viernes, 30 de noviembre de 2012

JACK EL DESTRIPADOR: HORROR EN LA NOCHE (artículo)






  Es posible la identidad del asesino en serie más famoso de la historia, no fue tan desconocida como nos ha hecho creer su leyenda. ¿Fue Vasily Konovalov, el barbero ruso, el sádico que aterrorizó el East End londinense en las postrimerías del siglo antepasado? ¿Quizá Scotland Yard guarda en sus informes secretos más de lo que ha dado a conocer?

      Adéntrate en la figura y leyenda del homicida más enigmático de la historia.


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Quizá, individualmente, unos de los más afamados sadistas de todos los tiempos, a pesar de que el sadismo se le atribuye, o por lo menos, se dice que la palabra desciende del marqués de Sade, fue, indudablemente, Jack el Destripador.

El más listo también, a pesar de su criminalidad. Todo en él está envuelto en el misterio, aun de mu­cho antes de que su nombre se fuera perdiendo entre las nieblas de pasado. Incluso su historia o su biografía está envuelta en brumas. Varios autores y obras han escrito todo lo que han podido sobre él. Unos, como en la Enciclopedia de Crimen y Misterio, di­cen que sus asesinatos fueron cinco, y que otros varios le fueron «colgados», mientras que otros biógrafos cuentan siete o más, debidamente probados, y según lo escrito por el diario londinense de aquella época, The Times, en el año 1888.

El primero un tres de abril, contra Emma Elizabeth Smith, que por razones que no se han expuesto no fue publicado por el mencionado diario. El segundo ocu­rrió el 7 de agosto, en los edificios de la Grove-Yard, y la víctima fue Martha Tabram.

 El tercer asesinato ocurrió el 31 del mes última­mente mencionado. Mary Ann Nichols fue la víctima. Su cadáver, casi descuartizado, con la indudable marca de Jack el Destripador, según la opinión de la policía que advirtió idénticas semejanzas con los anteriores, fue encontrado en Bucks Row.

El cuarto crimen ocurrió el 8 de septiembre en Han­bury Street. La víctima se llamaba Annie Shapman. Idéntica edad así como la profesión, pues desde el pri­mero hasta el último asesinato de Jack el Destripador, sus víctimas, de un modo u otro, ejercían la prostitu­ción.

El quinto asesinato, el primero de octubre, contra Elizabeth Stride, y el lugar donde fue encontrada la víctima, Barner Street. El The Times, dice así en su nota periodística:

«... a última hora de la pasada noche la mu­jer fue identificada por una hermana, como Eli­zabeth Stride, que parece ser tenía su residen­cia últimamente en Flower y Dean Street. Un co­rresponsal, cuando le enseñaron el cuerpo de la difunta, la reconoció por el nombre de Annie Bitz­fierald, que había sido detenida y condenada gran número de veces por embriaguez. Siempre que era acusada ella negaba estar embriagada y daba como excusa que sufría de convulsiones. Esta de­claración, aunque no correspondía estrictamente a la verdad en relación con sus visitas especiales a la comisaría de policía de Thamas, en parte era correcta pues mientras la estaban acusando cayó al suelo en una convulsión, y tuvo que ser condu­cida a la celda en estado de inconsciencia.»


En Mitre Square ocurrió el sexto asesinato. La víc­tima se llamaba Catherine Eddowes. La difunta fue en­contrada en el suelo con la cabeza inclinada hacia el lado izquierdo, (siempre siguiendo las reseñas del The Times), su pierna izquierda estaba extendida y la de­recha doblada y los dos brazos igualmente extendidos. La garganta, igual que las otras víctimas, estaban terri­blemente cortada; presentaba una enorme cuchillada que le cruzaba la cara desde la nariz a la mejilla dere­cha. Parte de la oreja derecha hacia sido cortada. Pre­sentaba también otras mutilaciones indescriptibles.

