viernes, 18 de enero de 2013

OUI-JA: ¿EL TELÉGRAFO DE LOS MUERTOS?







Subo hoy el primer artículo de dos que dedicaré a la Oui-Ja- Ya sabéis, el popular tablero que, supuestamente, sirve para comunicarse con los muertos. Personalmente, he de decir soy bastante escéptica en torno al tema del espiritismo en general. Las propias y famosas hermanas Fox, acabaron confesando que todo había sido un montaje ideado por ellas, así que se hace difícil creer que si el asunto fue una farsa desde su comienzo, pueda haber algo de verdad en lo que sus continuadores hicieron a partir de sus “enseñanzas”. Aunque también hay que decir en su defensa, que hay varias referencias históricas muy anteriores a trances mediúmnicos en los que se chamanes, profetas, etc, se asegura llegaron a contactar con los espíritus de personas ya fallecidas.

No ayuda mucho tampoco el circo actualmente montado en torno a todos estos temas en televisión, con showmans del tipo Anne Germain y programas encabezados por el ya inefable Cuarto Milenio. Lamentablemente, están convirtiendo el tema del misterio, que a tantos nos apasiona, en algo esperpéntico y carente del más mínimo rigor investigador.

En fin, os dejo con el artículo. Ésta sacado de una obra en papel y en esta primera entrega informa acerca de lo que es la Oui-Ja y se exponen algunas teorías acerca de la naturaleza de los supuestos contactos. La segunda en cambio, se ocupará del aspecto práctico, informando de cómo practicar este juego de espiritismo con las debidas medias de seguridad, seriedad y prudencia. Espero que os guste.

Ana Negra.

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La oui-ja es, sin duda, el método más popular de jugar al espiritis­mo. Puede calcularse que sólo en Europa lo practican, al menos, cinco millones de personas de forma más o menos esporádica, y no menos de un millón en forma sistemática, Su aparente inocuidad, la facilidad con que se realiza y los siempre sorprendentes resultados que se obtienen hacen de la «oui-ja» el sistema más indicado para la iniciación de los principiantes.

Oui-ja significa «Si» en los idiomas francés y alemán. Con ello se alude a la primera palabra que suele aparecer en las sesiones, cuando se pregunta si ¿hay algún espíritu presente? Este juego es casi tan anti­guo como el espiritismo, y alcanzó su momento de mayor esplendor en los salones espiritualistas de finales del XIX y principios del XX. Tiene la ventaja, en relación con otros métodos más sofisticados, de su sencillez, claridad y la rapidez con que se obtienen las respuestas.

Pero en contra de quienes las consideran como simples experien­cias intrascendentes derivadas de un juego, existe un criterio según el cual las sesiones de oui-ja pueden ser consideradas sin demasiada facultad de científicas siquiera sea por haber constatado un hecho real­mente importante y al que con frecuencia no se le presta la atención que merece: el de que los «espíritus» son personales. Es decir, aquello que se manifiesta sigue unas pautas de comportamiento perfectamente homologables a los distintos caracteres humanos. Un «espíritu» nunca es igual a otro, y más curioso aún, un mismo «espíritu» puede aparecer en sesiones diferentes, aunque los participantes en esas sesiones no sean los mismos. De ahí a decir que se trata de inteligencias «desencarnadas» media un paso muy corto. pero nada autoriza, en rigor, a darlo.

Quienes han acumulado experiencias de carácter espiritista coinci­den en señalar que la influencia psicológica de las sesiones suele ser efímera y poco duradera. Aunque se trata de una práctica igualmente refutada de antigua, corriente e inocente, también hay que destacar el hecho de que, en un primer contacto con este tipo de sesiones, perso­nalidades no muy fuertes se sienten influenciadas mientras dura el ex­perimento, y muy rarísima vez después de que éste haya concluido. A no ser que se trate de personas mentalmente enfermas o muy desequi­libradas, la influencia negativa es prácticamente inexistente.





