lunes, 11 de noviembre de 2013

SATANISMO I: ¿QUÉ ES EL SATANISMO?


De entre todos los asuntos esotéricos o paranormales -llamémoslos así-, ninguno hay que cause tanta reacción y levante tantas ampollas como el de los adoradores del Maligno. Satanismo es la palabra. Basta escucharla para que a cualquier hijo de vecino se le ponga la piel de gallina. Ni los OVNIs, ni las casas encantadas, apariciones espectrales, psicofonías,  transmisiones de pensamiento, telequinesis… nada genera tanta expectación y miedo. Ni siquiera las temibles sectas destructoras de la personalidad consiguen sobrecoger y asustar tanto.

El satanismo es una doctrina que, realmente, no necesita presentación. Su fama la precede y habla por sí sola. Y sin embargo, también ha generado muchos más prejuicios, malentendidos y confusiones que cualquier otra. El estudioso de estos temas, se tira de los pelos al ver cómo una y otra vez, los medios y la Iglesia Católica meten en el mismo saco cultos y religiones que, en realidad, nada tienen que ver con el Cornudo. Así, es común ver adjetivadas como satánicas paganas y hasta wiccanas, por ejemplo, siendo en realidad la WICCA una religión que únicamente practica la magia blanca y profesa el amor a la Naturaleza. Igualmente se confunde a satanistas con luciferinos, siendo como es que nada tienen que ver ambas doctrinas, y también a practicantes de religiones como el vudú.  

La verdad es que hay que hilar fino en la materia para llegar a tener las cosas claras. Incluso dentro de lo que sí es satanismo, hay distinguir entre satanistas teístas, satanistas laveyanos, adoradores de Iblis –el Satán del Islám-, devotos de Lilith –el Satán-Mujer-… Para no liar demasiado la madeja, en este artículo nos ceñiremos al satanismo satanismo –llamémoslo así también-, dentro del cual podemos distinguir entre satanistas laveyanos y teístas.

En cuanto a los segundos, acabaremos pronto. Son los satanistas de toda la vida, adoradores del Señor de las Tinieblas y profesantes de un culto al Mal  y la oscuridad. Los laveyanos en cambio, son otro cantar.

Si hablas con un satanista laveyano, no será extraño que te salga con frases del tipo “el satanista no adora a ningún Diablo ni cree en la existencia de Dios o Satán”. Falso. Ése es el satanista laveyano, no el satanista a secas. En su ingenua prepotencia, los seguidores de la doctrina de Lavey olvidan que su satanismo no es “el satanismo”, sino tan sólo una modalidad más de éste. En realidad, el verdadero satanismo sería el teísta, por cuando fue el primero que existió y que, con siglos a sus espaldas, es muy anterior al laveyano, que apenas cuenta cinco décadas. También será normal que desprecien doctrinas y religiones como la luciferina, la luciferiana (tampoco luciferismo y luciferianismo son exactamente lo mismo), la wiccana, el paganismo… alegando que los seguidores de éstas igualmente se inclinan ante un ser que consideran superior, cosa que ningún laveyano aceptaría. ¡Sic! Como si la existencia o no existencia de dioses, demonios, etc dependiese de lo que a los mortales nos gusta o deja de gustar.

En cualquier caso, no obstante, hay que reconocerles que, a día de hoy, son la modalidad satánica más en boga. Lavey supo aplicar bien aquello de que “el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Desde el principio, se codeó con personajes famosos y notorios que favorecieron la promoción mundial de su iglesia, que cuenta con templos en ciudades como Amsterdam y San Francisco y hasta está reconocida como religión por marina de los EEUU. Por codearse, hasta se codeó con Roman Polanski, con el cual colaboró en calidad de asesor sobre la materia en el rodaje de La semilla del Diablo, película por cuya grabación el director polaco recibió amenazas de muerte de satanistas de todo el mundo, irritados por haber visto en ella revelados algunos de sus secretos. Tanta repercusión tuvo la cinta, que, según afirmó el propio Charles Manson y sus seguidores, la matanza de Bel Air por el primero ordenada, en la cual, entre otras personas, perdió la vida la guapísima actriz Sharon Tate, esposa de Polanskii, a la cual, estando embarazada de ocho meses, abrieron el vientre para extraerle el feto; tuvo como motivación la  venganza contra su marido

Es el laveyano el satanismo glamouroso, satanismo de salón, practicado por estrellas de cine como Angelina Jolie –hace años- y del rock, y, dado que es el más extendido actualmente, es del que vamos a tratar en la serie de artículos que con este primero empieza.


