miércoles, 31 de octubre de 2012

VIENTO NEGRO, LUNA BLANCA... (Juan Ramón Jijménez). ESPECIAL HALLOWEEN




 
Viento negro, luna blanca.
Noche de Todos los Santos.
Frío. Las campanas todas
de la tierra están doblando.
   El cielo, duro. Y su fondo
da un azul iluminado
de abajo, al romanticismo
de los secos campanarios.
   Faroles, flores, coronas
– ¡campanas que están doblando! –
...Viento largo, luna grande,
noche de Todos los Santos.
...Yo voy muerto, por la luz
agria de las calles; llamo
con todo el cuerpo a la vida;
quiero que me quieran; hablo
a todos los que me han hecho
mudo, y hablo sollozando,
roja de amor esta sangre
desdeñosa de mis labios.
   ¡Y quiero ser otro, y quiero
tener corazón, y brazos
infinitos, y sonrisas
inmensas, para los llantos
aquellos que dieron lágrimas
por mi culpa!
                    ...Pero, ¿acaso
puede hablar de sus rosales
un corazón sepulcrado?
   – ¡Corazón, estás bien muerto!
¡Mañana es tu aniversario! –
   Sentimentalismo, frío.
La ciudad está doblando.
Luna blanca, viento negro.
Noche de Todos los Santos.

Juan Ramón Jiménez (Jardines místicos)

Pasad una aterradora noche de Halloween. Nos vemos en vuestras pesadillas.

viernes, 26 de octubre de 2012

FANTASMAS: ¿SOMBRAS DE OTRO MUNDO?







Hoy subo un artículo dedicado a un apasionante tema que hace tiempo quería tratar. No obstante lo que vais a leer y ver, no os dejéis impresionar ni confundáis mis palabras. En temas como éste, nada está probado ni refutado. La mayoría de tomas de supuestos espectros, incluso las que han sido analizadas por expertos que no han encontrado señales de manipulación, son en realidad fraudulentas, cuando no meras ilusiones ópticas. Tampoco entendáis mis afirmaciones en el sentido contrario. No estoy afirmando que no existan los fantasmas. Es posible que existan y es posible que no. Las fotografías y testimonios de veracidad comprobada con que contamos, no nos permiten concluir que el fenómeno sea cierto y responda a apariciones de personas difuntas, pero existen algunas, muy pocas, pero algunas, que a día de hoy siguen resistiendo todo intento de explicación racional.

En este tema se dicen y creen muchas tonterías, lo cual deriva en un verdadero circo levantado a su alrededor que le roba prácticamente toda credibilidad. En Youtube por ejemplo, se pueden ver varios vídeos de supuestas apariciones fantasmales en cementerios, alguno de ellos incluso difundido por alguna cadena de televisión de un país latinoamericano. ¡Sic! De todos los lugares del mundo, probablemente los camposantos sean aquél en que menos probabilidades existan de ver un espectro –aceptando que existieran-. Según la teoría paranormal, los fantasmas se aparecen en aquellos sitios con que estuvieron especialmente relacionados en vida –hogar, trabajo…- o en el cual perdieron ésta. También, en ocasiones, para comunicar un mensaje a alguien que sigue en el mundo de los vivos. ¿Cuántas personas conocéis que hayan vivido, trabajado o muerto en un cementerio? –salvo el enterrador, claro está-. ¿Qué mensaje puede llevar un aparecido en el cementerio. ¿A quién se lo iba a transmitir? ¿A otro difunto?

Sería de reclamar un poco de seriedad en el asunto, pues existimos personas serias que nos gustaría indagarlo adecuadamente para dilucidar lo que, efectivamente, pueda haber o dejar de haber tras él. Demasiado pedir.

En fin, os dejo algunas de las imágenes de supuestos fantasmas más famosas de la historia. Sacad vuestras propias conclusiones. Los textos no son míos –salvo estas primeras líneas que ahora leéis, claro-. Los he tomado de otras webs o de revistas, sacando extractos de aquí y allá para elaborar este artículo. Espero que os guste.







LA DAMA DE MARRÓN DE RAYHAN HALL

El 19 de septiembre de 1936, los fotógrafos Indre Shira y Provand, visitan la mansión Raynham Hall, en el condado de Norfolk (Inglaterra), para realizar un reportaje fotográfico de la villa encargado por la revista Country Live. Mientras van realizando tomas de distintos lugares de la mansión bromean sobre las antiguas leyendas que hablan de los fantasmas de ésta casa, sin saber que están a punto de tomar la fotografía paranormal quizás más famosa de la historia.

Poco o ningún interés tenían en cerciorarse si existían o no los fantasmas, como tampoco acudían allí para perseguirlos y dar fe que realmente existían. Como auténticos profesionales, se limitaron a realizar su tarea prioritaria: fotografiar tanto los exteriores como los interiores de Raynham Hall para la revista “Country Life”, centrándose en el interés arquitectónico e interiorista de la mansión del siglo XVII.

Hacia las 16:00, se encontraban ambos terminando la ronda fotográfica de los pisos superiores, fijándose en la emblemática y majestuosa escalera de roble que unía la planta baja a la planta noble. El Capitán Provand se preparaba para hacer la foto con la cámara junto con Indra Shira, sosteniendo éste el flash con el brazo alzado, en el último escalón inferior del tramo. De pronto, Shira se sobresaltó:

“-¡Dios mío! Provand…. ¡allí hay algo!”

