sábado, 30 de marzo de 2013

¡HAMBRE!: DESDE EL INFIERNO DE LA ANOREXIA. 3ª PARTE Y ÚLTIMA (relato de horror)



  La mente humana oculta abismos en los que habitan horrores innombrables.

………………………………………………………

  Aschemager era una buena persona. Además de un genio en su campo, reconocido internacionalmente como tal. Llevaba en sus venas la sangre germana que su abuela materna había aportado a su familia y había pasado largos años ejerciendo en Argentina, donde había adquirido experiencia y prestigio. ¿Qué otra cosa habría cabido esperar en quien siendo heredero de los genes de la raza de Freud, había aprendido su oficio –más allá de lo que se enseña en la universidad- y destacado en el ejercicio del mismo en la patria de los psicólogos por excelencia?

El hombre tenía varios libros escritos y su presencia era solicitada en foros y congresos internacionales. Una auténtica eminencia. En sus tiempos de juventud formó parte de la misma pandilla de amigos que un primo de su madre, relación de la cual derivaba la actual. No sólo era una autoridad en lo suyo, sino también alguien conocido y de confianza. ¿Quién mejor para atender a Sofía?

Desde el principio se había volcado en su caso. No era sólo una cliente más, sino la sobrina de un buen amigo, que vivía un momento dramático y necesitaba de ayuda profesional como la que él mejor que nadie podía prestarle.

Carlos se removió en la silla tapizada de cuero. No se encontraba cómodo. Las observaciones del licenciado sobre su hermana habían comenzado a tornarse preocupantes de un par de semanas a aquella parte. Parecía mascullar algo que se reservaba para sí mismo, como si no acabase de decidirse a compartirlo.

Sus padres habían delegado en él la supervisión de la evolución de su hermana en sus sesiones con el psicólogo. Mejor una sola persona para ello, que recibiese las opiniones de éste y las transmitiera. De ser varias las que lo hicieran, podrían dar lugar a malentendidos y confusiones a consecuencia del cruce de informaciones. Sin perjuicio ello de las visitas que de tanto en tanto realizaban sus progenitores para comprobar por sí mismos cómo iba todo, por supuesto.

Y todo iba bastante bien. Sofía era una muchacha muy querida. Todos se volcaron con ella desde el principio. Familiares, amigos… también Pablo, cómo no. De nuevo demostró ser un gran chico. Su relación con su hermana acabó a consecuencia del estado en que ésta se sumió tras la nefasta experiencia en el bakstage de Cibeles. Sofía quedó hundida en la más profunda depresión, convertida en una pelele humana acaparadora de complejos, traumas e inseguridades. De repente y sin que nadie pudiera impedirlo, se arrojó de cabeza al abismo de la anorexia, tornada su mente un caos inconexo de continuos desatinos y razonamientos absurdos.

Fue ella misma la que decidió cortar. La diosa que había rendido a sus pies a todo varón que la había conocido y aun a lo más granado del modelaje nacional, veía ahora su autoestima arrastrarse por los suelos y quedaba reducida a una sombra miserable en la que nadie podría reconocer lo que fue. Se veía a sí misma como un ser lleno de defectos y carente de ninguna valía, inmerececedor de una pareja como Pablo. Vivía con el miedo permanente a que la dejara por otra. Algo devastador para una mente devastada, valga la redundancia. Él quiso seguir, intentó convencerla por todos los medios de que aquellos temores suyos carecían de fundamento alguno, pero no hubo nada que hacer. La decisión estaba tomada. ¿Cómo meter sentido en una cabeza que no funciona cabalmente? ¿Cómo convencer de que sus miedos no son reales a quien no es capaz de ver el real reflejo que el espejo le devuelve, percibiendo como pasada de kilos a sílfide de belleza y armonía exquisitas?

La relación acabó y, con los meses, Pablo comenzó otra con otra muchacha, pero aun así continuó interesándose por el estado de Sofía y aportando su ayuda en todo lo que le resultaba posible. Incluso la chavala, muy cariñosa y buena gente, empatizó con ella y su drama, convirtiéndose en buena y cercana amiga e implicándose también en el asunto.

Aschemager aseguraba que la cosa iba bien. Con la ayuda de todos, Sofía iba saliendo poco a poco del pozo. Progresivamente, iba aprendiendo a quererse y valorarse de nuevo. La batalla real estaba en la mente. La bella había quedado reducida a un amasijo de huesos cubiertos por un amarillento y profundamente desagradable pellejo. Un verdadero cadáver andante que causaba profunda impresión con sólo mirarlo. Algo muy similar a las imágenes que de tanto en tanto aparecen en los medios de africanos subsaharianos que viven en un dramático estado de desnutrición. Evidentemente, aquello suponía un peligro enorme para su vida y salud. La lucha era por retornar ésta última a aquel cuerpo, pero el camino para hacerlo pasaba por el interior de su cabeza. Mientras no quedase ésta reestructurada y sanada, todo avance resultaría provisional y fugaz.

