auténtico ser
demoníaco surgido del Averno.
Sintió
sobre su piel las lascivas miradas de ellas y aun de algunos hombres, admirando
su musculosa anatomía exenta de un gramo de grasa. También sintió otras más
cínicas. Lilith sonrió complacida por la espectacular presentación de su
compañero. Alguien vestido con el atuendo medieval de los sirvientes, llegó
hasta ellos.
-Buenas noches, señora; caballero…
-Buenas noches Fernando. Será un Cardenal
Mendoza y…
-Vodka
-añadió Adán tomándole la palabra-. Sólo.
-¿Alguna marca en especial?
-Moscovskaia, por favor.
-Muy
bien. Espero disfruten de la reunión.
-Gracias.
-Gracias.
Se
retiró entonces el mozo dejando su lugar a Zacarías, que se acercó hasta ellos con
una copa de cognac la mano.
-Buenas noches -le saludó tendiéndole la otra. -Supongo que tú eres el
famoso Adán...
-Supone bien -contestó aceptándola, apenas abarcando con su mano la
manaza del gigante, que estrujó aquélla con una fracción de lo que debía
resultar una fuerza prodigiosa.
-Lilith es alguien especial. Una persona muy cara para mí. Espero sabrás
merecerla.
-Eso
espero. Y también que sea ella quien decida si es así.
Las
miradas se enfrentaron y Lilith sonrió para sí. Hacía falta mucho valor para
encarar la de Zacarías, manteniéndola sin amedrentarse ante el increíble aura
de poder que irradiaba del titán. Poca gente tenía la fuerza necesaria para
ello.
-Me
gusta -apreció él sonriente. – Parece que tu chico es un lobo, no un conejo.
-Lo sé
-contestó ella exteriorizando su propia sonrisa. -Te dije que podías confiar en
mi intuición.
-Prefiero hacerlo en los hechos. Me gusta, pero todavía no ha demostrado
nada.
-Ni
nada he de demostrar.
-¡Adán…!
-Déjalo Lilith.
Adán
sonreía desafiante, su mirada clavada en la de Zacarías un palmo por encima de
su cabeza.
-No
tengo que demostrar nada a nadie. Soy lo que soy. Un lobo, un león o un
tiburón, da igual. Pero, en cualquier caso, lo seré porque es mi naturaleza la
que me hace serlo, no por agradar a nadie. Puedes mirar todo lo que quieras, tú
y todos los que estáis aquí. Juzgar si os gustado o no lo que veis, pero no
esperéis que me importe lo más mínimo vuestro veredicto.
La
sonrisa había desaparecido de su rostro, como el resto de la capa de hipocresía
con que le habían enseñado a cubrirse cuando deseaba complacer a alguien, para
enseñar ahora los dientes como la fiera que Zacarías había dicho le evocaba.
Brillaba en sus ojos con intensidad el desafío. Uno con el cual gozaba. El
desafío de alguien seguro de su fuerza que no se deja amedrentar.
Zacarías lo observó sin alterar su expresión, con una mirada de hielo.
Era el gigante hombre inconmovible que no dejaba transmitir sus emociones. Al
cabo de unos instantes rompió a reír.
-¡Ja,
ja, ja! Lo dicho, un lobo. O mejor aun: un tiburón, como el mismo ha sugerido.
Rápido y agresivo. Eso es bueno. Pero ten cuidado muchacho. Hay orcas en el mar
para las cuales el hígado de los tiburones blancos es un bocado exquisito.
-Lo
recordaré cuando me encuentre con alguna.
-¡Ja,
ja, ja! -rió de nuevo llevando la copa a sus labios, sin apartar la mirada de
la suya – Divertíos, pronto comenzará.
Dándose la vuelta, se alejó dejándolos solos.
-¡Fiiiiuuu...! ¿Tienes idea de cuánta
gente le ha hablado así?
-Supongo que no demasiada, pero me da igual.
No
entendía muy bien por qué, pero había algo en el hombrón que conseguía le
resultara profundamente antipático. No habría sabido definirlo, pero lo
percibía como un enemigo natural. En realidad, aunque su mente civilizada no
pudiera reconocerlo, se trataba del mismo instinto básico que pone en guardia
al león cuando otro macho invade su territorio. El refranero, que aseguran es
sabio, afirma que resulta difícil evitar la confrontación cuando hay dos gallos
en el mismo corral. Adán sabía del recelo que Zacarías sentía hacia él y no se
encontraba cómodo sabiéndose bajo observación. Por Lilith estaba dispuesto a
someterse a cualquier tipo de prueba que quisiera imponerle, pero le hacía
encogerse como la tiricia aquella mirada altiva escrutándole.