Provand no lo entendió y pensó que hablaba de la belleza de aquella escalera y, haciendo caso omiso a la advertencia, colocó el ángulo de tiro listo para el disparo.

Shira afirmaría posteriormente haber visto una forma etérea bajar por aquella suntuosa escalera de roble, dirigiéndose hacia ellos; pensó, de buenas a primeras, que se debía tratar de alguna broma pesada, pero aquello no podía ser, teniendo en cuenta el inmenso respeto que se tenía a la leyenda de los fantasmas de Raynham Hall.

Aseguraría que aquella forma etérea flotaba a escasos centímetros de los escalones y que se dirigió hacia ellos, convenciéndose de que aquello no podía ser otra cosa que un espíritu…

Por reflejo profesional, Shira apretó el obturador del flash cuando aquel espíritu flotante estaba a mitad de camino de ellos, y luego le entró la risa nerviosa. Provand sacó la cabeza de debajo del manto de la cámara para mirar a su alrededor, y se extrañó de que Shira hubiese disparado el flash sin esperar a su señal. Provand no había visto nada de nada en el objetivo de la cámara… nada más que la escalera.

“-¡No lo creerás, Provand, pero en la cámara tienes la fotografía del fantasma de Raynham Hall! espetó Shira, sin dejar de reírse nerviosamente.”

Provand se convenció que su socio había momentáneamente perdido la cabeza por culpa del silencio y del lúgubre ambiente del caserón. Pero una vez en el coche y de vuelta a Londres, Shira le apostó cinco libras de que, cuando se revelase la foto, no solo se vería la escalera.

Para acabar con la tontería de su socio, Provand no esperó al día siguiente para ir al laboratorio. Decidieron ambos abrir las oficinas, aún pasada la hora del cierre, y revelar las placas para así dar por terminada la apuesta y embolsarse las 5 libras de Shira.

Shira buscó a una tercera persona, un testigo presencial para que viera con sus propios ojos la evolución del revelado. Echaron mano de un contable que, en ese momento, iba a marcharse; mediante un par de libras e insistentes ruegos, el contable aceptó el papel de testigo y contempló cómo la placa era colocada en la solución fijadora directamente desde la cámara.

El contable en cuestión aseguraría posteriormente: “Si no hubiese visto toda la operación desde un principio, jamás lo hubiera creído!”

Ante los asombrados ojos de los tres hombres, fue apareciendo lentamente la escalera de Raynham Hall y… en la misma fotografía, una figura alta, etérea de una mujer vestida con ropas blancas y largas, sin facciones discernibles, aunque se podía apreciar que era una fémina de unos treinta años. Sus ropajes parecían ser un manto nupcial y una especie de capucha en la cabeza.

La famosa fotografía, junto con la narración de los hechos protagonizados por Shira y Provand, fue publicada el 6 de diciembre de 1936 en el “Country Life”, y poco después en la revista norteamericana “Reader’s Digest”, no sin antes ser debidamente examinada por expertos, quienes aseguraron que la fotografía no había sido manipulada y que, por tanto, no se trataba de un fraude.

Subsistía, sin embargo, una pregunta inquietante: ¿Quién era el fantasma que bajaba por aquella espléndida escalera de roble?

El espectro que pudieron observar los fotógrafos presuntamente correspondería a lady Dorothy Walpole, hermana de sir Robert Walpole, considerado primer ministro de Inglaterra, que nació en 1686 y falleció en 1726; y esposa de Charles Townshend, segundo Vizconde de Raynham, quienes habitaron Raynham Hall durante 1700s. Se rumoreaba que Dorothy, antes de casarse con Charles, había sido la amante de Lord Wharton. Charles sospechaba de la infidelidad de Dorothy, y es por ello que se sospecha que éste la encerró en una esquina remota de la casa, hasta su muerte, años después.

La de 1936 no fue, en cualquier caso, la primera visita de la misteriosa señora de Raynham Hall. En todos sus paseos anteriores lució un aspecto muy similar al de las damas blancas o grises, frecuentes en las apariciones británicas, como si su imagen se hubiera congelado definitivamente en el lugar. Tras la muerte de Dorothy comenzaron a sucederse incidentes de naturaleza inexplicable en la mansión inglesa. Dueño y empleados de la villa, como el señor Tosland, Loftus o Harway, vivieron aterrados ante las apariciones de una joven. Una situación que llegó a provocar varias investigaciones policiales.

La primera noticia de esta señora data de la Navidad de 1835, fecha en que fue vista en dos ocasiones por el coronel Loftus, quien la describió como de aspecto noble, vestida de color café y con dos hoyos en el lugar donde hubieran debido estar los ojos. Loftus, impresionado, realizó un cuadro con su imagen, que colgó en la habitacion donde se aparecia con mayor frecuencia.

Años despues fue el capitan Marryat quien, alojado en el cuarto "embrujado", pudo presenciar la visión que le sonrió de una manera "díabolica". Marryat, que portaba una pistola, disparó contra la amenazadora figura pero la bala la atravesó limpiamente y ella desapareció sin dejar rastro. En 1926 volverían a verla dos niños.