Iba bien. Eso afirmaba el licenciado, y además comenzaba a notarse en su aspecto. Con tiempo y un poco de suerte, quizá incluso podría volver a ser tan guapa como fue, pero eso quedaba como algo secundario. Lo principal era salvar su salud física y mental, y en ello implicaba su familia todos sus esfuerzos.  También Aschemager. Entre todos lo conseguirían.

No resultaba sin embargo un camino recto y allanado el que llevara a tan feliz fin. Por el contrario, se hallaba repleto de constantes curvas y cambios de rasante, con pronunciadas cuestas hacia arriba y hacia abajo. Sofía ya había recaído tres veces. Precisamente, en ese momento luchaban por sacarla de la última recaída, habiendo resultado ésta especialmente profunda. Al principio les pasó desapercibida, engañados por ella que fingía seguir perfectamente. Sin embargo, pronto su aspecto delató lo que realmente estaba ocurriendo. En esta ocasión, incluso podría a decirse que había llegado a los niveles de delgadez y desnutrición más dramáticos, llevándoles a temer realmente por su vida. Afortunadamente, la cosa parecía haberse reorientado de nuevo y volvía a caminar en la buena dirección.

Aschemager le había dicho que quería hablar con él. Algo malo. Preocupante. Tras todo este tiempo de tratamiento, comenzaban a intuirse esas cosas. Carlos iba conociendo al licenciado y su forma de pensar. Sabía que algo rondaba en su cabeza desde hacía semanas. Algo que le intranquilizaba.

-Todo va estupendamente. Sofía parece ir superando el bache. Ahora sólo hay que tener especial cuidado hasta que acabe de salir de él, y luego vigilar para prevenir nuevas recaídas. Todo tiene su lado bueno. Tras tres de ellas, voy aprendiendo a reconocer las señales previas. Esperemos que no haya una nueva, pero si no fuera así, creo que podré advertirla a tiempo para evitarla.

-Todos confiamos en ello. Sabe que lo hacemos plenamente en usted.

Gesticuló el psicólogo.

-Espero no fallar a esa confianza en mí depositada, aunque nadie puede prometer nada en temas como éste.

-Lo sabemos. Y también que hace todo lo que está en su mano por Sofía. No se le puede pedir más.

Asintió ahora, mirándolo en silencio.

-¿Hablaste con tus padres sobre el tema que comentamos?

-Sí… lo hice.

Carlos no acertaba a vislumbrar por dónde iba el licenciado. La semana anterior habían estado hablando. Le había hecho algunas preguntas sin dejarle entrever su sentido, pero el contenido de las mismas bastaba para poner en alerta y dar nacimiento a una inquietante sensación?

“-Dime, Carlos: tienes tres años más que tu hermana…

-Sí…

 -¿Recuerdas si de pequeña tenía alguna amiga imaginaria? Es algo relativamente frecuente en los niños?”

Había conseguido desconcertarle con aquella pregunta. ¿A qué venía aquello? Carlos no podía imaginarlo, pero resultaba intranquilizante. Esbozó un gesto de incomprensión.

“-Que yo sepa… le diría que no… ¿De qué edad estamos hablando?”

Gesticuló Aschemager dando a entender inconcreción.

“-Durante la primera infancia. Cuatro, cinco, seis años… avanzando hacia la predolescencia resulta cada vez menos común.”

Lo hizo ahora él denotando desconocimiento.

“-No lo sé… mentiría si le dijera otra cosa. Creo que no, pero no podría afirmarlo. Yo también era muy pequeño entonces. Pero puedo comentarlo con mis padres si quiere.”

Asintió.

“-Por favor. Creo que podría resultarnos de ayuda.”

Más bien la cosa parecía apuntar a algún tipo de temor reservado del buen licenciado.

-¿Y bien…?

-Sí tenía una amiga imaginaria.

No le gustó tener que decirlo. Algo absurdo. Como si por ignorar la realidad ésta no existiese. Él no era psicólogo, pero no hacía falta serlo para saber que una pregunta como ésa no podía estar fundamentada en nada bueno. El gesto de Aschemager al asentir con la mirada baja se lo confirmó.

-¿Qué ocurre, Guillermo? La semana pasada no quise insistir cuando pretendiste aparentar normalidad, pero hay algo fuera de lo normal para que me hagas esa pregunta, ¿no es así?

Pareció pensar por un momento las palabras a emplear.

-De momento son sólo conjeturas mías.

-Conjeturas de un profesión al de prestigio y renombre internacional. Si Arguiñano me dice que, según sus conjeturas, es posible que algo no ande bien en una cocina, yo le escucho. Dime, Guillermo: ¿qué ocurre?

De nuevo semejó indagar la mejor forma en que comenzar su explicación.

-La cabeza de tu hermana… su mente…

-¿Sí…?

-Hay mucho movimiento ahí dentro.

Miró con extrañeza al licenciado.

-¿Movimiento…?

-Arguiñano es un gran cocinero. Uno de los mejores. Como has apuntado, conoce bien su oficio y las señales del mismo. Ante un determinado olor en un guiso o incluso a partir de una particular textura en éste, podría deducir la posible existencia de un ingrediente que para todos los demás hubiera pasado inadvertido.

