viernes, 16 de noviembre de 2012

EL VAMPIRISMO COMO PERVERSIÓN SEXUAL. VAMPIROS VIP –VAMPIRE INTERESTED PEOPLE-.





Hematofagia:



Ingestión de sangre propia o de extraños, con fines de placer, excitación erótica, nutrición o por rituales.

     Hay un grupo importante de clubes en las grandes ciudades, donde los miembros llamados VIP (Vampire Interested People) intercambian su sangre, produciéndose mutuamente heridas o chupando vendas ensangrentadas, extraídas de quirófanos y salas de urgencias de los hospitales.

     Con la propagación del SIDA, se frenó un poco esta actividad, dando lugar al Auto vampirismo, que consiste en provocarse heridas uno mismo, para beber su propia sangre.”

Ésta es la única y escasa definición que, al buscar información en la Red acerca de este tipo de vampiros, se obtiene a través de los buscadores, tanto en castellano como en inglés; pese a tratarse de un tema extraordinariamente sugerente y de cuyo peligro ha llegado a hacerse eco el mismísimo FBI, que en un dossier titulado Sectas de sangre; una amenaza creciente para la sociedad, avisa del peligro real de las llamadas sectas VIP –Vampire Interested People-, asegurando que varios de estos grupos recurren periódicamente a sacrificios humanos en los cuales la víctima muere desangrada.

Se trata de gente deslumbrada por el mito del vampiro -de poderosísimas e inherentes connotaciones sádico-sexuales-, hasta el punto de adoptar su apariencia y modos de vida. Hábitos nocturnos, vivir en casas del tipo gótico, dormir en ataúdes… Por supuesto, beber sangre humana también.

Estas reuniones resultan una suerte de dantesca orgía sexual y de sangre, en la cual se bucea en los abismos de la perversión humana. En estas reuniones son bienvenidas las personas de especial atractivo físico y juventud, los personajes notables por cualquier motivo –escritores, cantantes, personas adineradas, hijos de papá…-, con lo cual suelen muy estéticas.

Al parecer, la ingestión de sangre humana en grandes cantidades, puede llegar a producir un estado alterado de conciencia similar al que se experimenta con el consumo de  drogas, pero sin los efectos negativos de éstas. El motivo de ello hay que buscarlo en los iones que contiene en generosas proporciones y están en la base de los impulsos nerviosos, con lo cual, al aumentar la concentración de éstos en el organismo, se cabalga hacia ese estado de euforia. En segundo lugar, en el aspecto psicológico del tema. Al beber la sangre de otras personas, los VIP sienten como si estuvieran absorbiendo su esencia vital y eso les depara una sensación de poder y dominio indescriptible, que se traduce en una mayor confianza y seguridad en sí mismos y, con ello, en un mayor éxito en los demás aspectos de sus vidas.

No hace falta leer un informe del FBI o Scothland Yard para darse cuenta del peligro potencial que este fenómeno supone. Tan sugerente me resultó la idea, que he dedicado a ella mi primera novela: Pasión sangrienta: una historia de horror, de próxima publicación -aprovecho para pedir perdón por el retraso en la misma-.

En fin, la mayor parte de las fuentes que me sirvieron para documentarme, procedían de revistas, casi todas las cuales ya no conservo. Sí en cambio el libro al que pertenece el texto que os adjunto a continuación y habla acerca del tema del vampirismo como perversión sexual. Espero lo encontréis interesante.

Consejo: Cuidado con la próxima chica o chico atractiv@ que os liguéis e invitéis a vuestra casa. Los VIP acechan en la noche de la gran ciudad y éstos no son vampiros de ficción. Existen realmente... >:-)





El vampirismo en la actualidad

Es inevitable recordar lo que ya hemos dicho no hace mucho, lo que el miedo y la fantasía han ideado sobre la existencia de vampiros para justificar el capricho, llamémosle así, de denominar vampirismo a la perver­sión del instinto sexual, caracterizada por el anhelo de chupar o beber sangre (hecha por la propia mano) de la persona que previamente a excitado los deseos.

Esta perversión es con frecuencia la causa de ase­sinatos perpetrados con cautela y ejecutados con mani­fiesta saña.