Lilith
rió divertida.
-En
realidad han sido algunas, pero como bien dices, no demasiadas.
-Me
aventuro a suponerte una de ellas.
-¡Ja,
ja, ja! Por algo soy su protegida cariño.
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Durante la hora siguiente fue conociendo a los restantes miembros del
club. Gente guapa en casi todos los casos. Hijos de papá de abultada cartera en
algunos de éstos, profesionales liberales en busca de emociones fuertes en
otros, irreductibles bohemios de inquietudes intelectuales diversas… Incluso la
misma Lucrecia se incorporó durante ésta a la fiesta. Pero, en cualquiera de
ellos, había algo que los diferenciaba básicamente de Zacarías, Lilith e
incluso de él mismo. Tampoco habría sabido definirlo. Se trataba de una especie
de aura como la que distingue a los pura sangre de los equinos normales.
Fueron
varias las féminas que se acercaron a coquetear con él y no exentas de un
poderoso atractivo. A pesar de mantenerse muy superior el de Lilt, no podía
decir Adán que resultara inmune a aquél tampoco y llegaba a turbarse
profundamente ante el descaro y lascivia de las insinuaciones y toqueteos.
Desde un rincón, la vampiresa observaba al parecer divertida y ¿sonreía?
¡Dios!. A veces llegaba a plantearse si aquella mujer no sería realmente el
diablo cuyo nombre portaba, un súcubo de extrema y desorbitada lujuria seducido
por las más abyectas depravaciones. Mujer fatal que, sin ningún tipo de duda,
podría despellejar a otra que sintiera rival por la posesión del corazón de su
hombre, semejaba no pretender reservar para sí sóla igualmente la de su cuerpo,
e incluso con su diabólica mirada parecía incitarle a caer en la tentación.
Por su
parte, ella misma resultaba también asaltada de tanto en tanto por algún
efusivo galán incapaz de sustraerse al hechizo de su belleza, irresistible
canto de sirena ante el cual no se concebía ningún hombre pudiera resultar
inmune. Incluso le pareció entrever cómo alguno le amasaba un pecho o
tomaba por la cintura acariciando sus glúteos, sin que, sorpresivamente, ello
sirviera para ponerle celoso y violento, y sí en cambio para erotizarlo aun más, llegando a un extremo de excitación que nunca
antes conociera.
En un
momento dado, su cabeza obnubilada por ésta, una pareja acomodada sobre unos
cojines captó su atención. La hermosa joven ofrecía un seno desnudo al chico,
el cual aplicaba sobre él ansioso sus labios besándolo, lamiéndolo; el rostro
de ella en éxtasis, desencajado de placer. Sonrió para sí ante lo que le
pareció un simple juego erótico. La misma energía sexual parecía estar en el
ambiente, en el cual se respiraba y percibía perfectamente el deseo irradiado
por todos y cada uno de los asistentes, que sumaban sus torrentes para
conformar un definitivo mar de lujuria que no parecía posible contener por
mucho tiempo más antes de que acabara desbordándose y anegándolo todo.
Pronto
fueron más las parejas en actitud parecida. Pero había algo extraño en ello. El
chico que había visto besando el pecho de su compañera se incorporó entonces,
revelando una grotesca estampa. La zona de alrededor de sus labios aparecía
ominosamente cubierta de sangre, brillando también dentro de su boca
entreabierta el vital elixir.
Poco
después aquello había devenido en una orgía de ésta, en un cuadro dantesco que
no obstante encontraba de un intenso erotismo. Algo de evidentes connotaciones
sadomasoquistas, terriblemente excitante. Por doquier los cuerpos se aplicaban
unos sobre otros, a menudo varios sobre uno solo, con un ansia y sensualidad
totalmente novedosas para Adán. Desde todos lados llegaban a sus oídos
profundos suspiros de placer que le enervaban y enturbiaban su mente aun más.
Lilith
le había informado de lo que allí iba a encontrar, asegurándole que no estaba
obligado a tomar parte en ello si no era su deseo. Aun así, nunca se hubieran
podido describir con justicia las palabras una escena como la que ante él ahora
se desarrollaba, haciendo vibrar su cerebro, en combinación con el alcohol, en
una frecuencia que casi le llevaba hasta la pura paranoia.