Seguía observándolo de aquella manera.

-¿Ingrediente…?

Se inclinó hacia delante el psicólogo para apoyar los antebrazos en la mesa, como en actitud de resolución.

-En Sofía hay mucho más de lo que se ve a simple vista Carlos. Es lo que pienso.

Cada vez se encontraba más intranquilo.

-He notado señales, intuido cosas al hablar con ella y tratarla. Miradas, comentarios de ambigua interpretación… como si alguien se asomase desde detrás de sus ojos.

Sintió un desagradable cosquilleo en su bajo vientre.

-Explíquese, Aschemager.

Meneó la cabeza.

-No debes preocuparte. Ya te digo, de momento son sólo conjeturas. Una idea en mi cabeza.

-Una idea acerca de mi hermana. Hábleme sobre ella.

Lo miró ahora de frente de nuevo, asintiendo a continuación.

-Sofía es un ángel. Una persona extremadamente bondadosa y dulce. Existe gente así, no tiene por qué haber nada extraño en ello. Y sin embargo…

Hizo una pausa antes de continuar.

-Ella pretende desterrar la negatividad. Todo lo que entiende malo, desaconsejable, negativo…  intenta apartarlo.

-¿Y…?

-Los amigos imaginarios cumplen diversas funciones. Las niñas, cuando juegan con sus muñecas, replican los comportamientos que observan en sus relaciones con los adultos. Castigándolas cuando “hacen algo mal”, por ejemplo, por los mismos motivos que ellas o sus amigas o compañeras son castigadas por sus padres o profesores. En ocasiones, cuando han hecho algo que entienden reprobable y no han sido descubiertas, pueden jugar a hacer autoras de ese mismo comportamiento a aquéllas y reprimirlas. Entienden haber hecho algo mal y quedado sin castigo por ello. Su mente percibe algún tipo de desequilibrio y buscan restablecerlo de esa manera. No es más que un tipo de ligera ansiedad y remedio infantil a la misma.


-No… no entiendo muy bien.

-El lugar de la muñeca, podría ser ocupado también por un amigo imaginario. O una amiga…

Lo miró a los ojos.

-Sofía es muy buena gente. Quiere serlo además e imagino que siempre ha sido así. De pequeña debió sentirse bastante mal cuando vuestros padres o sus profesores le regañaban por algo. ¿Me equivoco?

-No…

Asintió.

-Esa amiga imaginaria suya… es posible que también ella jugase a reñirle por portarse mal. Quizá más que eso.

-¿Más que eso…?

-Sofía quería ser buena. Tras un acto suyo que los mayores hubieran encontrado reprobable, podría haber jugado a traspasarlo a esa amiga imaginaria suya… y dejarlo allí.

-¿Cómo… cómo a dejarlo allí? Explíquese, Guillermo.

-Dejarlo allí. No quería ser mala. No volvería a repetir ese acto. Ella no. Y sin embargo los niños aprenden a base de experimentar y observar. Esos malos comportamientos forman parte de su experiencia vital, a partir de la cual comienza a formarse la personalidad adulta.

>>Ella no volvería a protagonizar esa actitud, pero podría haber hecho depositaria de la misma a su amiga imaginaria a fines de observación y contrastación. Conforme esa experiencia vital suya hubiera ido formándose, se habría ido quedando con lo que le gustaba de su personalidad –lo bueno-, mientras que de lo malo se habría ido desembarazando traspasándola a aquélla. Así, en contraste, tendría a la “niña mala” como modelo de lo que había que evitar para ser una “niña buena”.

>>En resumen, todo lo negativo de su experiencia vital habría ido siendo apartado a un rincón de su mente: el reservado a esa amiga imaginaria que sólo existía allí.

Se le ocurrió pensar – a Carlos- que en aquellos momentos su cara debía mostrar una expresión realmente estúpida.

-Guillermo… me estás asustando.

Incluso se le había olvidado el trato de usted.

-Para alguien que no es psicólogo, lo que dices puede resultar preocupante. Hasta siniestro diría…

Asintió Aschemager.

-¿Qué… podría tener todo eso que ver con el estado actual de Sofía?

-Con lo que todos veis y conocéis nada: con lo que yo intuyo, mucho.

-Ya… ¿y qué es lo que tú intuyes?

-Composición de personalidades individuales.  Un paso más allá del trastorno de identidad disociativo.

La expresión de estúpido. Hoy debía estar haciendo abundante uso de ella.

-Doble personalidad, Carlos.  A pesar de lo que se ve en las películas, los casos reales resultan extrañísimos. Muy pocos en todo el mundo. Podríamos estar ante uno de ellos.

Su sorpresa y perplejidad iban en aumento.

-¿Cómo…? ¿Qué me estás contando, Guillermo? Sofía nunca ha…

-Tú lo has dicho: nunca.

No entendía.

-Todas las cosas tienen un principio.

-¿Un principio…?

-La disociación de personalidad surge a consecuencia de algún trauma intenso. El vivido por tu hermana aquella noche en  el backstage, podría haber dado lugar a una ruptura en su mente que la propiciara.