En los atestados que se realizaron tras las pesquisas, quedaron registrados los testimonios. Descripciones que siempre coincidían en la vestimenta que portaba el espectro: ropas de tonalidades marrones. Y lo que es más sorprendente: todos los testigos afirmaban que se traba de Dorothy Walpole.

Durante el pasado siglo las apariciones de la “dama marrón” de Raynham Hall han disminuido, pero a pesar de ello los fenómenos continúan sucediéndose: extraños acontecimientos que tienen como aval la fotografía fantasmal más popular de la parapsicología y en la que a día de hoy, ningún análisis ha podido detectar fraude alguno, aunque se admite casi unánimemente que éste es posible. No obstante, la toma se considera una de las mejores fotos de fantasmas que existen en la actualidad.







LA ESCALERA DE TULIPÁN



La fotografía de este supuesto espectro que sube agarrado al pasamanos de la escalera, fue obtenida en 1966 por el reverendo Hardy y su esposa mientras se encontraban de visita en el Museo Marítimo National de Greenwich, en Inglaterra, concretamente en uno de sus edificios denominado "La casa de la reina ", construido por Ana de Dinamarea, esposa del rey Jaime I, y en cuyo interior se encuentra la famosa "escalera de Tulipán" Cuando el reverendo Hardy decidió fotografiar la escalera, no había nadie en ella. Su sorpresa resultó mayúscula cuando, a su regreso a Canadá, lugar donde vivía el matrimonio, encontró, tras el revelado, esta figura que parece ir cubierta por un manto. En el original se apreciaba claramente la mano derecha del espectro -en la que portaba un anillo- agarrada al pasamanos. Algunas personas incluso han identificado una segunda e incluso una tercera entidad detrás de este primer fantasma, pero se trata de algo muy difícil de apreciar dada la poca claridad de la instantánea. Por supuesto, también en este caso algunos investigadores de fenómenos psíquicos hicieron estudíar la foto por expertos, quienes no encontraron evidencias de fraude en la misma. Además, ni el reverendo ni su esposa tenían motivo para inventar una historia de tales características. Aunque la escalera de Tulipán no había sido hasta entonces motivo de historias fantasmales, a partir de la publicación de esta toma fueron muchas las personas que declararon haber visto también espectros en ellas, pero tales relatos no han sido tomados demasiado en serio.

Muchas iglesias britanicas tiepen fama de ser escenario de frecuentes apariciones fantasmales.






EL FANTASMA DE NEWDY

Esta fotografía fue obtenida en el interior de la Iglesia de Newby, en Yorkshire, en los primeros años de la década de los sesenta. El espectro, invisible en el momento en que se tomó la instantánea, apareció más tarde cuando el carrete fue revelado. El autor de la toma fue el vicario, reverendo K. F. Lord, quien quedó asombrado al hallar esta forma encapuchada y con hábito en el interior de su iglesia.




EL CLÉRIGO INVISIBLE

Esta curiosa imagen fue tomada en la iglesia de Eastry, cerca del pueblo de Sandwich, en el condado inglés de Kent, el ano 1956. El senor Botman, el fotógrafo en cuestión, afirmó insistentemente que, cuando la obtuvo, en la iglesia solo se encontraban su mujer y la senora de la limpieza. Sin embargo, la instantanea muestra, con asombrosa claridad, la fantasmagórica figura de un clérigo perfectamente visible en la fila de bancos de la izquierda. Cuando unos años más tarde el senor Botman mostró la toma a un grupo de personas relacionadas con la susodicha iglesia, le comentaron que veinte años antes, durante la década de los cuarenta, se había visto a un personaje fantasmal muy similar en el recinto sagrado. Todo indica que nos encontramos ante un típico caso de lo que los expertos llaman "fantasma asociado a un emplazamiento determinado". Los teóricos del esoterismo afirman que cuando una persona se encuentra muy identificada con un lugar, como le ocurría al clérigo con su iglesia, ello puede provocar que la reminiscencia energética de éste ser tras la muerte -su fantasma-, siga vinculada a este espacio concreto.




LA SUEGRA DEL CONDUCTOR


Esa fotografía fue tomada en 1959 por la señora Mabel Chinery, de Ipswich, en el condado inglés de Suffolk. El hombre que aparece conduciendo el vehículo es su marido, Jim, y la mujer anciana que va sentada en el asiento trasero es, según el testimonio del matrimonio, la madre de la señora Chinery, que había fallecido tiempo atrás. La senora Chinery insistió en que, en el momento de la toma, su marido Jim estaba solo en el coche.

Merece la pena resaltar que la foto fue tomada en el mismo carrete que Mabel Chinery había utilizado para fotografiar a su madre poco antes de morir. El impacto que causó la vision de la instantánea en los esposos fue notable, al punto de que Mabel, muy afectada, tuvo que ausentarse de su trabajo una semana. Al parecer, la relación entre Jim y su suegra había sido cordíal y una noche, poco antes de morir, ella le había dicho: "Jim, nunca sufrirás ningún daño. Yo estaré contigo."