DOCTRINA SATÁNICA LAVEYANA

Para empezar, podéis ir apartando la idea de Satán. Para los satanistas laveyanos no existe ningún señor del Mal. Ningún Lucifer, Satanás, Pedro Botero… nada. El satanismo laveyano es esencialmente ateo.

“Pero ¿cómo va a ser eso?”, casi escucho a varios de vosotros preguntar. “¿Satanismo sin Satán?”. Precisamente eso. “Pero eso es un sinsentido desde su misma base. No puede existir algo así”. Pues existe. Evidentemente, tal idea generó bastante escepticismo entre muchos de los seguidores del autoproclamado con toda pompa y fanfarria “Papa Negro”, autor de la Biblia Satánica, produciéndose a raíz de ello una escisión en las filas laveyanas que dio origen a “El templo de Set”. Pero bueno, eso ya es otra historia, de la cual hablaremos en otro momento.

Hay que coger el concepto. Según Lavey –Anton Szandor Lavey-, existe una energía desconocida susceptible de ser utilizada por los seres humanos para ayudar en la consecución de sus fines. En el pasado, brujos y nigromantes la invocaron con tales intenciones,  concibiéndola como un ente autoconsciente –Satán- al que rindieron pleitesía-. Sin embargo, según Lavey, se trataría de algo totalmente impersonal, como cualquier otra energía.

El Diablo, por tanto, no es más que un mero arquetipo para los satanistas laveyanos. Una mera figura  que no representa a ningún ser metafísico, sino únicamente a esa energía desconocida que algún día la Ciencia descubrirá. Entretanto, los satanistas laveyanos se sirven de ella sin pretender ahondar en el conocimiento de su naturaleza, por cuanto no derivaría de éste ninguna utilidad para ellos.

En definitiva, el satanismo laveyano no vendría a ser más que un remix de las teorías nietzcherianas, darwinismo social y estética gótica, en el cual el ritual no significa más que un melodrama orientado a conseguir la necesaria sugestión en los adeptos.

Algunos lectores se habrán preguntado: “Si no se trata más que de una energía natural e impersonal… ¿qué utilidad tiene el ritual? ¿Por qué no utilizar ésta directamente prescindiendo de él?”. Respuesta: ¿cómo hacerlo?

Según Lavey, ahí radica precisamente el tic de la cuestión, A día de hoy, sólo sabríamos –siempre según su teoría- que esa energía existe y funciona, pero no cómo. Nada acerca de las leyes por las cuales se rige, ni tampoco acerca de su naturaleza. También sabríamos que, bajo una sugestión suficiente, es susceptible de ser utilizada para nuestros fines.

 Y ahí es donde entra el ritual. No sabemos cómo ni por qué, pero si te convences de que  va a funcionar y aplicas la suficiente intensidad  en tu pensamiento y concentración, funciona. El ritual pues, no tendría otra finalidad que la de permitir al adepto alcanzar ese estado de sugestión suficiente. Es decir, ayudarle a convencerse de que lo que está haciendo va a funcionar y a alcanzar y enfocar en la dirección adecuada la mayor intensidad posible en su concentración. Si, además, el ritual se practica integrado en un grupo en ligar de en solitario, la fuerza del resto de miembros de éste se uniría a la nuestra, multiplicando el poder del hechizo en nuestro beneficio.

En fin,  aquí vamos a dejar el asunto por hoy. Éste ha sido meramente un artículo de presentación. En próximas entregas, iremos subiendo extractos de la Biblia Satánica que incluirán información sobre la doctrina laveyana, su ritualidad, invocaciones etc. Esperamos que sea de vuestro interés.

 Saludos.

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