domingo, 19 de agosto de 2012

ISOBEL GOWDIE: BRUJA Y MARTIR LUCIFERINA



   Artículo dedicado a la figura y leyenda de una de las enigmáticas y desconcertantes brujas históricas que han existido. Entregándose voluntariamente, aun a sabiendas de que ello le llevaría a la muerte en la hoguera, Isobel narró a sus juzgadores sin inmutarse y en forma provocativa a lo largo de las seis semanas que duró su juicio, su alianza con los poderes luciferinos.

    La de Isobel es una historia de brujería, señales y pactos que te fascinará.

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    Esta semana dedicaré mi artículo a  Isobel Dodwie, una bella campesina escocesa del siglo XVII, que ha llegado a convertirse en un gran símbolo de la brujería, pues dio a conocer conceptos como los de “Coven”, se han escrito carias n ovelas sobre ella y hasta existe una ópera basada en su historia: The Confession of Isobel Gowdie, de James MacMillan. Su figura y leyenda me fascinó desde  la primera vez que leí sobre ella, habiendo supuesto una gran fuente de inspiración e n mi obra, en la cual aparece como madrina sobrenatural de una de las protagonistas.

    Entre otras muchas fuentes, la información vertida en este artículo ha tenido como fuentes, entre otras, el libro de Jean-Paul Bourre “Hijos de Lucifer” principalmente; y el artículo que Candela Supertramp dedicó a esta enigmática y alucinante mujer en su propio blog en menor medida.

    Isobel, ejecutada como las brujas de su época, se destaca sobre todo por la singularidad de su comportamiento. A diferencia de éstas, a menudo acusadas sin razón y sub idas a la hoguera temblorosas, arrastradas ala fuerza por sus verdugos, su caso, quemada viva tras denunciarse a sí misma, resulta muy diferente. Para ella la muerte voluntaria, escogida y querida, le permitía participar en el último ritual del fuego. Arrestada por bruja, fue interrogada y durante seis semanas, del 13 de abril al 27 de mayo de 1662, contó a sus jueces su  alianza con los poderes luciferinos.

     El luciferismo, siempre confundido con la brujería, no tiene nada que ver con los practicantes del hechizo y el veneno, estos ejecutoras de abyectos afanes diabólicos. La brujería no es más que un fragmento arrancado al saber de la antigua ciencia luciferina y su forma caricaturesca, a pesar de una cierta eficacia, no deja de ser una vulgarización.

     Su historia, como la del reverendo Kirk, que vivió en la misma época, es también la del encuentro con el “portador del fuego”. Este “bautismo rojo” tuvo lugar en Escocia, en Auldearne, pueblo del condado de Morayshire, en las Tierras Altas de Escocia.

   Isobel nació en 1627 y se casó con un colono escocés, por quien no sentía ningún amor. Esta unión, perfectamente premeditada, le permitió huir de su familia e ir a vivir a Auldearne; un sueño le había advertido que, en este lugar, ella encontraría el gran amor de su existencia. El granjero no fue, pues, más que un pretexto. Él le permitió, sin saberlo, reunirse en el lugar designado en su sueño. Isobel Gowdie era una joven de gran belleza y su espesa cabellera roja despertaba el deseo. Nada de todo esto le concernía, sin embargo. Rehusó las proposiciones de los jóvenes de su edad. ¿No se estaba reservando para un hombre que no conocía y que la esperaba en alguna parte de las colinas de Auldearne?

   Cuando el granjero escocés pidió su mano, ella supo que no era más que un enviado, aquél que debía transportarla al verdadero lugar de sus nupcias. El extraño encuentro tuvo lugar una tarde del año 1647. Vagaba, como era costumbre, por las colinas cuando un hombre gris se le apareció y la arrastró consigo, de noche, hasta la vieja iglesia de Auldearne. En su confesión Isobel narra cómo el hombre gris succionó su sangre para bautizarla, la flageló para purificarla y después la poseyó al pie del altar mayor. Así recibió el bautismo de bruja. Desde entonces tenía poderes por los cuales decía poder transformarse en liebre o en gato, según su voluntad. La iniciación de Isobel en la vieja capilla de Auldearne, participaba directamente de las enseñanzas luciferinas. Lo que un buen número de exegetas han tomado como un triste hábito, como una degeneración según el cual, es en realidad una auténtica ceremonia de magia roja, en el cual se encuentra el rito fundamental de las tres S.

     a) En primer lugar la sangre, que es el vehículo mágico por excelencia. El hombre gris, succionando parte de la sangre de Isobel, le retira parte de su vitalidad, que él absorbe. Ella queda irremediablemente ligada a él. El hombre gris conoce el poder de la sangre y obra en consecuencia.

     b) El soplo –hálito. Isobel es fustigada violentamente y el látigo recuerda el carácter reptante del portador del rayo, la serpiente luciferina, “cuyo lenguaje es una especie de silbido”, como afirma el reverendo Kirk. La fusta corresponde a la purificación. Produce dolor y el dolor, amplificándose, vacía poco a poco el cuerpo de todo sufrimiento. ¿Cómo podría temblar todavía al subir a la pira?

    c) Con la acción del tercer principio, el sexo, el hombre gris comunica a Isobel toda la potencia que subyace en la Serpiente, que los antiguos sitúan a lo largo de la columna vertebral, la Kundalani.