Carlos se mostró saturado, inclinándose hacia delante y meneando la cabeza en gesto de total incomprensión.

-Guillermo, a ver si me aclaro: ¿qué tendría eso que ver con la amiga imaginaria de Sofía?

-Todo. La disociación habría liberado a la otra Sofía, oculta durante todos estos años. La Sofía “mala”.

-¿Mala…?

-Mala y preocupante.

Se miraron a los ojos.

-Esa otra Sofía, habría sido acaparadora de todas las reprimendas de su infancia. Incluso es posible que “la buena” la hubiese convertido en depositaria de todas sus experiencias negativas en general. Todo lo que, de alguna manera, le hubiese causado pesar y dolor.

>>Desde el conocimiento y la experiencia profesional, se comprende en seguida que un ser así podría resultar potencialmente muy peligroso, pues sólo habría recibido lo malo de las personas con que se relacionó en su vida, aprendiendo así a odiarlas. Sería un ser pleno de rencor y ansiedad, con tendencia a la ira y la violencia.

-¿Ira?... ¿violencia?... Guillermo… ¿sigue hablando de Sofía? ¿Sofía, mi dulce y tierna hermanita.

Aquello resultaba de todo punto increíble.

-En realidad, esa dulzura y ternura suya podrían haber tenido mucho que ver en el asunto.

Le inquirió con la mirada para que continuase.

-Como he dicho, esa amiga imaginaria contribuyó en el proceso de formación de Sofía, “la buena”. Por contraste con ella, tuvo siempre una clara referencia de lo que era ser una “niña buena”. Como parte de esa bondad, con ella podría haber aprendido a ser tolerante con los demás y a ayudarlos. Habría visto a esa amiga imaginaria desde una perspectiva positiva, siendo siempre transigente con ella e intentando ayudarla para reconducirla por el buen camino. Como una madre, una profesora o una hermana mayor que reprende a una “niña mala” para reorientarla.

Pausa. Carlos seguía perplejo.

-Esa otra Sofía, habría aprendido a odiar a todas las  personas salvo a su única amiga, la única que siempre se portó bien con ella: Sofía “la buena”.

>>En esas circunstancias, la noche del shock que pudo dar origen a la ruptura, habría visto surgir a un ser iracundo y ultraviolento, presto a defender a esa única amiga que tuvo en su momento de crisis.

La mente de Carlos era un caos de ideas absurdas en aquellos momentos. Tan absurdas como lo que le estaban contando. Aparentemente. ¿Realmente lo era?

-¿Qué es lo que le preocupa realmente, Aschemager?

-¿Cómo…?

Ahora el sorprendido parecía el licenciado.

-Todo esto que me está contando… ha dicho que Sofía va superando el bache. Si ello es así, aun dando por buena esa teoría suya no habría por qué preocuparse. Aquella noche en Cibeles se rompió algo en su mente: OK, pero ahora todo va volviendo a su cauce. Si mi hermana supera su crisis, es de esperar que con ésta desaparezca esa otra Sofía de que habla. Y sin embargo usted sigue preocupado por ella. Dígame, Aschemager: ¿qué es lo que le inquieta?

Meneó la cabeza resoplando el psicólogo. De nuevo semejaba encontrar dificultades en su explicación.

-Creo que tu hermana es muy inteligente, Carlos. Los test que le he realizado dan por resultado un cociente intelectual de 118. Algo superior a la media, pero sin que se salga de lo normal.

Hizo una pausa antes de continuar.

-Creo que nos está engañando. Probablemente, sin siquiera ser consciente de ello ella misma.

Esbozó un gesto de extrañeza Carlos.

-¿Por qué lo piensa?

De nuevo un gesto de vaguedad.

-Es la impresión que tengo tras mis charlas con ella. Determinadas señales, pautas… es como si existiera un tope de contención en su intelectualidad colocado ex profeso.

Extraño. Muy extraño.

-Quizá en algún momento de su infancia llegó a identificar una gran inteligencia como algo negativo. No necesariamente malo. Quizá algo que aporta dolor y sufrimiento. A raíz de ello, podría ser que hubiera levantado ese dique de contención de la capacidad intelectual.

-Creo que entiendo… pero…

-Carlos –le cortó el licenciado con un gesto grave e inclinándose sobre la mesa-: 118 CI como tope. De ahí para arriba, quedaría la intelectualidad de la otra Sofía.

Se sintió estremecer ahora.

-Exactamente –intuyó Aschemager su inquietud-. Eso sería la intelectualidad mínima de la Sofía mala. No cabría esperar que se hubiera detenido ahí.

-¿Por… por qué?

-Si Sofía, la buena, entendió que ese era el tope de intelectualidad positiva, es de suponer que una mínima diferencia no le resultase tampoco negativa. Para situar a la otra Sofía allá, debería ser en cambio pronunciada. Ni siquiera habría sido necesaria la presencia previa del germen de la superdotación. Entendiendo la intelectualidad superior a ese nivel como algo negativo y siendo la otra Sofía acaparadora de todo lo que la buena consideraba tal, habría ido desarrollándola igual que desarrollaba todas las demás cosas que la bondadosa rechazaba. El límite… no sabría determinarlo, ni siquiera aproximadamente, pero intuyo que puede resultar verdaderamente sobrecogedor.