En ocasiones no pasa de un activo perverso, más no sañudo, ejecutando con la complacencia y hasta gustosa del cooperador pasivo. Al respecto, pasaremos a lo que nos dice una célebre cantante cuyo nombre silenciare­mos, en sus «Memorias». Se trata de una mujer lasciva, una prostituta de las altas esferas que ha probado todos los placeres sin excluir los más anormales; una mujer, en fin, que no ha encontrado «su hombre», a pesar de todos los pesares.

Su relato dice así:

«… Fabiano que había escuchado atentamente todas mis palabras, sonrió ligeramente y, rechazando mis brazos v mis besos me dijo:

»-Nada. No quiero nada de ti porque nada me ofreces. Sabré ser mala para complacerte para complacerte, me dices. ¿Y por que esforzarnos, ser malos únicamente por «complacer»? Te amaría como jamás amé a nadie, si fueses como soy yo, pero sin querer serlo, «porque sí». ¡Oh, entonces! No necesitarías enardecerte con mis palabras ni con las tuyas... La maldad, el vicio, la perversión, la lujuria, el crimen brotarían en tu alma corro plantas poderosas e indestructibles, se arrollarían a tu corazón secándolo para toda lo que se conside­ra noble y normal, su savia rezumaría por tus poros, «olerías» a mala, mancharías cuanto tocas y tus ojos tan bellos y serenos serían abismos de crueldad, donde andarías resplandores de infier­no, fosforescentes y trágicos. ¡Qué bella serías...! Pero...

»-¡Fabiano!... ¡Mi Fabiano!... ¡Tómame!... -supliqué angustiada, lanzándome a sus pies.

»-¡Oh!, lindo cuadro: Magdalena, harta de ser pura, pidiendo tal demonio vesanias y condena­ciones.

»-¿Te burlas?

«-Te compadezco.

»-Pero, ¿quién eres tú?... ¿Qué deseas?

»-Lo que no eres capaz de darme, Tu sangre. »-¿Mi sangre?

»-Te parece mucho, ¿verdad?

»Y reía infinitamente cruel, burlándose de mi asombro manifiesto.

»--¿Ves como no me ofrecías nada?

»Loca, frenética ansiosa de embriagarme en el divino maleficio del «monstruo amado», me le­vanté de sus plantas y mirándole a la cara, dije rendida a su voluntad:

»-¡Toma mi sangre!

»-¿Accedes? -exclamó desorbitando los ojos con alegría salvaje.

»-Sí.

»-Ven conmigo.

»Juntos cruzamos un basto pabellón donde veíanse reunidos los cuadros más horripilantes y macabros -violaciones, estupros, ayuntamientos contra natura, coitos con cadáveres, flagelaciones, uniones sáficas, asesinatos.

»En el fondo del recinto se abría una puerta, que daba a la alcoba colgada de negros terciopelos, en cuyo centro, alta y severa como un túmulo, se veía la cama revestida toda ella por un ancho brocado, negro también, con flores de oro. Imitaba exactamente una cámara mortuoria.

»Instintivamente tuve un movimiento de repul­sión que contuve pensando en la actitud resuelta que anteriormente había adoptado. Pero no fue tan leve para pasar inadvertida a Fabiano.

»-Todavía estás a tiempo de arrepentirte -me dijo sonriendo- Después...

»--¡Quiero! -protesté firmemente.

»-Pues sea.

»Desnuda me hizo tender en el lecho boca arri­ba. Sacó entonces de un estuche de ébano dos grue­sas agujas de oro, que quemó a la llama azulada de una lamparita; se desnudó él también, y, tendién­dose sobre mí, hundió de golpe una aguja en cada uno de mis pechos, e, instantáneamente fluyó la sangre en calientes hilos que él recogió sediento en la absorbente bomba de su boca.

»-¡Oh!... ¡Tu sangre!... -exclamaba enloque­cido-. ¡Mía!... ¡Mía!...

»Insaciable iba de una en otra fruición con an­sia de vampiro, con delirios de demoníaco, bebien­do monstruoso el palpitante líquido de mi vida, en tanto se procuraba el orgasmo en una cópula fre­nética y prolongada.