La foto fue sometida a un riguroso análisis por ordenador en 1984, realizado por los expertos Steve Gull y Tim Newton. Ambos concluyeron que podían buscarse explicaciones racionales para la misma. Por ejemplo, la cantidad de luz que había en el interior del coche era más que improbable que hubiera podido provocar los extraordinarios reflejos de los cristales de las gafas de la mujer, quien además aparecía iluminada por una fuente que procedía de una dirección diferente a la presente en el resto de la imagen. Por si esto fuera poco, la proporción de la figura de la mujer no está en relación con el resto de los elementos de la instantánea. Según estos expertos, todo ello indica la posibilidad de que se tratara de una doble exposición accidental, sino fuera por el pequeño detalle de que la figura era la de la madre recién fallecida de la senora Chinery... Haciendo bueno el dicho de que para una opinión de un experto siempre habra una opinión contraria de otro experto, tampoco en este caso hubo unanimidad.  Así, un tercer estudioso del material grafico, Bill Turner, tras exanunarlo y visitar incluso el lugar donde la foto fue obtenida, eliminó la teoria de la doble exposición y aseguró que la toma era genuina y que no le importaba jugarse su prestigio en ello.





EL MECANICO MUERTO POSA PARA LA POSTERIDAD


En 1919 se obtuvo esta imagen de la tripulación y el equipo de mantenimiento del buque HMS Daedalus, en Cranwell, en el condado de Lincolnshire (Gran Bretana). En realidad, en la foto debía faltar uno de sus miembros, Freddy Jackson, porque... ¡había fallecido tres días antes de obtenerse esta instantanea! Sin embargo y sorprendentemente, el muerto no faltó a la cita.

 Inscrito en el círculo blanco se puede ver perfectamente el rostro de Jackson, un mecánico naval que falleció mientras reparaba una de las hélices del buque. Algunas de las personas que aparecen en la foto todavia recuerdan el revuelo que se armó cuando aparecio el rostro de Jackson al revelarse el carrete, aunque nunca nadie pudo encontrar otra explicación que la de que este mecánico -o su espíritu- quiso posar con sus companeros de buque.

Pese a su antigüedad, la imagen apareció recientemente publicada en un periódico de difusión interna llamado Navy News -el 1 de Julio de 1996- y mencionada posteriormente por sir Victor Goddard, uno de los fundadores de la Real Fuerza Aérea (RAF)  británica en su libro_ Flight towards reality. "Lo que resulta verdaderamente inusual - escribió Goddard- es que esta fue una fotografía oficial... con la certeza de que no hubo ninguna  clase de manipulación posterior en el laboratorio".



 
LA TRIPULACION FANTASMA DEL WATERTOWN

CINCO años despues de la fotografía de la tripulacion del Daedalus, se obtuvo esta otra imagen misteriosa. Fue tomada en Diciembre de 1944, un día después de que un incendio provocara la muerte por asfixia de dos marineros llamados Courtney y Meehan y  sus cuerpos fueran lanzados al mar frente a las costas de Mexico. Los marineros formaban parte del buque petrolero SS Watertown y su pérdida fue toda una tragedía para el resto de la tripulación. Tanto que, cuando al día siguiente el primer oficial del barco creyó distinguir en el agua las caras de los dos marineros muertos, pensó que se trataba de una alucinacion. Pese a su resistencia a aceptar aquella visión, las caras de los marineros reaparecieron a diario mientras el Watertown se mantuvo en el Pacifico y fueron vistas esta vez por practicamente todos los miembros de la tripulación. Las caras, al parecer, aparecían siempre a unos trece metros del casco de la embarcación, flotando sobre las olas, y permanecían siempre unos diez segundos antes de desaparecer por completo. Como quiera que nadie a bordo Ilevaba consigo una cámara fotográfica, el capitán del Watertown se hizo con una a la llegada del buque a Nueva Orleans. Cuando el buque enfiló de nuevo el oceano Pacífico, el capitán obtuvo la instantánea que adjuntamos a estas lineas. Una vez revelada la película en Nueva York, una de las tomas mostraba claramente las caras de los marineros asfixiados; y aunque en posteriores viajes del Watertown se siguieron viendo, nunca más fueron tan nitidas y tendieron a desaparecer por completo y para siempre. El misterio de esta imagen aun no ha sido resuelto.



LA NIÑA (FRAUDULENTA) DEL INCENDIO




Antes de concluir el artículo, no quería dejarme en el tintero la advertencia de que, incluso en aquellos casos en que, como ocurrió en algunos de los tratados, los expertos aseguraron no encontrar evidencias de manipulación, la cosa no significa que ésta quede excluida, sino tan solo que, hasta el momento, no se encontraron señales de fraude. Eso no quiere decir que en el futuro no puedan encontrarse, como ocurrió en este ultimo que os incluyo. Ni más ni menos que el de la niña del incendio, una de las más famosas imágenes de “fantasmas” que han existido. Vuelvo a lo mismo que comenté al comenzar. Ni afirmo, ni niego que existan los fantasmas. Es posible que existan y es posible que no. Hasta el momento, lo único que se ha probado con total certeza es que existen los farsantes, los ingenuos y los efectos ópticos. Si queréis mi consejo, sed críticos. No analicéis este tipo de imágenes y cosas queriendo ver fantasmas. Hacedlo QUERIENDO NO VERLOS. Buscad todas las interpretaciones racionales posibles y si llegáis a un punto en que encontráis que ninguna de ellas sirve para explicar el caso en cuestión, tampoco entonces concluyáis que la cosa tiene una explicación sobrenatural. Lo único que habréis probado es que no se ha podido explicar científicamente, no QUE NO PUEDA EXPLICARSE. Para concluir que un fenómeno tiene origen paranormal,  no basta con que no pueda explicarse normalmente. ADEMÁS HAY QUE PROBAR LA HIPÓTESIS PARANORMAL. Sólo si lo hacéis así, si algún día llegáis a la conclusión de que un fenómeno tiene naturaleza paranormal, estaréis seguros de que es así en verdad y que no estáis imaginando cosas ni viendo lo que queréis ver. En definitiva, solo así llegaríais a la auténtica convicción de que existe otro mundo. Lo demás son ilusiones y autoengaños. Nada más.