El séptimo asesinato ocurrió el 9 de noviembre en Dorset Street (Miller's Court) y el nombre de la vícti­ma era el de Mary Jane Kelly. Mary Jane, según los testigos de la casa que habitaba, vivía con un hombre llamado Joseph Kelly aunque luego su verdadero nom­bre resultó ser el de Joseph Narnett. Siempre siguiendo las indicaciones de los testigos, se supo que ella había intercambiado golpes con el que dijo era su marido, en una formidable pelea, y que él se marchó de la casa y no regresó. A partir de entonces, según el informe de la policía, se supo que la víctima «trabajaba la calle».

El veintidós de noviembre, se pensó que había ocu­rrido el octavo asesinato pero no fue así. La víctima, en este caso, fue una mujer llamada Anne o Annie Farmen de unos cuarenta años de edad. Resumiendo; la susodicha mujer encontró en la calle a un tipo que le salió al paso con proposiciones de toda índole. Aceptó pues no tenía dinero, y luego ambos fueron, después de to­mar unas copas,  al número 19 de George Street, don­de había una pensión. Su acompañante pagó por una canta nueve peniques. Esto ocurrió a las ocho de la noche; nada empero ocurrió hasta las nueve y media. Fue entonces cuando se oyeron gritos procedentes de la habitación que ocupaba el hombre y la llamada Far­men. Algunos hombres que se encontraban en la cocina de la casa, alarmados, subieron las escaleras corriendo cuando ya la mujer descendía por la misma. Estaba ho­rriblemente pálida y llevaba un gran corte en la gar­ganta que sangraba profusamente. Dijo «él lo ha he­cho», señalando la puerta de la calle. Cuando los hom­bres salieron de allí, del asesino no había rastro algu­no. Simplemente un hombre que cuidaba su carro y su caballo.

Refiriéndose a Annie Farmen, el The Times del 20 de noviembre, muestra una reseña en la que se indica la impotencia de la policía por encontrar al asal­tante de la mujer... y termina diciendo que la policía, al parecer, estaba convencida de que aquel hombre no estaba relacionado con los anteriores asesinatos.

La Enciclopedia del Crimen y los Criminales, nos dice que Jack el Destripador jamás fue atrapado, y que por este motivo es completamente imposible determi­nar el número de asesinatos cometidos por este sádico. Sir Merville Macnangoten, antiguo jefe de Investiga­ción Criminal de Scotland Yard, declaró al respecto: «A Jack el Destripador se le han llegado a atribuir ca­torce asesinatos, unos anteriores y otros posteriores a 1888. Es suficiente para el asesino de Whitechapel la cifra de cinco».

Pero no toda la policía está de acuerdo con esta ci­fra, pues hay quien afirma que fueron de cinco a seis. Y que de estos seis existe una fuerte duda acerca del pri­mero, el asesinato de Marcha Turnen, una prostituta de treinta y cinco años de edad, en una escalera del edifi­cio de George Yard, el 5 de agosto de 1888. Al igual que el resto de víctimas del destripador tenía la garganta cortada por un cuchillo de hoja larga; como todas las demás, era una prostituta y una borracha. Pero aun­que fue ferozmente atacada, no mostraba los signos de la mutilación sistemática y diestra que era uno de los rasgos principales en los crímenes.

El East End de Londres, desde finales de agosto has­ta finales del mismo año, se vio aterrorizada por el asesi­no desconocido. Se sabe que todos los asesinatos fueron cometidos dentro de un área muy reducida, poco más de una milla cuadrada, de la ciudad de Londres, llegando a los barrios de Whitchapel, Spitalfields y Stepney.

Otra constante en estos crímenes es que fueron co­metidos entre las 11 de la noche y las cuatro de la ma­drugada y en todos los casos la garganta de la víctima estaba cortada y su cuerpo horriblemente mutilado en diversos grados de feroz sadismo; a veces la cabeza estaba prácticamente separada del tronco y en ocasio­nes fueron extraídas, tanto interna como externamen­te, diversas partes de los cuerpos, demostrando el ase­sino «cierto elemental conocimiento de la cirugía».