Funciones terapéuticas

No deja de sorprender, a este respecto, un hecho sumamente atrac­tivo: los «espíritus», frente a una persona moralmente herida, suelen a veces mostrarse con una elegancia y una delicadeza extraordinarias, encontrando los términos justos y apropiados para ese momento y esa persona. Lo que apuntamos a continuación no es posible probarlo científicamente: pero a la vista de esa patente y tangible «humanidad» estamos tentados a creer que esos «amigos» invisibles son algo más que una simple treta del inconsciente. Si bebo un vaso de agua y eso me sacia la sed, ¿me empecinaré en afirmar que el agua no es más que la manifestación de un secreto impulso no claramente delimitado en las áreas numinosas de mi mente?... Las zonas afectivas del ser humano tienen razones que la razón desconoce.

Si el parapsicólogo abandonara sus prejuicios, olvidara sus lecturas y tratara de recobrar cierta inocencia perceptiva, las sesiones de oui­ja le proporcionarían, con toda seguridad, motivos más que suficientes para replantearse de arriba abajo sus teorías mecanicistas. Porque en tales sesiones suelen aparecer con bastante frecuencia toda clase de fenómenos de tipo paranormal. Clarividencia, telepatía, telequinesia precognición, xenoglosia... Puede afirmarse sin temor a pillarse los de­dos que prácticamente todos los fenómenos considerados como para­normales se dan o pueden darse en este tipo de sesiones.

Esto es muy digno de tenerse en cuenta ya que, según los conoci­mientos esgrimidos por la parapsicología más o menos «académica», los fenómenos paranormales son raros y poco frecuentes. Pero no ocu­rre así, y esto es lo sorprendente, en sesiones llevadas a cabo por gente ya habituada.

Ser invitado a participar en alguna les aseguro que es una experien­cia inolvidable... La práctica hace que las actitudes de los participantes sean desinhibidas y que no haya, por tanto, condicionamiento de tipo ansioso o de emociones negativas. Nada hay de esas tenebrosidades y ritos más o menos satánicos a que nos tiene acostumbrados cierta clase de mala literatura. Por el contrario, cualquiera que sorprendiera a los reunidos durante la sesión se imaginaría estar entre un grupo de ami­gos que juegan al mus. Sólo que en vez de las cartas hay, sobre la mesa, una copa puesta boca abajo y un círculo de números y letras. Pero mientras los participantes están poniendo los dedos sobre la me­sa, con la otra mano sostienen un cigarrillo o un vaso de whisquy.

Sea lo que fuere, lo que sí parece claro es que no en todas, pero sí, tomando por bajo, en el veinte por ciento de las sesiones, no cabe descartar la hipótesis de que se establece «diálogo» con alguna indivi­dualidad, con «alguien» que tiene su propia personalidad, independien­te de las personalidades de quienes asisten a la reunión. «Alguien» que, en definitiva, tiene sus propios conocimientos, sus propios meca­nismos de pensamiento y, por tanto, su propia manera de pensar.

No vamos a formular juicios categóricos sobre la naturaleza de ese «alguien» por 'las razones sobradamente esgrimidas hasta aquí. Pero parece evidente que esa entidad tiene libre acceso al conocimiento consciente de cuantos se encuentran físicamente presentes en la reu­nión, sin excepción alguna, y de que es capaz de hacer multitud de cosas normalmente consideradas como «paranormales». ¿Quién está detrás de todo este aparato? No se sabe. Pero trate de averiguarlo por sí mismo.

Si hemos de juzgar al «espíritu» por la forma que tiene de manifes­tarse a través de la oui-ja podemos llegar a conclusiones contradicto­rias. Es cierto que algunas manifestaciones son inquietantes, y que el lenguaje empleado en tales comunicaciones raya a veces, por lo poéti­co, esferas casi sublimes. Pero es mucho más frecuente que después de una sesión de oui-ja los participantes acaben con la vaga sensa­ción de no haber sido tomados en serio por los «espíritus». Todos he­mos creído ver el rostro de Isis desvelado, pero ese rostro se ha desva­necido inmediatamente entre interrogaciones de muy difícil contestación. Uno tiene a veces la impresión de que los «espíritus» dudan tanta de nuestra existencia real como nosotros de la suya.