La foto

Según expertos en fotografía esta imágen y su negativo habría pasado todas las pruebas de veracidad y representaba una fiel prueba de la existencia de fenómenos sobrenaturales o casuales. En la imagen se puede ver una niña asomada en la puerta del edificio en llamas. La foto habría sido tomada por Tony O’Rahilly, desde la calle y con una cámara equipada con un teleobjetivo de 200 milímetros. O’Rahilly habría asegurado no ver absolutamente nada en el momento de realizar la toma y llevarse una gran sorpresa al revelar el rollo. La Imágen en cuestión fue entregada a la Asociación para el Estudio de los Fenómenos Extraños (ASSAP), junto con el negativo y Vernon Harrison, quien en ese momento era el presidente de la Real Sociedad Fotográfica, concluyó que el negativo no había sido manipulado.

Los expertos en fenómenos paranormales adjudicaron la aparición a una niña llamada Jane Churm, quien a la edad de 14 años habría sido la autora accidental de otro gran incendio ocurrido en Wem el 3 de marzo de 1677 y que destruyó gran parte de la localidad.

El fraude de Tony O’Rahilly

Algunos años más tarde los expertos del Museo Nacional de Medios descubrieron en la cara de la niña unas líneas horizontales que no existen en el resto de la imagen, lo cual indicaba que la imágen era posiblemente un fraude. Sin embargo no había pruebas contundentes para asegurarlo.

Recientemente, Brian Lear, de Shrewsbury, observó casualmente la imágen de una postal de la calle de Wem del año 1922 y el rostro de la niña que aparece en ella le resultó familiar. Afortunadamente Lear, es muy fisonomísta y despues de mucho pensar recordó que el rostro era el de la niña que se ve en el incendio de 1995. Basta con observar ambas imágenes para comprender que O’Rahilly nos jugó a todos una mala pasada.

Tony O’Rahilly habría realizado un truco muy sencillo consistente en superponer la fotografía real del incendio con el recorte de la postal y realizar posteriormente una nueva toma al conjunto.

 




viernes, 19 de octubre de 2012

AMOR DE ULTRATUMBA. (II de III) Relato de horror.







¿Cómo puede vivirse un amo r, cuando aquél que conquista tu corazón murió setenta años antes de que nacieras? Segunda parte de la historia del romance entre la bella Olivia y su amor fantasma. Relato escrito por Ana Negra y Alma Oscura.                      
"Había alguien más allí, en el viejo y decrépito panteón. Con ella, observándola desde las sombras. Una figura encapuchada, vestida de negro. De rostro sonriente, cadavérico… La Muerte. Avanzó un paso para mejor dejarse ver, semiextendiendo su brazo para mostrar lo que portaba en su mano sin carne. Un reloj de arena. Había mucha de ésta en el bulbo superior. Demasiada. Muy poca todavía en el inferior."

"Ella era Olivia. La gótica. La rara. La loca."


……………………………………………


(Viene de la primera parte)

     “No era necesario, amor mío”.

-Lo era.

La voz en su cabeza sonaba clara. Ya no cabían dudas. Era él quien le hablaba. O eso o definitivamente se había vuelto loca. ¿Importaba la diferencia? Si una cosa es percibida por uno mismo como real, ¿qué relevancia guarda el que para el resto del mundo lo sea o no?

-Nadie va a profanar tu sepultura.

“Es sólo un hueco en la pared, que alberga un montón de huesos. Mi esencia ya no está ahí. Está contigo. Nada cambiará eso.”

-Lo cambiaría, mi amor. Es más que eso.

Tomó asiento sobre la piedra de la tumba central. Satán acercó cariñoso su hocico para consolarla. El aspecto impasible mostrado ante los punkys era sólo una fachada. Los animales perciben más allá de las apariencias. Intuyen los sentimientos. Como toda mujer enamorada, Olivia sufría con el pensamiento de ver alejado a su amado de ella. Acarició la gran cabeza, agradeciendo la preocupación del can con una dulce media sonrisa.

“Lo que ahí quedó de mí es sólo una carcasa.”

-¿Por qué no te encontré antes entonces? Hube de esperar para hacerlo hasta quedar casualmente ante tu tumba. ¿Por qué no viniste a buscarme antes? Tampoco tú supiste hasta ese momento de mi existencia, ¿verdad?

No recibió respuesta a esa pregunta. Minutos de silencio. Satán se echó a sus pies, apoyando la cara en ellos.