Había preocupación en la mirada de Carlos.

-Todavía no sabemos cómo funcionan los procesos mentales que determinan el nivel intelectual. Sí sabemos que pueden favorecerse y, de esa manera, potenciar éste, pero no cómo exactamente ni en qué medida.

Silencio.

-Muy bien, Aschemager: cuénteme exactamente qué es lo que teme.

Dificultad. Siempre dificultad para explicarse.

-Un ser iracundo y en extremo violento con esa inteligencia…

No le gustaba nada el significado que estaba tomando el contenido de la conversación.

-… ofendido con el mundo y ansioso por proteger a su amiga, Sofía la buena…

-Déjese de rodeos, Aschemager. Suelte de una vez lo que tiene en la cabeza.

Asintió el psicólogo.

-Son sólo consideraciones, ideas…

-Suéltelo, Aschemager.

Se miraron a los ojos.

-¿Se volvió a saber algo de aquel hombre? El organizador de Cibeles.

Negó Carlos con la cabeza.

-Nada en absoluto. Lo sabe tan bien como yo.

-Ya…

Pausa.

-Sabes que me relaciono con otros psicólogos. Charlamos, comentamos… nada que pertenezca al ámbito de la intimidad de nuestros clientes ni que afecte al secreto profesional, por supuesto.

Asintió Carlos sin darle importancia al comentario.

-Uno de ellos está tratando a una mujer. Su marido desapareció sin dejar rastro también. La policía investiga el asunto. Ha sido un golpe muy duro para la pobre mujer. No es sólo la ausencia de su esposo. Al parecer, éste podría haberla abandonado para irse con otra. Una chica jovencita que habría conocido a través de Internet. Muy duro. La mujer está descompuesta.

Se sentía confuso, pero prefirió no interrumpirle.

-Es un caso confuso. La policía piensa que quizá tenga conexión con otros dos.  También  en ellos hay una desaparición de un varón y una chica jovencita ala que habrían conocido a través de redes sociales, chats

-Aschemager… ¿qué me está diciendo?

-Esa chica… su descripción resulta muy similar a la de tu hermana. Es decir, a como era antes de caer en la anorexia. Al parecer los desaparecidos hablaron de ella con algunos de sus amigos. Todos describen a una belleza joven, casi adolescente o adolescente, de esplendorosa cabellera dorada y ojos verdes. Alta, de complexión delgada y escultural…

-¡Deje de decir tonterías, Aschemager! Mi hermana está ahí afuera, aguardando en la sala de espera. Puede salir a echarle un vistazo si se le ha olvidado su aspecto.

-Ya, ya… no se me ha olvidado.

-¿Entonces…? Supongo que esos testimonios son fiables si la policía los tiene en cuenta.

-Sí, lo son. Y además vendrían confirmados por algunos emails y conversaciones a las que se ha podido acceder. De ellos parece desprenderse que los desaparecidos habían mantenido contacto a través de web-cam y en directo con esa chica, con lo cual tendríamos la plena certeza de su existencia y apariencia.

-¿Entonces, qué demonios me está contando?

Un gesto vago. Silencio.

-Mi hermana es un saco de huesos, Archemaguer –recuperó un tono más conciliador-. Fue una diosa, pero lo que hoy queda de ella eso sólo ese espectro viviente que espera afuera. Ningún truco o disfraz conseguiría hacerla pasar por lo que fue. No podría engañar a nadie ante una cámara y en una conversación en tiempo real.

-Lo sé, lo sé…

Se le veía como forzado a aceptar. Como si, con todo, no las tuviera todas consigo.

-Supongo que no se dispone de ninguna imagen de esa chica.

-De ninguna en absoluto.

-Ya… ¿Se han rastreado los mails? Me dijo que sí había de éstos. También cuentas en redes sociales. La policía puede obtener su IP y llegar a ella a través de ésta.

Negó con la cabeza.

-No hay fotos, ni IP ni nada que pueda servir para llegar hasta ella.

-Eso es imposible. En los emails recibidos debe constar.

-Debería constar.

¿Debería constar?

-¿Cómo que debería constar?

Una expresión de incomprensión.

-Nada. La policía tiene esos emails; incluso les consta que en el archivo de los aparatos de los desaparecidos existieron fotos y hasta vídeos de esa chica. También en Cds, DVDs y pendrives… pero no se conserva ningún dato, foto ni vídeo.

-¿Alguien los manipuló…?

-Alguien los manipuló. Y sin embargo nadie tenía acceso a esos archivos. Al menos que sepamos.  Usaban cuentas diferentes a la habitual y nadie conocía ni la contraseña de acceso ni su propia existencia siquiera. Y aunque hubieran sabido de esta última, las personas que con ellos convivían no disponían de los conocimientos necesarios para descifrar o burlar aquélla.

-Podrían haber recurrido a alguien que los tuviera.

-¿En los tres casos?

Negó con la cabeza.

