La
mente humana oculta abismos en los que habitan horrores innombrables.
………………………………………………………
Aschemager era una buena persona. Además de
un genio en su campo, reconocido internacionalmente como tal. Llevaba en sus
venas la sangre germana que su abuela materna había aportado a su familia y
había pasado largos años ejerciendo en Argentina, donde había adquirido
experiencia y prestigio. ¿Qué otra cosa habría cabido esperar en quien siendo
heredero de los genes de la raza de Freud, había aprendido su oficio –más allá
de lo que se enseña en la universidad- y destacado en el ejercicio del mismo en
la patria de los psicólogos por excelencia?
El hombre
tenía varios libros escritos y su presencia era solicitada en foros y congresos
internacionales. Una auténtica eminencia. En sus tiempos de juventud formó
parte de la misma pandilla de amigos que un primo de su madre, relación de la
cual derivaba la actual. No sólo era una autoridad en lo suyo, sino también
alguien conocido y de confianza. ¿Quién mejor para atender a Sofía?
Desde el
principio se había volcado en su caso. No era sólo una cliente más, sino la
sobrina de un buen amigo, que vivía un momento dramático y necesitaba de ayuda
profesional como la que él mejor que nadie podía prestarle.
Carlos se
removió en la silla tapizada de cuero. No se encontraba cómodo. Las
observaciones del licenciado sobre su hermana habían comenzado a tornarse
preocupantes de un par de semanas a aquella parte. Parecía mascullar algo que
se reservaba para sí mismo, como si no acabase de decidirse a compartirlo.
Sus padres
habían delegado en él la supervisión de la evolución de su hermana en sus
sesiones con el psicólogo. Mejor una sola persona para ello, que recibiese las
opiniones de éste y las transmitiera. De ser varias las que lo hicieran,
podrían dar lugar a malentendidos y confusiones a consecuencia del cruce de
informaciones. Sin perjuicio ello de las visitas que de tanto en tanto realizaban
sus progenitores para comprobar por sí mismos cómo iba todo, por supuesto.
Y todo iba
bastante bien. Sofía era una muchacha muy querida. Todos se volcaron con ella
desde el principio. Familiares, amigos… también Pablo, cómo no. De nuevo
demostró ser un gran chico. Su relación con su hermana acabó a consecuencia del
estado en que ésta se sumió tras la nefasta experiencia en el bakstage de Cibeles. Sofía quedó hundida en la más profunda depresión,
convertida en una pelele humana acaparadora de complejos, traumas e
inseguridades. De repente y sin que nadie pudiera impedirlo, se arrojó de
cabeza al abismo de la anorexia, tornada su mente un caos inconexo de continuos
desatinos y razonamientos absurdos.
Fue ella misma
la que decidió cortar. La diosa que había rendido a sus pies a todo varón que
la había conocido y aun a lo más granado del modelaje nacional, veía ahora su autoestima
arrastrarse por los suelos y quedaba reducida a una sombra miserable en la que
nadie podría reconocer lo que fue. Se veía a sí misma como un ser lleno de
defectos y carente de ninguna valía, inmerececedor de una pareja como Pablo. Vivía
con el miedo permanente a que la dejara por otra. Algo devastador para una
mente devastada, valga la redundancia. Él quiso seguir, intentó convencerla por
todos los medios de que aquellos temores suyos carecían de fundamento alguno,
pero no hubo nada que hacer. La decisión estaba tomada. ¿Cómo meter sentido en
una cabeza que no funciona cabalmente? ¿Cómo convencer de que sus miedos no son
reales a quien no es capaz de ver el real reflejo que el espejo le devuelve,
percibiendo como pasada de kilos a sílfide de belleza y armonía exquisitas?
La relación
acabó y, con los meses, Pablo comenzó otra con otra muchacha, pero aun así
continuó interesándose por el estado de Sofía y aportando su ayuda en todo lo
que le resultaba posible. Incluso la chavala, muy cariñosa y buena gente, empatizó
con ella y su drama, convirtiéndose en buena y cercana amiga e implicándose
también en el asunto.