Ahora
ella se encontraba ante él, sus pechos desnudos. Se miraron en silencio.
-Vamos.
-¿Estás seguro?
-Lo
estoy. Vamos.
No lo
hacía condicionado por ninguna circunstancia. Realmente deseaba sentir su
sangre fluir libremente de sus venas a los femeninos labios. Sintió una
poderosa erección, inevitable, in-contenible... Lilith se acercó lentamente a
él, mirándole a los ojos. En su mano brillaba siniestro el bisturí. Adán ladeó
la cabeza, ofreciendo su cuello. Sintió el frío metal rasgar la piel, el rojo
fluido brotar a continuación. Lilith aplicó su boca a la herida y fue como si
una poderosa ventosa hiciese el vacío sobre su carne, comenzando a succionar
con avidez.
Adán sentía su sangre salir a presión por la
herida, cual si al ataque de un auténtico vampiro se viera sometido. Era como
si su misma esencia vital estuviera siendo absorbida por aquel súcubo, pasando
a formar parte de él. Encontró la experiencia extremadamente placentera,
abandonándose a la misma sin temor alguno.
Durante largos minutos permanecieron así. Ella abrazada a él, sus labios
sellados al cuello cual lasciva sanguijuela, hasta que al cabo acabó
separándose. Alguien le acercó algodón y gasa y Lilith cauterizó con ellos la
herida. Sus ojos se alzaron entonces para clavarse en los del varón, la boca
entreabierta mostrando la roja sangre mancillar el blanquísimo esmalte dental.
Cubría también ésta sus labios y la zona alrededor de ellos, corriéndole cuello
abajo para buscar los divinos pechos. Una imagen de satánico erotismo que le
enervó hasta casi hacerle temblar de excitación.
-Es tu
turno. ¿Deseas hacerlo?
Lilith
tendía ahora hacia él su mano, ofreciéndole la alternativa en forma de gruesa aguja.
-Por
supuesto –aceptó sin dudar, tomándola sin dudar en la suya. Ella le miró a los
ojos.
-Aquí
–le indicó, colocando la yema de su dedo índice sobre el punto exacto en la
aureola del ofrecido pezón.
Adán
pinchó entonces con decisión, profundamente, arrancándole un gemido fruto de
una indefinible sensación mixta, a caballo entre el dolor y el placer.
Extasiado, la contempló por un momento, observando cómo la sangre
surgía roja y gloriosa sobre la nívea blancura de su piel. Fuera de sí, se
abalanzó para tomarla violentamente entre sus brazos, entregándose a beber
ansioso, ávido de engullir la misma esencia vital de la mujer que amaba como
antes ésta había engullido la suya. Si al principio sintió algo de aprensión,
pronto se olvidó de ella, su cerebro preso de un delirio vampírico que clamaba
ser saciado con el vital elixir. Desde su trono, su torso completamente bañado
en el mismo, Zacarías observaba, sus ojos brillando diabólicos bajo la tenue
luz escarlata.
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Cuando
Adán se incorporó de nuevo, satisfecha su sangrienta ansia, una indefinible,
grandiosa sensación le embargaba. Resultaba algo increíble el sentimiento de
plenitud y poder que emanaba de la absorción de la fuerza vital de otra persona
simbolizada en su sangre, como si aquélla corriese ahora por sus venas unida a
la suya propia. Se sentía capaz de desafiar al mundo en esos momentos. ¡Deseaba
hacerlo! Echando su cabeza hacia atrás, gritó su triunfo cual licántropo
aullando a la luna llena.
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Para
más información sobre los VIP Vampiros VIP: http://hembraoskura.blogspot.com.es/2012/11/el-vampirismo-como-perversion-sexual.html
Para más información sobre la novela: http://hembraoskura.blogspot.com.es/2012/07/la-autora-de-pasion-gotica-es-una.html
esta buenisimo te invito a mi blog tambien saludos
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. La novela se ambienta precisamente en ese mundo y en el de las sectas satánicas, vistas desde la perspectiva de su realidad, no como se muestran en las películas y novelas normalmente.
ResponderEliminarPor supuesto, acepto tu invitación. Pero pásame enlace a tu blog para que pueda visitarlo. ;-)
Me gustó mucho el fragmento Ana, muy bien escrito como siempre. Oscuros saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Panlo. Iré subiendo otros de las 4 novelas que tengo escritas. Forma parte de la promoción se la salida a publicación próxima de la primera de ellas.
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