»¡Oh! ¿Cómo pintar aquellos momentos tan fe­roces y extraviados, tan espantosamente sádicos, tan llenos, por encima de todo, de ese divino encanto que irradia de la Muerte y que, aún en los momentos más imprecisos es para el alma como una túnica novicial que la desfila y llena de gracia? Porque yo, pese a la baja delectación de mi carne, sentí entonces por vez primera el humano y divino placer del sacrificio. Y cuanto más me hundía en la advección,  más cerca estaba de la pureza. Porque entonces sólo quise vivir y morir para él –para su placer, porque muriendo yo él vivía su más exaltado momento. Porque le amaba tan fuera de mí, tan castamente (si es que yo puedo emplear esta palabra!) que nada me importaba ni deleite ni mi martirio; sólo anheló su ventura y, por ella daba mi vida y mil vidas...

»Fabiano vio claramente en mi silencio y entre­ga la clara disposición de mi espíritu, el inmacula­do arrobo de mis sentidos, mi «no ser» en prove­cho absoluto de sus pasiones. E iracundo, rabioso, como si hubiera descubierto en mí la más inicua de las traiciones, golpeó salvaje mi rostro, sus ojos se encendieron en satánicos fuegos, y ronco de coraje me escupió el rostro:

»-¡Oh!... ¿Quieres morir?... ¿Te gustaría mo­rir?... Tu eres una bestia sumisa y despreciable... ¿Eres tú la diabólica, la abyecta, la «hembra fuer­te» y te dejas matar como una paloma «embriaga­da de amor»? ¡No morirás porque muriendo triun­farás!... ¡Bestia!... ¡Bestia!...

»Rápido extrajo de mis senos las dos agujas, lavó mis heridas con un agua verde, rodeó mi bus­to con gasas finísimas, y, después de hacerme be­ber un bálsamo fortalecedor, me ayudó a vestir y, sordo a mis palabras a mis súplicas, dio orden a uno de sus criados para que me acompañase en su coche a mi domicilio.

»Días más tarde, curada completamente, cuan­do intenté ver a Fabiano y supe que el mismo día de mi sacrificio partió de Florencia con rumbo desconocido.»
Este relato, que tiene sabor de cosa divina, nos ofre­ce detalles para advertir en esta cúpula las caracterís­ticas esenciales de la perversidad sadista. Más que el hecho material de beber la sangre de la mujer deseada, quiere Fabiano darse el deleite de gozar con el terror y las quejas de la víctima. A falta del miedo excitador, hubiera querido hallar el complemento y la ayuda de su sadismo en la contemplación de una explosión de voluptuosidad causada por el dolor y el espanto. Al sadista le hubiera satisfecho plenamente un arrebato franca­mente masoquista. La inhibición de su compañera, el «amor casto», que ella confiesa defrauda al loco, que encuentra insoportable y ridícula toda protesta ele amor, todo contacto carnal que no sea como un eco de su cruenta vesania.
La pasividad de su pareja la considera como una prueba de indiferencia y se desata su ira, avergonzado e inquieto, al darse cuenta (ya atenuada la excitación sexual), de que ha descubierto su perversión vampiresca con una mujer que a él le parece fría y normal.

Y también es muy posible de que si hubiera sufrido el desencanto, provocador de su ira, antes de colmar la excitación sexual (en pleno arrebato sádico), hubiera tenido el brutal ayuntamiento un desenlace más trá­gico. El deseo indomable de producir a toda costa el terror, habría podido llevar al sadista a prolongar la sangría hasta producir la muerte. La angustiosa agonía de la víctima le hubiese dado el placer que no encontró en su pacífica sumisión de mujer gustosamente sacri­ficada.

En los tiempos modernos, a estos seres se les califica como psicópatas, que se imaginan ver vampiros, o ser­los, como otros psicópatas creen ser monstruos del fol­klore y leyenda. Además, se trata de una perversión sexual llamada vampirismo. El desviado o sedicente vampiro, se ve obsesionado por la idea de chupar o be­ber sangre, tal vez, como ya dije antes, de haber matado o herido a su víctima; y sólo encuentra satisfacción al trasladar sus fantasías sangrientas a la práctica.