Aschemager aseguraba
que la cosa iba bien. Con la ayuda de todos, Sofía iba saliendo poco a poco del
pozo. Progresivamente, iba aprendiendo a quererse y valorarse de nuevo. La
batalla real estaba en la mente. La bella había quedado reducida a un amasijo
de huesos cubiertos por un amarillento y profundamente desagradable pellejo. Un
verdadero cadáver andante que causaba profunda impresión con sólo mirarlo. Algo
muy similar a las imágenes que de tanto en tanto aparecen en los medios de
africanos subsaharianos que viven en un dramático estado de desnutrición.
Evidentemente, aquello suponía un peligro enorme para su vida y salud. La lucha
era por retornar ésta última a aquel cuerpo, pero el camino para hacerlo pasaba
por el interior de su cabeza. Mientras no quedase ésta reestructurada y sanada,
todo avance resultaría provisional y fugaz.
Iba bien. Eso
afirmaba el licenciado, y además comenzaba a notarse en su aspecto. Con tiempo
y un poco de suerte, quizá incluso podría volver a ser tan guapa como fue, pero
eso quedaba como algo secundario. Lo principal era salvar su salud física y
mental, y en ello implicaba su familia todos sus esfuerzos. También Aschemager. Entre todos lo
conseguirían.
No resultaba
sin embargo un camino recto y allanado el que llevara a tan feliz fin. Por el
contrario, se hallaba repleto de constantes curvas y cambios de rasante, con
pronunciadas cuestas hacia arriba y hacia abajo. Sofía ya había recaído tres
veces. Precisamente, en ese momento luchaban por sacarla de la última recaída,
habiendo resultado ésta especialmente profunda. Al principio les pasó
desapercibida, engañados por ella que fingía seguir perfectamente. Sin embargo,
pronto su aspecto delató lo que realmente estaba ocurriendo. En esta ocasión,
incluso podría a decirse que había llegado a los niveles de delgadez y
desnutrición más dramáticos, llevándoles a temer realmente por su vida.
Afortunadamente, la cosa parecía haberse reorientado de nuevo y volvía a
caminar en la buena dirección.
Aschemager le
había dicho que quería hablar con él. Algo malo. Preocupante. Tras todo este
tiempo de tratamiento, comenzaban a intuirse esas cosas. Carlos iba conociendo
al licenciado y su forma de pensar. Sabía que algo rondaba en su cabeza desde
hacía semanas. Algo que le intranquilizaba.
-Todo va estupendamente.
Sofía parece ir superando el bache. Ahora sólo hay que tener especial cuidado
hasta que acabe de salir de él, y luego vigilar para prevenir nuevas recaídas. Todo
tiene su lado bueno. Tras tres de ellas, voy aprendiendo a reconocer las
señales previas. Esperemos que no haya una nueva, pero si no fuera así, creo
que podré advertirla a tiempo para evitarla.
-Todos
confiamos en ello. Sabe que lo hacemos plenamente en usted.
Gesticuló el
psicólogo.
-Espero no
fallar a esa confianza en mí depositada, aunque nadie puede prometer nada en
temas como éste.
-Lo sabemos. Y
también que hace todo lo que está en su mano por Sofía. No se le puede pedir
más.
Asintió ahora,
mirándolo en silencio.
-¿Hablaste con
tus padres sobre el tema que comentamos?
-Sí… lo hice.
Carlos no
acertaba a vislumbrar por dónde iba el licenciado. La semana anterior habían
estado hablando. Le había hecho algunas preguntas sin dejarle entrever su
sentido, pero el contenido de las mismas bastaba para poner en alerta y dar
nacimiento a una inquietante sensación?
“-Dime, Carlos: tienes tres años más que tu
hermana…
-Sí…
-¿Recuerdas
si de pequeña tenía alguna amiga imaginaria? Es algo relativamente frecuente en
los niños?”
Había
conseguido desconcertarle con aquella pregunta. ¿A qué venía aquello? Carlos no
podía imaginarlo, pero resultaba intranquilizante. Esbozó un gesto de
incomprensión.
“-Que yo sepa…
le diría que no… ¿De qué edad estamos hablando?”
Gesticuló
Aschemager dando a entender inconcreción.