-Tu quedas ya más allá de la materia, pero yo sigo aquí, donde ésta tiene su reino. El único vínculo entre nuestros mundos, son esos restos que quedan ahí abajo, dentro del cofre en que te enterraron. El destino de los huesos de las tumbas antiguas cuando las demuelen, es el osario. Los tuyos se perderían entre una montaña formada por otros miles pertenecientes a otros difuntos. No podría identificar tu individualidad para invocarte.

Sintió un acceso que desde el estómago ascendió para agarrar y estrujar su corazón. La idea resultaba aterradora. Para ella, que jamás había conocido el miedo. Lágrimas de cristal resbalaron por sus pálidas mejillas, para desde allí caer hasta el suelo.

-No podría soportarlo. No resistiría perderte.

De alguna manera, merced a algún desconocido sentido, percibió una presencia a su lado. Estaba allí, sentado junto a ella. Casi podía sentir su brazo echado sobre sus hombros para cubrirla.

-Nadie nos separará, amor mío. Nadie.


……………………………………………



Los días comenzaron a transcurrir en imperceptible cadencia. Pasaba las tardes enteras allí, metida en el decrépito mausoleo. Su relación con Carlos se había ido al carajo. Ni siquiera se había molestado en anunciarle que cortaba con él. Simplemente dejó de verlo. No respondía a sus llamadas y cuando fue a buscarla a la universidad para  preguntarle, tan sólo le dijo que no le apetecía seguir. Era un auténtico idiota. Un estúpido pretencioso, machista y rayano en la misoginia. Había salido con ella sólo para  marcarse la vacilada delante de sus amigos y el resto de varones. Olivia era una muchacha muy atractiva, a la que nadie había conseguido desvirgar. Quería ser él el que lo hiciera y apuntar ese glorioso tanto en su currículum. Era lo único que le interesaba de su persona. No le molestaba demasiado todo eso a ella, pues sus intereses y preocupaciones quedaban muy alejadas de las circunstancias de la gente normal, pero le permitía no sentirse obligada a dar más explicaciones de las estrictamente necesarias.

Para Olivia la vida había entrado en una estado de lapsus, en el cual nada más allá de ella, él y su amor importaba. Todo en ella pasó a girar en torno a éste. Nació un helado día de enero. Era una pura Capricornio. Depresiva, antisocial, pesimista… La idea de perder a su amado pasó a convertirse en una verdadera obsesión. No conseguía alejarla de su cabeza.

Buscó a dos muchachos. Del grupo del Bernie y el Lápidas. Necesitaba alguien que colocase el ataúd profanado dentro del nicho de nuevo, y que cerrase éste tras ello. Si lo descubrían destapado, avisarían a Germán, el enterrador. No sabía cómo podía reaccionar éste. No quería gente rondando aquel panteón. Gregorio y ella lo necesitaban para ellos. Era su nido de amor.

Al principio los chicos se mostraron reacios. No eran de los que se habían acercado la noche del encuentro, pero estaban al tanto de éste. Desde entonces, todos los del grupo la habían mirado con resentimiento. Según su entendimiento, era ella una tía que estaba muy buena, pero rara de solemnidad. Estrafalaria donde las hubiera y muy probablemente no del todo bien de la cabeza. ¡Qué narices! ¡De ella irradiaba un aura más negativa que la del propio cementerio y las tumbas que tanto le gustaban! El tipo de chica que, por atractiva que fuera, convenía tener cuanto más lejos mejor.

La cosa cambió cuando exhibió el púrpura de su dinero. 500 euros para cada uno por una sola noche de trabajo. No estaba mal. Además de una tía maciza, era también una verdadera hija de papá. Papi tenía mucha pasta y no quería que a su princesita le faltase nada. ¡Faltaría más!

El cofre pesaba una barbaridad, más aun con los escombros dentro, pero entre los dos consiguieron manejarlo e introducirlo en el hueco. No hubieran podido meter aquéllos después, pues una vez entrado un extremo, ya no hubiese resultado posible volver a levantar la tapa más que unos pocos centímetros. El espacio quedaba demasiado ajustado. Luego tapiaron aquél. No eran ellos albañiles, pero se informaron de cómo se hacía. En una estancia contigua a la garita del sepulturero, guardaba éste los sacos de cemento, ladrillos y demás material y herramientas de su oficio. No lo hicieron demasiado mal para ser la primera vez. A lo que contaba, bastaba. Prácticamente nadie se asomaba a mirar lo que había allí adentro y el que lo hiciera, nada distinguiría. Aun en pleno día, quedaba el interior del panteón en sombras. Resultaría realmente difícil reparar en la falta de lápida en una de las tumbas y aunque alguien lo hiciera, pensaría que simplemente se había cerrado un hueco vacío o algo así. Por el estado en que siempre lo había conocido, probablemente ni siquiera Germán hubiera entrado allí nunca, ni reparado en la disposición y estado de lo que dentro se ubicaba.

Necesitaba algo más de ellos. Realmente quedaron extrañados cuando les pidió que abrieran una de las tumbas de abajo y extrajeran el féretro de su interior. ¡En verdad aquella pava era rara de narices! Les hacía devolver un ataúd a su sitio y sacar otro del suyo. ¡Qué demonios se traía entre manos! Mejor no preguntar. Su dinero era bueno y abundante. ¡Y aun les recompensó con 100 euros más para cada uno cuando hubieron terminado! Parecía haber quedado satisfecha y contenta con su labor.