¿Ejemplos? Los hay de todos los colores. Incluso dramáticos, come el que vamos a contar seguidamente. Un muy conocido realizador de televisión participa cierta noche de verano, en compañía de unos ama­gos, en una sesión de oui-ja. Aparece entonces un ente desencarnado que asegura ser su padre. El realizador recibe el consiguiente susto, pues supone que su padre sigue vivo, residiendo en un lejano país, pero vivo. El realizador se sobrepone a la fuerte impresión inicial y le hace al «espíritu» una serie de preguntas muy personales, cuya res­puesta exacta sólo pueden conocer él mismo y su padre. Pues bien, el «espíritu», con enorme desfachatez, contesta sin equivocación alguna a todas las preguntas e inventa además toda una historia relacionada con su reciente «óbito» y las circunstancias que lo han acompañado. La sesión ha comenzado al filo de la media noche y se prolonga durante cuatro tensas horas. Cabe imaginarse la angustia de este excelente profesional cuando, al despuntar el alba, trata de ponerse en contacto telefónico con su padre. Han de transcurrir todavía dos horas más hasta que se inicien los servicios telefónicos internacionales y pueda estable­cerse, a través del hilo del teléfono, un contacto mucho más real y satisfactorio: el padre seguía vivo.

Este tipo de incidentes no es, por fortuna, demasiado frecuente, pe­ro pone de manifiesto las deficiencias de comunicación inherentes a la oui-ja.




Más «vivos» que los vivos

También, en otro terreno igualmente sugestivo, y hoy por hoy no resuelto, como el de los ovni, la oui-ja puede tener, y de hecho tiene, muchas e interesantes implicaciones. Junto al fenómeno material, objeti­vable por las huellas dejadas en sus aterrizajes o sus registros en las pantallas de radar, hoy toda una serie de aspectos psicológicos, socia­les y espirituales que complican la cuestión hasta los límites de lo racio­nal. Cada vez son más numerosas las personas que utilizan el tablero de oui-ja para ponerse en contacto, no con los espíritus, sino con los extraterrestres. Esto que, a primera vista, parece simplemente anecdó­tico, reviste en la práctica una importancia de la que no son aún cons­cientes la mayoría de los ufólogos. Porque esos «contactos» encuentran luego confirmación objetiva al aparecer extrañas luces en el cielo so­bre el lugar de la cita convenida por tan poco ortodoxo sistema. Tratar de explicar este tipo de contacto-avistamiento por vía de la casualidad o por el no menos manido conocimiento inconsciente, es tanto como ponerse una venda en los ojos para no ver la realidad.

Igualmente, algunos practicantes de oui-ja no creen que los «comunicantes» sean seres de­sencarnados, y la utilizan para establecer comunicación con seres vivos que en esos mo­mentos están durmiendo. Y con resultados sumamente in­teresantes que pueden abrir perspectivas inéditas en pa­rapsicología. En Barcelona existen grupos que llevan a ca­bo estas interesantes expe­riencias, en las que se mezclan las técnicas del espiritismo con otras muy clásicas del hipnotis­mo, tales como las órdenes posthipnóticas. Se le sugiere al durmiente que haga determi­nada cosa al despertar. Curio­samente, la sugerencia se cumple.

En otra ocasión nos hemos referido a las características evidente­mente personales de los «espíritus». No abundaremos en ello, pero sí queremos dejar aquí constancia de nuestra sorpresa, nacida de la lec­tura de algunas «comunicaciones» con la oui-ja: los hay lacónicos o verborréicos, pero cada «espíritu» se manifiesta en su propio estilo, de acuerdo con unos ritmos expresivos que le son propios, sin que en ninguna comunicación aparezcan interferencias sintácticas ni expresio­nes mostrencas que puedan hacer pensar en varias «presencias» corre­lativas y contradictorias, Hay una clara coherencia y una no menos cla­ra voluntad de continuidad en las comunicaciones. Sea lo que fuere aquello que flota impalpable por encima de la mesa, está claro que no se trata de algo amorfo o invertebrado. Si todo es un cuento, resulta evidente que los personajes están perfectamente descritos, hasta el punto de dar la abrumadora impresión de seres «vivos».

Todos podemos intentar la práctica de la oui-ja, cuyos riesgos, en general, son despreciables; siempre y cuando se sigan las advertencias y se tomen las mínimas precauciones que seguidamente indicamos.



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