“-Durante la primera infancia. Cuatro,
cinco, seis años… avanzando hacia la predolescencia resulta cada vez menos
común.”
Lo hizo ahora
él denotando desconocimiento.
“-No lo sé… mentiría si le dijera otra cosa.
Creo que no, pero no podría afirmarlo. Yo también era muy pequeño entonces.
Pero puedo comentarlo con mis padres si quiere.”
Asintió.
“-Por favor. Creo que podría resultarnos de
ayuda.”
Más bien la
cosa parecía apuntar a algún tipo de temor reservado del buen licenciado.
-¿Y bien…?
-Sí tenía una
amiga imaginaria.
No le gustó
tener que decirlo. Algo absurdo. Como si por ignorar la realidad ésta no
existiese. Él no era psicólogo, pero no hacía falta serlo para saber que una
pregunta como ésa no podía estar fundamentada en nada bueno. El gesto de
Aschemager al asentir con la mirada baja se lo confirmó.
-¿Qué ocurre,
Guillermo? La semana pasada no quise insistir cuando pretendiste aparentar
normalidad, pero hay algo fuera de lo normal para que me hagas esa pregunta,
¿no es así?
Pareció pensar
por un momento las palabras a emplear.
-De momento
son sólo conjeturas mías.
-Conjeturas de
un profesión al de prestigio y renombre internacional. Si Arguiñano me dice
que, según sus conjeturas, es posible que algo no ande bien en una cocina, yo
le escucho. Dime, Guillermo: ¿qué ocurre?
De nuevo
semejó indagar la mejor forma en que comenzar su explicación.
-La cabeza de
tu hermana… su mente…
-¿Sí…?
-Hay mucho
movimiento ahí dentro.
Miró con
extrañeza al licenciado.
-¿Movimiento…?
-Arguiñano es
un gran cocinero. Uno de los mejores. Como has apuntado, conoce bien su oficio
y las señales del mismo. Ante un determinado olor en un guiso o incluso a
partir de una particular textura en éste, podría deducir la posible existencia
de un ingrediente que para todos los demás hubiera pasado inadvertido.
Seguía
observándolo de aquella manera.
-¿Ingrediente…?
Se inclinó
hacia delante el psicólogo para apoyar los antebrazos en la mesa, como en
actitud de resolución.
-En Sofía hay
mucho más de lo que se ve a simple vista Carlos. Es lo que pienso.
Cada vez se
encontraba más intranquilo.
-He notado
señales, intuido cosas al hablar con ella y tratarla. Miradas, comentarios de
ambigua interpretación… como si alguien se asomase desde detrás de sus ojos.
Sintió un
desagradable cosquilleo en su bajo vientre.
-Explíquese,
Aschemager.
Meneó la
cabeza.
-No debes preocuparte.
Ya te digo, de momento son sólo conjeturas. Una idea en mi cabeza.
-Una idea
acerca de mi hermana. Hábleme sobre ella.
Lo miró ahora de
frente de nuevo, asintiendo a continuación.
-Sofía es un
ángel. Una persona extremadamente bondadosa y dulce. Existe gente así, no tiene
por qué haber nada extraño en ello. Y sin embargo…
Hizo una pausa
antes de continuar.
-Ella pretende
desterrar la negatividad. Todo lo que entiende malo, desaconsejable,
negativo… intenta apartarlo.
-¿Y…?
-Los amigos
imaginarios cumplen diversas funciones. Las niñas, cuando juegan con sus
muñecas, replican los comportamientos que observan en sus relaciones con los
adultos. Castigándolas cuando “hacen algo mal”, por ejemplo, por los mismos
motivos que ellas o sus amigas o compañeras son castigadas por sus padres o
profesores. En ocasiones, cuando han hecho algo que entienden reprobable y no
han sido descubiertas, pueden jugar a hacer autoras de ese mismo comportamiento
a aquéllas y reprimirlas. Entienden haber hecho algo mal y quedado sin castigo
por ello. Su mente percibe algún tipo de desequilibrio y buscan restablecerlo
de esa manera. No es más que un tipo de ligera ansiedad y remedio infantil a la
misma.
-No… no
entiendo muy bien.