     Para el adepto el poder del sexo es ante todo cerebral y en el coito mágico la compañera recibe el deseo del otro, las pulsaciones ocultas, el flujo de las imágenes que él visualiza en su disfrute, como un líquido sutil que cala al mismo tiempo que el esperma, que no es más que un vehículo psíquico.  A través de la explosión del orgasmo Isobel pudo ver el alma de su compañero como un libro abierto. Ella supo, según su declaración, que el rayo la había poseído.

     El hombre gris marcó a Isobel en el hombro, "e hizo salir sangre de la marca chupándola, escupió dicha sangre en su mano y, rociándola sobre mi cabeza, dijo: Yo te bautizo y te pongo Janet, en mi propio nombre". Isobel estaba acompañada, y su compañera también fue marcada por el Diablo y receptora de un nuevo nombre. De este modo se inició en la brujería. Se reunían grupos de trece brujas –Coven- al final de cada trimestre con el hombre gris y celebraban banquetes y bailes.

     A partir de aquí encontró al hombre gris en el curso de numerosas noches, acostada al lado de su marido dormido, en la pequeña granja de Auldearne. El hombre la poseía por amor, afirmó, pero ese amor no tenía nada en común con el conocido por los hombres. Después de esos coitos sobrenaturales, las visiones la perseguían durante varios días. Lucifer descendía a su lado y la azotaba antes de violarla “con su inmenso pene cubierto de escamas”.

    Para convertirse en liebre, la bruja decía:

    I shall go into a hare,
    With sorrow and sighing and mickle care
    And I shall go in the Divel’s name,
    Aye, till I come home again.

    Entraré en una liebre,
    con pena y suspiros y cuidados,
    e iré en nombre del demonio,
    sí, hasta que vuelva a casa.

    Y para volver a su forma humana, decía:
    “Hare, hare, God send thee core.
     I am in a hare’s likeness just now,
     But I shall be in a woman’s likeness even now”.

    “Liebre, liebre, Dios te manda penas.
    Estoy en forma de liebre ahora,
     pero ahora volveré a forma de mujer”.

     En su confesión también consta el modo de volar: "Tomamos un tallo seco y lo colocamos entre nuestros   pies y luego decimos tres veces: '¡Caballo y sombrero, caballo y vámonos! ¡Caballo y vámonos, ho, ho!', e inmediatamente volamos hacia donde queramos."

    Las noches de sus encuentros, las brujas metían una escoba en la cama para que las sustituyera. Decían: "Dejo aquí esta escoba en el nombre del Diablo, que no se mueva hasta que yo regrese."
También fue huésped de la Reina de las Hadas, en su morada bajo las colinas. Describió al Rey y a la Reina como seres muy hermosos, vestidos de lino blanco.

     Cada coito con estos seres la sumían en unos sufrimientos atroces. Toda la experiencia mágica de Isobel tuvo  por base el extremo sufrimiento, que debía traspasar a fin de nacer a lo desconocido, a la imagen de su dios, insensible a las leyes humanas, anticipando con su presencia el retorno del hombre portador del rayo, maestro indiscutible de sí mismo y del mundo. Hay que aclara no obstante, que Isobel usaba los términos placer y dolor casi como sinónimos, confundiendo a sus juzgadores. Describió así el pene del hombre gris como enorme y cubierto de duras escamas que erosionaban y laceraban su vagina al deslizarse hacia atrás. Igualmente que su semen era como un fuego helado que la abrasaba al eyacular.

    No hay techo en la experiencia del dolor. Ni la misma muerte es un obstáculo. Cuando estuvo preparada para el último grado, la entidad luciferina le pidió que entregase su cuerpo a las llamas.

   Quince años después de su primer encuentro con el hombre gris, Isobel se denunció a las autoridades religiosas. Para Colin Wilson “ella alardeó de una gran voluptuosidad… Algo así como la irresistible necesidad que impulsa a ciertos hombres a exhibirse ante los niños…”

    Isobel subió a la pira en estado de exaltación -de éxtasis, dirían los cristianos hablando de sus mártires-., indiferente a los gritos enloquecidos que llenaban la plaza, el espíritu entregado al terrible rito que debía permitir su transformación. Testigos presenciales juraron que su hermosa cabellera roja no llegó a arder jamás.

2 comentarios:

  1. Hola estimada, te felicito por el artículo, me gustó mucho realmente. Yo he escrito dos artículos sobre temas parecidos, están publicados dentro la sección de "notas" de la página de Facebook Magik Ritual Nacht, te invito humildemente a que los leas y comentes, si lo deseas.
    Oscuros saludos

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  2. Hola Pablo. Pasaré por allí a leer ambos artículos, por supuesto, pero tendrá que ser cuando tenga tiempo, porque voy muy justa en estos momentos de ello. A ver si puedo dejarme caer este fin de semana.

    Un saludo.

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