Y ya para terminar el presente libro, citaré aquí dos casos de vampirismo. Vicente Vernezi fue acusado de dos crímenes, cometidos en Italia en los años 1867­-71, contra Johanna Motta, de catorce años, y una mu­jer casada, de apellido Frigeni, de veintiocho años de edad. Ambas estaban desnudas cuando fueron halladas, y mutiladas. A la primera los dientes del atacante le ha­bían destrozado los muslos, tenía la boca llena de tierra, le habían arrancado los intestinos y los genitales que fueron posteriormente encontrados no lejos de allí. La segunda también había mutilada y en su cuello to­davía quedaban señales de la correa que había servido para estrangularla. Los dientes del asesino le habían arrancado porciones de carne habiéndole desgarrado el abdomen con el propósito de poder extirpar los intes­tinos.

Fue detenido al día siguiente a causa de una prima suya, María Previtali, que se libró de sus garras por pura casualidad; porque logró convencerle cuando ya corrió para dar inmediata cuenta a la policía.

Verzeny, de veintidós años, efectuó una declaración completa. Respecto a este tema, Krafft-Ebing, nos dice:

«Verzeny confesó finalmente sus hazañas y su motivo. La comisión de aquellas le producía un placer indescriptible (lascivia), acompañado de erección y eyaculación. Tan pronto asía la su víc­tima por el cuello, experimentaba sensaciones sexuales. Lo mismo las sentía si la mujer era vieja, joven, guapa o fea. Usualmente apretar sólo el cue­llo ya le satisfacía, en cuyo caso les perdonaba la vida; en los dos casos de asesinato, la satisfacción sexual se retrasó, y continuó apretando hasta que fallecieron. La complacencia experimentada en es­tos actos era mayor que en la masturbación. Las magulladuras en la piel de los muslos de Johanna Motta fueron producidas por los dientes, cuando le succionó la sangre con el más intenso de los pla­ceres. Desgarró un poca de carne de la pantorrilla y se la llevó consigo para asarla en casa; pero por el camino la escondió en un pajar, por miedo a que su madre sospechase de él. También se llevó res­tos de ropa e intestinos a cierta distancia, porque le producía un placer olerlos y tocarlos. La fuerza que poseía en los momentos de placer sexual era enorme. No era tonto, pero cuando cometía seme­jantes hazañas jamás observaba nada a su alrede­dor (probablemente como resultado de su intensa excitación sexual). Después de tales actos se sentía sumamente dichoso. Nunca tuvo remordimientos de conciencia. No se le ocurrió tocar los genitales de las mujeres sacrificadas, o violar a sus víctimas. Se contentaba con asaltarlas y chuparles la san­gre.»


Los individuos que se imaginan ser muertos en vida, o vampiros, escasean en nuestro tiempo, pero los hay. En 1960, es decir, hace muy poco, un hombre que su­fría de esta psicosis estableció un reinado de terror en una ciudad de la parte norte-central de la Argentina. En su haber cuenta con unas quince mujeres atacadas. Fue arrestado por la policía cuando hasta la calle, una no­che, llegaron los gritos de una mujer. El policía entró allí y pudo sorprenderle. Ninguna de las víctimas, por supuesto, declaró haber sido violada. Simplemente que el individuo en cuestión entraba por la ventana de la casa, aprovechando las noches de calor, que las sujeta­ba a la cama y que las mordía en la garganta chupando la sangre a continuación. Su arresto fue efectuado el 14 de febrero del mencionado año. Era un joven de 25 años de edad, llamado Florencio Fernández.

Fuente: El infierno del otro sexo. J.M. West. Ediciones Petronio (1976)




4 comentarios:

  1. Excelentes notas sobre Vampirismo!! Te recomiendo el libro, si es que no lo tenés, "Vampiros, cuando la realidad supera la ficción" de Laurent Courau, que ademas de entrevistas a los principales líderes de los clanes vampíricos del mundo, tiene fofografías increibles. Es de la editorial Oceano.
    Felicitaciones una vez más por tus artículos.

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  2. Muchas gracias, Pablo. Por las felicitaciones y por la señal. No conocía el libro que me comentas, pero ten por seguro que me voy a hacer con él. ¡El tema del vampirismo es algo que me fascina!

    Por cierto: no sé si viste el último artículo que subí. Es una secuencia de mi primera novela, en la que se relata una orgía vampírica de las que se realizan en las reuniones de los VIP.

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  3. Como consigo una guía, para iniciarme en la práctica de la hematofagia erotica?

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