-El lugar de
la muñeca, podría ser ocupado también por un amigo imaginario. O una amiga…
Lo miró a los
ojos.
-Sofía es muy
buena gente. Quiere serlo además e imagino que siempre ha sido así. De pequeña
debió sentirse bastante mal cuando vuestros padres o sus profesores le regañaban
por algo. ¿Me equivoco?
-No…
Asintió.
-Esa amiga
imaginaria suya… es posible que también ella jugase a reñirle por portarse mal.
Quizá más que eso.
-¿Más que eso…?
-Sofía quería
ser buena. Tras un acto suyo que los mayores hubieran encontrado reprobable,
podría haber jugado a traspasarlo a esa amiga imaginaria suya… y dejarlo allí.
-¿Cómo… cómo a
dejarlo allí? Explíquese, Guillermo.
-Dejarlo allí.
No quería ser mala. No volvería a repetir ese acto. Ella no. Y sin embargo los
niños aprenden a base de experimentar y observar. Esos malos comportamientos
forman parte de su experiencia vital, a partir de la cual comienza a formarse
la personalidad adulta.
>>Ella
no volvería a protagonizar esa actitud, pero podría haber hecho depositaria de
la misma a su amiga imaginaria a fines de observación y contrastación. Conforme
esa experiencia vital suya hubiera ido formándose, se habría ido quedando con
lo que le gustaba de su personalidad –lo bueno-, mientras que de lo malo se
habría ido desembarazando traspasándola a aquélla. Así, en contraste, tendría a
la “niña mala” como modelo de lo que había que evitar para ser una “niña
buena”.
>>En
resumen, todo lo negativo de su experiencia vital habría ido siendo apartado a
un rincón de su mente: el reservado a esa amiga imaginaria que sólo existía
allí.
Se le ocurrió
pensar – a Carlos- que en aquellos momentos su cara debía mostrar una expresión
realmente estúpida.
-Guillermo… me
estás asustando.
Incluso se le
había olvidado el trato de usted.
-Para alguien
que no es psicólogo, lo que dices puede resultar preocupante. Hasta siniestro
diría…
Asintió
Aschemager.
-¿Qué… podría
tener todo eso que ver con el estado actual de Sofía?
-Con lo que
todos veis y conocéis nada: con lo que yo intuyo, mucho.
-Ya… ¿y qué es
lo que tú intuyes?
-Composición de personalidades individuales. Un paso más allá del trastorno de identidad disociativo.
La expresión
de estúpido. Hoy debía estar haciendo abundante uso de ella.
-Doble
personalidad, Carlos. A pesar de lo que
se ve en las películas, los casos reales resultan extrañísimos. Muy pocos en
todo el mundo. Podríamos estar ante uno de ellos.
Su sorpresa y
perplejidad iban en aumento.
-¿Cómo…? ¿Qué
me estás contando, Guillermo? Sofía nunca ha…
-Tú lo has dicho:
nunca.
No entendía.
-Todas las
cosas tienen un principio.
-¿Un
principio…?
-La
disociación de personalidad surge a consecuencia de algún trauma intenso. El
vivido por tu hermana aquella noche en
el backstage, podría haber
dado lugar a una ruptura en su mente que la propiciara.
Carlos se
mostró saturado, inclinándose hacia delante y meneando la cabeza en gesto de
total incomprensión.
-Guillermo, a
ver si me aclaro: ¿qué tendría eso que ver con la amiga imaginaria de Sofía?
-Todo. La
disociación habría liberado a la otra Sofía, oculta durante todos estos años.
La Sofía “mala”.
-¿Mala…?
-Mala y
preocupante.
Se miraron a
los ojos.
-Esa otra
Sofía, habría sido acaparadora de todas las reprimendas de su infancia. Incluso
es posible que “la buena” la hubiese convertido en depositaria de todas sus
experiencias negativas en general. Todo lo que, de alguna manera, le hubiese
causado pesar y dolor.
>>Desde
el conocimiento y la experiencia profesional, se comprende en seguida que un
ser así podría resultar potencialmente muy peligroso, pues sólo habría recibido
lo malo de las personas con que se relacionó en su vida, aprendiendo así a
odiarlas. Sería un ser pleno de rencor y ansiedad, con tendencia a la ira y la
violencia.