Según laya mencionada obra « (Enciclopedia del Cri­men y de los Criminales»), las cinco víctimas perfectamente clasificadas como pertenecientes al Destripador, fueron:

"Mary Ann Nicholls, de cuarenta y dos años, muerta en Bucks Row (que desde entonces ha cambiado el nombre por el de Durward Street), el 31 de agosto; Anne Chapman, de cuarenta y siete, en un patio trasero de Hanbury Street, el 8 de septiembre; Elisabeth Stride, de cuarenta y cinco, en Bernes Street, y Catherine Eddowers, de cuarenta y tres, en Mitre Square, en la ciudad de Londres, ambas el 30 de septiembre; y final­mente Mary Kelly, de veinticinco, en una habita­ción de Miller's Court, Spitalfields, el 9 de no­viembre."



Al parecer, el más horroroso y terrorífico de todos los asesinatos fue el último, posiblemente porque fue la única ocasión en que el asesino operó en una estancia interior, sin temor a verse interrumpido en su macabra tarea. No sólo mutiló a su víctima, sino que le cortó los senos y le quitó el corazón y los riñones que dejó sobre la mesa.

La impotencia de detener al asesino por parte de la policía provocó casi un escándalo en todo el East End de Londres, donde se formó un Comité de Vigilancia tan a cargo de los ciudadanos como del Parlamento. Des­pués del asesinato de Mary Kelly el comisario de la Policía Metropolitana, Sir Charles Warren, tuvo que presentar su dimisión.

El apodo de “Jack el Destripador” le fue aplicado al asesino como resultado de las actividades del anóni­mo redactor de una carta que usó este nombre. Dicho individuo envió varias a una agencia de noticias y a la policía, asegurando ser el asesino y amenazando... «El próximo trabajo que realizaré será arrancar las orejas de una dama y enviárselas a la policía».

La autopsia de Catherine Eddowers y Elizabeth Stride, dieron corno resultado positivo que se habían hecho intentos para arrancarles las orejas, pero esto, posiblemente, no demuestra que las cartas fuera obra del mismo asesino.



Si el Destripador asesinó a las otras prostitutas en cualquier otro lugar del mundo o después de los crí­menes Withechapel, es sólo motivo de conjeturas. Hay una fuerte sospecha en la fuerza de policía de que el asesino era un extranjero. El inspector jefe Abberli­ne, estaba convencido de que Geroge Chapman, el en­venenador, era Jack el Destripador. Chapman, que fue ejecutado en 1903, era un barbero cirujano polaco, cuyo verdadero nombre era Severin Klosowski. Vivió en Whi­techapel poco antes de que el Destripador cometiera su primer asesinato, mientras que la descripción del hombre que se había visto con Mary Kelly poco antes de su asesinato coincidía con la de Chapman.

El autor de El proceso de George Chapman, H. L. Adam (1930), apoya la teoría declarando que entre 1891 y 1893, no se produjeron asesinatos del estilo de los del Destripa­dor en Inglaterra, pero que «crímenes similares ocu­rrieron en Jersey City. USA». En aquella época, Klo­sowski y su esposa vivían en Jersey City, donde el pri­mero había abierto una barbería.

Sin embargo, y pese a una búsqueda completa en los anales criminales de los Estados Unidos, no pudo obtenerse una base en que apoyar esta declaración. Sólo se produjo un asesinato del tipo de los del Destripador en la época en que Klosowski vivió en Jersey City, el cual fue la muerte y mutilación de una prostituta en un ho­tel del muelle de Nueva York, en 1891.

Sir Merville Macnangoten afirmó que creía que el asesino «se había suicidado sobre el 10 de noviembre de 1889». La identidad del sospechoso había sido estable­cida en Somerset House, Londres, como el de un abo­gado, pero parece altamente improbable que fuera esta persona quien cometiera los crímenes, por cuanto carecía de la experiencia cirujana que fue una de las características de los crímenes de Jack el Destripador.