-No resulta verosímil. En los tres, alguien del entorno cercano debería haber dispuesto de una persona con dichos conocimientos y de total confianza a la que recurrir para tal menester. Demasiada coincidencia. Y además no se ha descubierto indicio alguno de manipulación en los equipos. Más bien parece como si… hubieran accedido a ellos desde dentro, a través de Internet quizá, para borrar lo justo. Las IPs y demás datos identificadores han desaparecido de los emails y de los registros de las webs; las imágenes y vídeos de los CDs, DVDs y pendrives. Los expertos que han analizado los equipos no consiguen dar una explicación coherente. Un trabajo perfecto y exhaustivo. Misterioso…

Pensó por un momento Carlos en todo aquello. Meneó la cabeza después, gacha la mirada.

-¿Cuál es su idea, Aschemager? Coméntemela y entre los dos decidiremos si tiene sentido.

Se le veía realmente azorado. ¿Qué diablos había en su cabeza?

-Yo… soy un científico. Hay cosas que no puedo tener en cuenta.

-¿Qué cosas?

Carlos lo miraba realmente inquieto, profundamente intrigado.

-Existen investigadores… alguno de ellos incluso estudió conmigo en la universidad…

-¿Y…?

Resopló ligeramente.

-Parapsicología.

-¿Parapsicología…? –se mostró realmente sorprendido Carlos. Aschemager asintió con la cabeza.

-Ellos afirman que la mente humana posee capacidades que todavía desconocemos.

-Sé lo que es la parapsicología.

-Fenómenos psi-gamma y psi-kappa. En los primeros existiría una interacción mente/mente; en los segundos entre mente y objeto. Yo nunca he tomado en consideración esas cosas. Ningún investigador serio lo haría, al menos oficialmente.

-Es de suponer.

-Por supuesto…

Pausa.

-¿Te dice algo el nombre Ted Serios?

Esbozó un gesto de extrañeza Carlos.

-Nada en absoluto.

Asintió Aschemager.

-Se trata de un supuesto dotado del que se afirmaba podía impresionar imágenes de su mente en placas fotográficas.

La expresión de Carlos se tornó de auténtico pasmo y sorpresa.

-Ya te digo, yo no creo en esas cosas. Y sin embargo… si realmente fuera posible que una persona plasmara su pensamiento en una fotografía… ¿por qué no pensar que también pudiera borrarlas de la placa? O de un CD… o un DVD

Miró severamente al licenciado.

-O los datos registrados en un mail o una página web

-¿Realmente cree lo que está insinuando?

-No, no… no lo sé. Ya te he dicho que son sólo elucubraciones.

Semejaba hastiado. Como quien se ve forzado a  trabajar común material y unas herramientas que no son las suyas y le desagradan profundamente.

-Aschemager, por Dios… usted es uno de los profesionales más reputados en su campo.

Silencio.

-Muy bien: pongamos por un momento –es sólo un suponer- que otorgamos cierta credibilidad a esa descabellada teoría suya: ha dicho que esa otra Sofía, la mala, sería un ser iracundo y violento. Aun siendo así, ¿le cabe en la cabeza que podría resultar realmente amenaza para alguien? ¡Vamos, hombre!... pero si no es más que un saco de huesos. ¿Qué peligro podría suponer para nadie más que para sí misma?

-No es necesaria una gran fuerza física para agredir. Incluso un niño puede hacerlo si toma por sorpresa a su víctima. No se necesita más para golpear con un martillo en la cabeza, por ejemplo, o para hundir un cuchillo en la espalda.

-No, no se necesita más. Pero por la forma en que usted habla de ese hipotético ser, creo entender que piensa se trataría de algo mucho menos sutil.

Volvió a asentir.

-¿Has escuchado alguna vez comentar acerca de exhibiciones de fuerza sobrehumana en estados de crisis y ansiedad?

Negó Carlos con la cabeza.

-He estado informándome sobre el asunto.

Era evidente que se estaba tomando aquella idea suya más en serio de lo que gustaba admitir.

-Tony Cavallo… quedó aplastado bajo un Chevrolet tras un accidente. En su desesperación, su madre consiguió por sí sola alzar el vehículo para sacarlo de allí y esperar hasta que llegase ayuda. Le costó un par de vértebras fracturadas, pero lo consiguió.

No podía dar crédito a aquello. Sonaba a desvarío paranormal. Casi…

-Sinjin Eberle consiguió libertarse de la roca de más de 500 Kg bajo la cual había quedado igualmente aplastado.

>>Son casos verídicos, Carlos –añadió ante el escepticismo que el hermano de su cliente evidenciaba en su mirada. -Totalmente comprobados-. En situaciones de extremo estrés,  las glándulas suprarrenales liberan epinefrina en grandes cantidades.

>>Adrenalina, Carlos. Es el nombre común de dicha hormona. Su producción crece en esos estados. Pueden llegar a hacer a una persona mucho más fuerte de lo que es realmente. Momentáneamente, por supuesto. Sin embargo…

Nuevamente miradas sostenidas.