-¿Ira?...
¿violencia?... Guillermo… ¿sigue hablando de Sofía? ¿Sofía, mi dulce y tierna
hermanita.
Aquello
resultaba de todo punto increíble.
-En realidad,
esa dulzura y ternura suya podrían haber tenido mucho que ver en el asunto.
Le inquirió
con la mirada para que continuase.
-Como he
dicho, esa amiga imaginaria contribuyó en el proceso de formación de Sofía, “la
buena”. Por contraste con ella, tuvo siempre una clara referencia de lo que era
ser una “niña buena”. Como parte de esa bondad, con ella podría haber aprendido
a ser tolerante con los demás y a ayudarlos. Habría visto a esa amiga
imaginaria desde una perspectiva positiva, siendo siempre transigente con ella
e intentando ayudarla para reconducirla por el buen camino. Como una madre, una
profesora o una hermana mayor que reprende a una “niña mala” para reorientarla.
Pausa. Carlos
seguía perplejo.
-Esa otra
Sofía, habría aprendido a odiar a todas las
personas salvo a su única amiga, la única que siempre se portó bien con
ella: Sofía “la buena”.
>>En
esas circunstancias, la noche del shock que
pudo dar origen a la ruptura, habría visto surgir a un ser iracundo y
ultraviolento, presto a defender a esa única amiga que tuvo en su momento de
crisis.
La mente de
Carlos era un caos de ideas absurdas en aquellos momentos. Tan absurdas como lo
que le estaban contando. Aparentemente. ¿Realmente lo era?
-¿Qué es lo
que le preocupa realmente, Aschemager?
-¿Cómo…?
Ahora el
sorprendido parecía el licenciado.
-Todo esto que
me está contando… ha dicho que Sofía va superando el bache. Si ello es así, aun
dando por buena esa teoría suya no habría por qué preocuparse. Aquella noche en
Cibeles se rompió algo en su mente: OK, pero ahora todo va volviendo a su
cauce. Si mi hermana supera su crisis, es de esperar que con ésta desaparezca
esa otra Sofía de que habla. Y sin embargo usted sigue preocupado por ella.
Dígame, Aschemager: ¿qué es lo que le inquieta?
Meneó la
cabeza resoplando el psicólogo. De nuevo semejaba encontrar dificultades en su
explicación.
-Creo que tu
hermana es muy inteligente, Carlos. Los test que le he realizado dan por
resultado un cociente intelectual de 118. Algo superior a la media, pero sin
que se salga de lo normal.
Hizo una pausa
antes de continuar.
-Creo que nos
está engañando. Probablemente, sin siquiera ser consciente de ello ella misma.
Esbozó un
gesto de extrañeza Carlos.
-¿Por qué lo
piensa?
De nuevo un
gesto de vaguedad.
-Es la
impresión que tengo tras mis charlas con ella. Determinadas señales, pautas… es
como si existiera un tope de contención en su intelectualidad colocado ex
profeso.
Extraño. Muy
extraño.
-Quizá en
algún momento de su infancia llegó a identificar una gran inteligencia como
algo negativo. No necesariamente malo. Quizá algo que aporta dolor y
sufrimiento. A raíz de ello, podría ser que hubiera levantado ese dique de
contención de la capacidad intelectual.
-Creo que
entiendo… pero…
-Carlos –le
cortó el licenciado con un gesto grave e inclinándose sobre la mesa-: 118 CI
como tope. De ahí para arriba, quedaría la intelectualidad de la otra Sofía.
Se sintió
estremecer ahora.
-Exactamente
–intuyó Aschemager su inquietud-. Eso sería la intelectualidad mínima de la
Sofía mala. No cabría esperar que se hubiera detenido ahí.
-¿Por… por
qué?