-Sed buenos chicos y me acordaré de vosotros cuando necesite alguna otra cosa.

“Lo que tú digas, preciosa”, no pudieron dejar de pensar al sentir en sus manos el tacto de los billetes. “Sólo tienes que mandar”.

-No queremos que nadie se entere de esto. Si ocurriera, me enfadaría mucho y también yo podría irme de la lengua. Ya sabéis… meten a la gente en la cárcel por profanar sepulturas.

Por supuesto.

-No te preocupes, Olivia. No diremos nada. Ni siquiera al Bernie y a los demás.

-Eso está bien.

Sonrió.

-Portaos bien conmigo y yo me portaré bien con vosotros. Es posible que necesite ayuda nuevamente.

-Claro. Para lo que quieras.


……………………………………………


Aquello, su relación con el difunto Gregorio, llegó a convertirse en un verdadero romance. Hizo copia de su foto, llevándola permanentemente en el medallón que colgaba de su cuello, sobre su pecho. También la colocó en el portarretratos de la mesita de noche, junto a su cama, y como salvapantallas en su portátil.

Necesitaba ir más allá. Tenerlo cerca, sentir su contacto en la piel… No le costó acostumbrarse a dormir en aquel viejo ataúd, junto a él. Así lo sentía más próximo. Colocada de lado, acariciaba su calavera mirándola a los ojos, besándola. Otras personas sentían repugnancia y aprensión por lo que con los difuntos y sus cadáveres tiene que ver. No ella. Ella no. Era como el monstruo de Frankenstein. Se sentía más a gusto en compañía de los muertos que en la de los vivos.

Pasaba la lengua sobre sus dientes y lo que había sido el techo de su paladar, lamiéndolos con húmedas caricias. Fue en una de ésas, que creyó sentir cómo algo venía a encontrarse con aquélla. Los ojos cerrados, dudó en un primer momento si no se trataría de una mera impresión. Decidió dejarse llevar, no pensar en ello. Simplemente sentir.

No tenía demasiada experiencia sexual, ninguna en lo que al coito puramente se refiere, pero sí había salido con varios chicos. Los suficientes como para saber reconocer un beso sin necesidad de usar la vista para ello. Aquella cosa fue tomando consistencia en su boca. Húmeda y carnal consistencia. Lo que hasta entonces había permanecido seco, pasó a dejarse notar jugoso. Primero fue la lengua, después los labios y toda la cavidad bucal alrededor suya. Tras ello comenzó a sentir el calor de la masculina carne apretándose contra las suyas, las grandes manos apretar sus glúteos y acariciar sus pechos.

Para cuando se decidió a alzar de nuevo la ventana de sus párpados, lo que allí encontró su mirada la llenó de dicha y felicidad. Junto a ella, observándola con sus inmensos ojos verdes, aparecía él ahora en carne y hueso. Gregorio…

-Por fin puedo mirarte –apreció sonriente. También él sonreía, al tiempo que pasaba el dorso  de sus dedos por su mejilla.

-Siempre has podido. Tienes el don de poder mirar y ver más allá de las formas, directamente a la esencia de las cosas. Por eso es que pudiste ver la mía. Por eso ahora puedes verme así. Es tu poder el que me trae de regreso a este mundo esclavo de la materia.

Colocó ella uno de los suyos sobre sus labios.

-No hables. No ahora. Sólo… ámame.

Fue fantástico. Maravilloso. Sus cuerpos se acoplaban a la perfección. El tamaño de su miembro ajustado idealmente a su vagina. Aquello fue un verdadero delirio. Un instante de dolor, ¡bendito dolor!, para abrir la puerta a un universo de placer. Acoplada a su amante fantasma, cabalgó a lomos de la más desenfrenada lujuria hacia el horizonte del placer definitivo, total. Toda su vida había estado esperando ese momento. Lo que nunca antes consiguió ningún varón vivo, lo conseguía ahora uno que murió cuando todavía sus abuelos no habían nacido. Realmente aquello era una locura. ¡Una de la cual no quería sanar jamás!

Aquellas grandes y viriles manos agarraron sus pechos en el momento justo, apretándolos en el preciso momento en que su orgasmo se derramaba arrollador sobre el intruso que, pletórico, había traspasado su más íntima frontera, conquistándola por completo y para siempre. Tensó su hermoso cuerpo con un definitivo suspiro de gozo, para a continuación derrumbarse abatida sobre el torso del adorado invasor.

Quiso permanecer así por unos instantes. Los ojos cerrados, recuperando poco a poco la normalidad en el ritmo de su pulso y su  respiración. Realmente se encontraba en el Paraíso. Hubiese deseado seguir así para siempre. Era tal la sensación de dicha y plenitud… Una dulce modorra vino a embargarla sin apenas darse cuenta, quedando dormida, la cara apoyada en el pecho de su amor.

Para cuando despertó poco después, ya él no estaba allí. Volvía a ser tan sólo un montón de huesos amarillentos dentro de un cofre de madera podrida. No debían haber pasado siquiera treinta minutos desde que lo tuvo dentro de su cuerpo. Una inmensa tristeza vino a adueñarse de su alma.