-Como bien has recordado, un ser como el que yo intuyo podría existir en la mente de tu hermana, sería iracundo y colérico en grado extremo. Pura ansiedad. Un ser así, pese a la limitada masa muscular de Sofía, podría poseer la fuerza de un levantador de pesas olímpico. Piensa que en él –ella- ese estado de crisis no sería algo puntual, sino permanente. Teniendo ello en cuenta, cabe suponer que en él esa hiperfuerza no sería momentánea.

¡Qué barbaridad! Aschemager ¿era realmente un genio o se había vuelto loco?

-Soy psicólogo, no psiquiatra. Ellos son médicos, nosotros no. Trabajamos de forma distinta. Nosotros tratamos los trastornos de personalidad, conducta… ayudamos a normalizar la vida de las personas y superar traumas y complejos, pero no somos médicos: no curamos enfermedades. Eso es trabajo del psiquiatra. Además, nosotros trabajamos básicamente con métodos de psicoterapia, mientras que ellos recurren preferentemente al uso de la farmacología.


-Aschemaguer… al grano.

-Lo de tu hermana podría ser mucho más que un simple trastorno de conducta, Carlos: podría ser enfermedad mental profunda. Esquizofrenia.

Se vio auténtico terror ahora en los ojos del hermano.

-Recuerdas que os pedí permiso para consultar el asunto de Sofía con un par de amigos que trabajan en el psiquiátrico.

Sí, lo recordaba. Les convenció para que permitieran se quedase un par de días. Nada preocupante, afirmó. Tan sólo a efectos de estudio de sus pautas mentales. Allí podían seguirlas y datarlas con escáneres cerebrales y otros instrumentos de los que él y cualquier psicólogo carecían.

-Nos dijo que era sólo para hacerle unas pruebas que le ayudarían en su tratamiento. Que allí disponían de medios…

-Sí, sí… no mentí. No os dije todo lo que pensaba, pero no mentí.

Pausa. Mirada sobre mirada.

-¿Y bien?

-Los análisis confirmaron mis sospechas: dentro de la cabeza de Sofía hay mucho más de lo que evidencia al exterior.

Sintió un vuelco en su pecho.

-Muchísima actividad. Sobre todo durante los períodos de sueño o los momentos en que su mente divaga y permanece distraída. Al relajarse el consciente, lo que hay en el subconsciente, o quizá en el nivel más profundo del inconsciente, asoma al primero.

Ya no hablaba hipotéticamente. “Lo que hay en el subconsciente…”. Afirmaba, no elucubraba.

-Un monstruo, Carlos. Surgido de los abismos de la mente de tu hermana para protegerla frente a cualquier percepción de amenaza, con una fuerza sobrehumana y una inteligencia portentosa. Una auténtica bestia.

>>En esos momentos de crisis, Sofía, la buena, desconectaría para sumergirse en el sub o el inconsciente y ceder su lugar en el consciente a su versión oscura. Su alter ego –otro yo-.

>>Se trataría de dos personalidades totalmente separadas e independientes. La mala sería consciente de la existencia de la buena, pero no viceversa. Habría vivido arrinconada en algún oscuro rincón de su mente, desde el cual observaría permanentemente sin que nadie supiera de su presencia, ni siquiera la misma Sofía –la buena-. Es un mecanismo de defensa, Carlos. Tu hermana decidió ignorar todo aquello de su personalidad que no le gustaba. Ni siquiera intuye la existencia de la bestia. Simplemente, cuando ésta toma el control ella desconecta, pasando a “stand bay”.

Otra vez lo hacía. Omitir el uso del condicional.

-Si damos crédito además a las teorías parapsicológicas, y he de admitir que existen algunos investigadores serios entre los investigadores que las estudian, podríamos hipotetizar sobre un ser dotado de facultades de dicha naturaleza. El intensísimo nivel de actividad registrado en su mente podría apuntar en esa dirección. Las mediciones resultaron extraordinariamente altas. Los doctores que las realizaron se mostraron totalmente desconcertados.

Pausa.

-Un ser así… esto es sólo conjeturar…

Le miró a los ojos, como pidiéndole permiso para continuar.

-Quizá podría manipular las transmisiones eléctrónicas para crear y manipular imágenes y datos. Igual que Ted Serios, afirman algunos, podía impresionar la placa fotográfica.

>>Tú lo sabes, Carlos. La noción que sobre su propio  físico tiene Sofía no resulta ajustada a la realidad, especialmente en sus períodos de crisis y recaída. Ella sigue viendo en el espejo a la diosa de la belleza que fue, no al esperpento humano que es ahora. De contar con esas facultades realmente, quizá estuviese transmitiendo a través de la web-cam esa imagen que está convencida le corresponde y no la real. Quienes con ella se comunican, estarían viendo a la Sofía bellísima, no a la anoréxica.

Aquello resultaba totalmente increíble. Pura ciencia ficción.

-Un ser superdotado a nivel mental, con capacidades parapsicológicas totalmente extraordinarias. Incluso sin ser consciente de ello, manipulador de mentes y datos transmitidos electrónicamente. Con la suficiente inteligencia, fuerza y ferocidad para matar y cubrir su rastro.