-Si Sofía, la
buena, entendió que ese era el tope de intelectualidad positiva, es de suponer
que una mínima diferencia no le resultase tampoco negativa. Para situar a la
otra Sofía allá, debería ser en cambio pronunciada. Ni siquiera habría sido
necesaria la presencia previa del germen de la superdotación. Entendiendo la
intelectualidad superior a ese nivel como algo negativo y siendo la otra Sofía
acaparadora de todo lo que la buena consideraba tal, habría ido desarrollándola
igual que desarrollaba todas las demás cosas que la bondadosa rechazaba. El
límite… no sabría determinarlo, ni siquiera aproximadamente, pero intuyo que
puede resultar verdaderamente sobrecogedor.
Había
preocupación en la mirada de Carlos.
-Todavía no
sabemos cómo funcionan los procesos mentales que determinan el nivel
intelectual. Sí sabemos que pueden favorecerse y, de esa manera, potenciar
éste, pero no cómo exactamente ni en qué medida.
Silencio.
-Muy bien,
Aschemager: cuénteme exactamente qué es lo que teme.
Dificultad.
Siempre dificultad para explicarse.
-Un ser
iracundo y en extremo violento con esa inteligencia…
No le gustaba
nada el significado que estaba tomando el contenido de la conversación.
-… ofendido
con el mundo y ansioso por proteger a su amiga, Sofía la buena…
-Déjese de
rodeos, Aschemager. Suelte de una vez lo que tiene en la cabeza.
Asintió el
psicólogo.
-Son sólo
consideraciones, ideas…
-Suéltelo,
Aschemager.
Se miraron a
los ojos.
-¿Se volvió a
saber algo de aquel hombre? El organizador de Cibeles.
Negó Carlos
con la cabeza.
-Nada en
absoluto. Lo sabe tan bien como yo.
-Ya…
Pausa.
-Sabes que me
relaciono con otros psicólogos. Charlamos, comentamos… nada que pertenezca al
ámbito de la intimidad de nuestros clientes ni que afecte al secreto
profesional, por supuesto.
Asintió Carlos
sin darle importancia al comentario.
-Uno de ellos
está tratando a una mujer. Su marido desapareció sin dejar rastro también. La
policía investiga el asunto. Ha sido un golpe muy duro para la pobre mujer. No
es sólo la ausencia de su esposo. Al parecer, éste podría haberla abandonado
para irse con otra. Una chica jovencita que habría conocido a través de Internet. Muy duro. La mujer está
descompuesta.
Se sentía
confuso, pero prefirió no interrumpirle.
-Es un caso
confuso. La policía piensa que quizá tenga conexión con otros dos. También en ellos hay una desaparición de un varón y
una chica jovencita ala que habrían conocido a través de redes sociales, chats…
-Aschemager…
¿qué me está diciendo?
-Esa chica… su
descripción resulta muy similar a la de tu hermana. Es decir, a como era antes
de caer en la anorexia. Al parecer los desaparecidos hablaron de ella con
algunos de sus amigos. Todos describen a una belleza joven, casi adolescente o
adolescente, de esplendorosa cabellera dorada y ojos verdes. Alta, de
complexión delgada y escultural…
-¡Deje de
decir tonterías, Aschemager! Mi hermana está ahí afuera, aguardando en la sala
de espera. Puede salir a echarle un vistazo si se le ha olvidado su aspecto.
-Ya, ya… no se
me ha olvidado.
-¿Entonces…?
Supongo que esos testimonios son fiables si la policía los tiene en cuenta.
-Sí, lo son. Y
además vendrían confirmados por algunos emails
y conversaciones a las que se ha podido acceder. De ellos parece desprenderse
que los desaparecidos habían mantenido contacto a través de web-cam y en directo con esa chica, con
lo cual tendríamos la plena certeza de su existencia y apariencia.
-¿Entonces,
qué demonios me está contando?
Un gesto vago.
Silencio.
-Mi hermana es
un saco de huesos, Archemaguer –recuperó un tono más conciliador-. Fue una
diosa, pero lo que hoy queda de ella eso sólo ese espectro viviente que espera
afuera. Ningún truco o disfraz conseguiría hacerla pasar por lo que fue. No
podría engañar a nadie ante una cámara y en una conversación en tiempo real.
-Lo sé, lo sé…
Se le veía
como forzado a aceptar. Como si, con todo, no las tuviera todas consigo.
-Supongo que
no se dispone de ninguna imagen de esa chica.