-Gregorio… por favor… ¡háblame!

Las lágrimas corrían libres y abundantes sobre las juveniles mejillas. No había respuesta. Se había ido. ¿Volvería a sentirlo, a tenerlo como esa noche? Probablemente sí. Quizá no. No podía soportarlo. Necesitaba estar con él. Tenerlo permanentemente junto a ella.

Secándose el llanto con la tela de su vestido, depositado con cuidado junto al ataúd, salió de éste para ponerse en pie a su lado. Echó una mirada a la calavera que seguía allá abajo, encarándola y dirigiendo hacia ella la de sus cuencas vacías y negras.

-Ya voy, amor mío.

Se volvió a continuación resuelta para acercarse a uno de los nichos. Sin más, golpeó con el puño el cristal que cubría la lápida, haciéndolo añicos. Hirió éste su mano, rasgando la delicada piel. No le importó. El dolor, como el resto de las humanas sensaciones, quedaban en ese momento tan lejos de ella quedarían de la más fría estatua.

Tomando en aquélla uno de los trozos de vidrio resultante, apoyó a continuación su aguda punta contra la muñeca de su brazo izquierdo y presionó, perforando la carne y haciendo manar de ella la sangre. Ya tenía experiencia en el asunto. No era la primera vez que lo hacía. Luego tiró hacia un lado para cortar y abrir sus venas, repitiendo tras ello la operación con la del derecho.

Esperó. Era sólo cuestión de tiempo. Buscó asiento en el borde del cofre. Pasaba aquél lentamente. ¿Cuánto tardaría?

Había alguien más allí, en el viejo y decrépito panteón. Con ella, observándola desde las sombras. Una figura encapuchada, vestida de negro. De rostro sonriente, cadavérico… La Muerte. Avanzó un paso para mejor dejarse ver, semiextendiendo su brazo para mostrar lo que portaba en su mano sin carne. Un reloj de arena. Había mucha de ésta en el bulbo superior. Demasiada. Muy poca todavía en el inferior.

Lloró Olivia de nuevo.

-No puedes hacerme esto…

El mensaje estaba claro. Todavía no había llegado su hora. La Muerte la amaba. La consideraba una de sus hijas predilectas. No quería llevársela aún. Aún no. Había venido para hacérselo saber.

Se sintió desesperar. Por eso tampoco lo consiguió en las otras ocasiones.

-Déjame ir, por favor…

Sin respuesta.

-Si me amas, déjame ir.

Realmente resultaba patética. Una muñeca rota a los pies del Destino. Puesta en pie de nuevo, implorante. La sangre cayendo abundante de su muñeca, deslizando por el muslo desnudo para formar un charco en el suelo a sus pies.

“No puede ser, amor mío” –escuchó la voz de él en su cabeza-. “Todavía no.”

-Quiero ir contigo -suplicó llorando como una niña desconsolada-… Seguir separados es algo que no puedo resistir.

“La muerte no es una opción. Sólo quien fallece en su momento y en paz consigo mismo y con su karma, llega con normalidad al mundo más allá de la tumba. Quien lo hace de forma violenta en cambio, está destinado a vagar como alma en pena en busca de su signo. Serías un ánima extraviada en el Mas Allá. Deambularías atrapada entre dos mundos hasta reencontrar el equilibrio perdido y yo no podría llegar hasta ti. Años, decenas… hasta puede que cientos de ellos…”

Buscó apoyo a su espalda en la pared, para a continuación dejarla resbalar por ella hasta quedar sentada en el suelo. Sollozando. En silencio.

“No puedes hacerlo, mi amor. Debes vivir.”

-No quiero hacerlo, Gregorio. No me siento con fuerzas.

“Tu muerte nos separaría.”

Sintió una punzada en el corazón. Como si se lo hubiesen atravesado con un frío estilete.

“Vamos. Debes vivir. Por nosotros. Por nuestro amor.”

Haciendo acopio de toda la fuerza moral que le restaba, luchó por ponerse en pie. Tampoco quedaba mucho de la física. Había sangrado mucho. Lo primero fue practicarse un torniquete utilizando para ello una de sus medias. Luego quiso vestirse, pero se sintió marear.

“Demasiado débil”, pensó. Consideró sus posibilidades. ¿Podría llegar hasta la verja? Su conciencia parecía alejarse y volver a acercarse de nuevo. Realmente había perdido mucha sangre. No le quedaba demasiado tiempo. Si se detenía a ponerse el vestido, no lo conseguiría.

Salió entonces del panteón. Buscando apoyo en las paredes, avanzó penosamente. Debía llegar. Salir del cementerio y acercarse hasta la carretera para buscar la ayuda del conductor de alguno de los coches que por allí pasaran. Una nube de inconsciencia comenzaba a tomar cuerpo ante sus ojos. Esforzarse. Llegar hasta la carretera. Demasiado débil…

Con sus últimas fuerzas, buscó asirse al saliente de un nicho de la pared en un desesperado intento por permanecer en pie. Vano intento. Sin poder hacer más, sintió cómo aquéllas fallaban por fin, viniéndose abajo definitivamente para quedar tendida en el suelo.

-Lo siento, mi amor. Lo intenté…

Aquellas palabras se llevaron sus últimas energías. Después, la oscuridad.

(Continuará…)