>>No tenemos noción de lo que algo así podría hacer, Carlos. Si percibiera como amenaza para Sofía, la buena, a ciertas personas que se acercasen a ella…

Había una mirada intensa en el hermano. Casi feroz.

-Hemos hablado otras veces sobre esas supuestas relaciones con hombres acerca de las que ella comenta. Las creímos simples fantasías e invenciones. Es posible que nos equivocásemos.

Feroz.

-Todo encaja, Carlos. Lo que nos cuenta tu hermana y los datos acerca de las desapariciones. Dos que se conozcan. Tres si estuviese en lo cierto y le añadiésemos la del marido de mi cliente. El organizador de Cibeles… quizá hayan más que desconozcamos.

Silencio.

-Dígame, Aschemager: todo eso… ¿lo ha deducido en base únicamente a su intuición profesional?

Suspiró el psicólogo.

-Sí… sólo en base a ella.

La mente de Carlos trabajaba como una locomotora. ¿Cabía dar alguna credibilidad a lo que acababan de contarle? Un ser acaparador de todas las emociones negativas de Sofía, de todas sus frustraciones, ansiedades e impulsos violentos. Una bestia, como la había calificado Aschemager, con la cual se compartía sus experiencias vitales, partiendo y repartiendo. La de los conejitos, por ejemplo: Sofía, la buena, se quedó con lo positivo. Nunca más aceptó comer la carne de un animal que hubiese visto entero –como los pollos o codornices empaquetados de los súper y los hipermercados-. Únicamente la admitía si llegaba a ella ya troceada y desidentificada, y aun así prefería no probarla y mantenía una clara tendencia al vegetarianismo. Siendo así pues y teniendo en cuenta lo que Aschemager había comentado sobre la otra Sofía, la oscura… ¿cómo ocurriría con ésta? ¿Lo que la buena pasó a percibir como terrible a partir de aquella experiencia, ella lo percibiría como agradable quizá? Si a la bondadosa le horrorizaba la idea de matar animales para comerlos… ¿la iracunda disfrutaría matando y devorando? ¡Oh, vaya!... era ridículo.

-Ya… y sobre ello, ¿qué es lo que propondría?

Se relajó un tanto en el asiento el licenciado.

-Ingreso en un centro psiquiátrico. Sería lo mejor para ella –afirmó al ver la emoción delatada en la mirada de Carlos-. No sería permanente, por supuesto. Tan sólo hasta conseguir corregir o al menos reorientar ese desfase en su mente.

Había escepticismo en sus ojos.

-Ya te lo he dicho, Carlos: los psicólogos no somos médicos. No curamos. Tratamos trastornos de conducta, no enfermedades mentales. Para eso se necesita ayuda médica, de la que sólo se puede prestar en un centro especializado.

-Ya veo… dígame, Aschemager: ¿ha comentado esto con alguno deseos doctores que realizaron los análisis a mi hermana?

-No… por supuesto.

-Por supuesto. Entonces, no hay ninguna opinión más que la suya que apoye esa teoría acerca de la cual me ha hablado.

Suspiró el psicólogo.

-Sí… así es.

Silencio. Carlos se tomó algunos minutos para pensar sobre todo aquello.

-De acuerdo, le diré lo que vamos a hacer: mi familia, y yo también, confiamos plenamente en usted. Su prestigio y reputación internacional le avalan. Es una auténtica eminencia en lo suyo.

Ni afirmó ni negó. Tan solo escuchaba.

-No vamos a meter a mi hermana en ningún manicomio por una simple teoría, por muy reputada que sea la opinión de quien la emita. Según yo lo veo, ello podría hacerle más mal que bien.

-Pero…

-Aschemager… no vamos a meter a Sofía en ningún manicomio.

No le quedó más que aceptar.

-Quiero que siga tratándola usted.

Le miró ahora con cierta sorpresa.

-Nadie mejor podría hacerlo. Por favor…

No podía negarse. Sofía no era una simple paciente. Había un compromiso moral, ético y afectivo entre ellos. Lazos de amistad que venían de casi una vida.

-Le prometo que si después de algún tiempo sigue convencido de lo que me ha contado, reconsideraré el asunto. Y, por supuesto, si apareciera alguna circunstancia que contribuyese a consolidar su teoría, haríamos lo que usted dice.

Asintió el licenciado.

-Por favor, Aschemager… compréndalo. No podemos ingresar a Sofía por una teoría como esa y sin ningún fundamento sólido que la apoye. Debo tenerla en consideración, no cabe menos viniendo de quien viene, pero no podemos tomar una decisión tan grave como ésa en base sólo a ella.

Momentos de duda. No era una cliente más. No era una familia más. Amistad, fidelidad… ¿qué otra cosa podría hacer?

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Hacía frío. Allí siempre lo hacía. Se escuchó el sonido del Messenger al recibir un archivo.  Un chico guapo. Rubio, ojos claros… distinto a los últimos. En parte. Tenía aspecto de avispado. Quizá demasiado. Estaría alerta. Sofía tenía un talento innato para acercarse a gente que no le convenía. Vigilaría. Nunca más volverían a hacerle daño. Nunca más.




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