-De ninguna en
absoluto.
-Ya… ¿Se han
rastreado los mails? Me dijo que sí
había de éstos. También cuentas en redes sociales. La policía puede obtener su IP y llegar a ella a través de ésta.
Negó con la
cabeza.
-No hay fotos,
ni IP ni nada que pueda servir para
llegar hasta ella.
-Eso es
imposible. En los emails recibidos
debe constar.
-Debería
constar.
¿Debería
constar?
-¿Cómo que
debería constar?
Una expresión
de incomprensión.
-Nada. La
policía tiene esos emails; incluso les
consta que en el archivo de los aparatos de los desaparecidos existieron fotos
y hasta vídeos de esa chica. También en Cds,
DVDs y pendrives… pero no se conserva ningún dato, foto ni vídeo.
-¿Alguien los
manipuló…?
-Alguien los
manipuló. Y sin embargo nadie tenía acceso a esos archivos. Al menos que
sepamos. Usaban cuentas diferentes a la
habitual y nadie conocía ni la contraseña de acceso ni su propia existencia
siquiera. Y aunque hubieran sabido de esta última, las personas que con ellos
convivían no disponían de los conocimientos necesarios para descifrar o burlar aquélla.
-Podrían haber
recurrido a alguien que los tuviera.
-¿En los tres
casos?
Negó con la
cabeza.
-No resulta
verosímil. En los tres, alguien del entorno cercano debería haber dispuesto de
una persona con dichos conocimientos y de total confianza a la que recurrir
para tal menester. Demasiada coincidencia. Y además no se ha descubierto
indicio alguno de manipulación en los equipos. Más bien parece como si…
hubieran accedido a ellos desde dentro, a través de Internet quizá, para borrar lo justo. Las IPs y demás datos identificadores han desaparecido de los emails y de los registros de las webs; las imágenes y vídeos de los CDs, DVDs y pendrives. Los expertos que
han analizado los equipos no consiguen dar una explicación coherente. Un
trabajo perfecto y exhaustivo. Misterioso…
Pensó por un
momento Carlos en todo aquello. Meneó la cabeza después, gacha la mirada.
-¿Cuál es su
idea, Aschemager? Coméntemela y entre los dos decidiremos si tiene sentido.
Se le veía
realmente azorado. ¿Qué diablos había en su cabeza?
-Yo… soy un
científico. Hay cosas que no puedo tener en cuenta.
-¿Qué cosas?
Carlos lo
miraba realmente inquieto, profundamente intrigado.
-Existen
investigadores… alguno de ellos incluso estudió conmigo en la universidad…
-¿Y…?
Resopló
ligeramente.
-Parapsicología.
-¿Parapsicología…?
–se mostró realmente sorprendido Carlos. Aschemager asintió con la cabeza.
-Ellos afirman
que la mente humana posee capacidades que todavía desconocemos.
-Sé lo que es
la parapsicología.
-Fenómenos psi-gamma y psi-kappa. En los primeros existiría
una interacción mente/mente; en los segundos entre mente y objeto. Yo nunca he
tomado en consideración esas cosas. Ningún investigador serio lo haría, al
menos oficialmente.
-Es de
suponer.
-Por supuesto…
Pausa.
-¿Te dice algo
el nombre Ted Serios?
Esbozó un
gesto de extrañeza Carlos.
-Nada en
absoluto.
Asintió
Aschemager.
-Se trata de
un supuesto dotado del que se afirmaba podía impresionar imágenes de su mente
en placas fotográficas.
La expresión
de Carlos se tornó de auténtico pasmo y sorpresa.
-Ya te digo,
yo no creo en esas cosas. Y sin embargo… si realmente fuera posible que una persona
plasmara su pensamiento en una fotografía… ¿por qué no pensar que también
pudiera borrarlas de la placa? O de un CD…
o un DVD…
Miró
severamente al licenciado.
-O los datos
registrados en un mail o una página web…
-¿Realmente
cree lo que está insinuando?
-No, no… no lo
sé. Ya te he dicho que son sólo elucubraciones.
Semejaba
hastiado. Como quien se ve forzado a
trabajar común material y unas herramientas que no son las suyas y le
desagradan profundamente.