Lógicamente, se formaron nuevas suposiciones, nue­vas hipótesis sobre la posible identidad del asesino, pero la mayoría, es decir, todas, fracasaron. La más in­geniosa sugería que el Destripador era un comadrón que conocía el distrito y había asistido anteriormente a sus víctimas. Pero no hay una base firme que susten­te esta teoría, como casi tampoco la de que el asesino era un policía.

El rasgo más sorprendente de los crímenes era la manera extraordinaria que tenía el asesino de combi­nar la audacia con la habilidad... Pese al hecho de que las patrullas de la policía de la zona se pusieron en estado de alerta desde el primer asesinato, el Destri­pador continuó operando dentro de la misma reducida área y entre la misma clase de víctimas. Sir Basil Thomson, antiguo comisionado Ayudante de la Policía Metropolitana, afirmó:

 «La creencia de los oficiales del CID, era que los asesinatos eran el producto de un médico ruso demente.»

Cinco de los nueve policías que se ocuparon del caso, convinieron que el asesino era un médico de na­cionalidad rusa o polaca.

Esto parecía ser lo más sensato, lo posible. Hubo un ruso, barbero de profesión, con conocimientos de cirugía, conocido bajo distintos alias: Alexander Pe­daohenko, Vassily Konovalov, Andrey Luiskovo y (en los círculos de la policía londinense) Mikhail Ostrog. Trabajaba como barbero cirujano en Walworth, dentro del Aest End en la época de los crímenes y asistía a una clínica de Camberwell como ayudante, lugar en que se trataron a cuatro de las víctimas del Destripador.

Ese ruso, según sospechas, había asesinado a una «grissette» de París poco antes de su llegada a Londres. Su descripción concordaba con la que se había dado del Destripador por un hombre que proclamaba haberle visto de muy cerca. Más tarde regresó a Rusia, donde murió en un sanatorio mental después de haber sido detenido por la policía como resultado del asesinato de una mujer en San Petersburgo en 1891. La Ochrana Gazett, el boletín oficial de la policía Secreta de Rusia, llamó a Kanovalov el hombre «buscado por el asesina­to de cinco mujeres en el East End londinense en 1888».

Posiblemente, pero sólo posiblemente, esto sea un hecho concreto, aunque existe la posibilidad, no remota ni mucho menos, que nadie, ni Scotlad Yard, ni la poli­cía rusa de aquel entonces, llegaran a saber nunca con certeza quién fue en realidad el hombre que les trajo en jaque durante mucho tiempo.

Tal vez también, si pudiéramos echar un vistazo a los archivos policiales en la Scotland Yard de aquella época, respecto al sádico Jack el Destripador, nos en­contraríamos con cosas insospechadas; con datos, con testimonios, con declaraciones testificales, con «algo» que jamás se dio a la publicidad, ni antes ni ahora. Tal vez allí, secretamente, sí esté registrado el verdadero nombre de Jack el Destripador.

Hasta ahora sólo he hecho una reseña de lo que se sabe, de lo que se supo a su debido tiempo por media­ción de las noticias publicadas en el The Times de Londres, y nada más; pero por desgracia, los periódicos de todos los países no siempre dicen lo que deberían decir.

Unas veces les coarta la censura y otras la propia policía que por un motivo u otro, por  una causa u otra, impide la publicación de tal o cual noticia. Por otra parte, los sumarios son secretos. Sí, posiblemente, en alguno de los sumarios que en su momento se levan­taron a raíz de los crímenes relatados, conste el verda­dero nombre de uno de los criminales más listos y más sádicos de todas las épocas, individualmente, como ya dije al principio de este capítulo.
 
      Fuente: El infierno del otro sexo. J.M. West. Ediciones Petronio (1976)


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