-Aschemager,
por Dios… usted es uno de los profesionales más reputados en su campo.
Silencio.
-Muy bien:
pongamos por un momento –es sólo un suponer- que otorgamos cierta credibilidad
a esa descabellada teoría suya: ha dicho que esa otra Sofía, la mala, sería un
ser iracundo y violento. Aun siendo así, ¿le cabe en la cabeza que podría
resultar realmente amenaza para alguien? ¡Vamos, hombre!... pero si no es más
que un saco de huesos. ¿Qué peligro podría suponer para nadie más que para sí
misma?
-No es
necesaria una gran fuerza física para agredir. Incluso un niño puede hacerlo si
toma por sorpresa a su víctima. No se necesita más para golpear con un martillo
en la cabeza, por ejemplo, o para hundir un cuchillo en la espalda.
-No, no se
necesita más. Pero por la forma en que usted habla de ese hipotético ser, creo
entender que piensa se trataría de algo mucho menos sutil.
Volvió a
asentir.
-¿Has
escuchado alguna vez comentar acerca de exhibiciones de fuerza sobrehumana en
estados de crisis y ansiedad?
Negó Carlos
con la cabeza.
-He estado
informándome sobre el asunto.
Era evidente
que se estaba tomando aquella idea suya más en serio de lo que gustaba admitir.
-Tony Cavallo…
quedó aplastado bajo un Chevrolet
tras un accidente. En su desesperación, su madre consiguió por sí sola alzar el
vehículo para sacarlo de allí y esperar hasta que llegase ayuda. Le costó un
par de vértebras fracturadas, pero lo consiguió.
No podía dar
crédito a aquello. Sonaba a desvarío paranormal. Casi…
-Sinjin Eberle
consiguió libertarse de la roca de más de 500 Kg bajo la cual había quedado
igualmente aplastado.
>>Son
casos verídicos, Carlos –añadió ante el escepticismo que el hermano de su
cliente evidenciaba en su mirada. -Totalmente comprobados-. En situaciones de
extremo estrés, las glándulas suprarrenales
liberan epinefrina en grandes cantidades.
>>Adrenalina,
Carlos. Es el nombre común de dicha hormona. Su producción crece en esos
estados. Pueden llegar a hacer a una persona mucho más fuerte de lo que es
realmente. Momentáneamente, por supuesto. Sin embargo…
Nuevamente
miradas sostenidas.
-Como bien has
recordado, un ser como el que yo intuyo podría existir en la mente de tu
hermana, sería iracundo y colérico en grado extremo. Pura ansiedad. Un ser así,
pese a la limitada masa muscular de Sofía, podría poseer la fuerza de un
levantador de pesas olímpico. Piensa que en él –ella- ese estado de crisis no
sería algo puntual, sino permanente. Teniendo ello en cuenta, cabe suponer que
en él esa hiperfuerza no sería momentánea.
¡Qué
barbaridad! Aschemager ¿era realmente un genio o se había vuelto loco?
-Soy
psicólogo, no psiquiatra. Ellos son médicos, nosotros no. Trabajamos de forma
distinta. Nosotros tratamos los trastornos de personalidad, conducta… ayudamos
a normalizar la vida de las personas y superar traumas y complejos, pero no
somos médicos: no curamos enfermedades. Eso es trabajo del psiquiatra. Además,
nosotros trabajamos básicamente con métodos de psicoterapia, mientras que ellos
recurren preferentemente al uso de la farmacología.
-Aschemaguer…
al grano.
-Lo de tu
hermana podría ser mucho más que un simple trastorno de conducta, Carlos: podría
ser enfermedad mental profunda. Esquizofrenia.
Se vio
auténtico terror ahora en los ojos del hermano.
-Recuerdas que
os pedí permiso para consultar el asunto de Sofía con un par de amigos que
trabajan en el psiquiátrico.
Sí, lo
recordaba. Les convenció para que permitieran se quedase un par de días. Nada
preocupante, afirmó. Tan sólo a efectos de estudio de sus pautas mentales. Allí
podían seguirlas y datarlas con escáneres cerebrales y otros instrumentos de
los que él y cualquier psicólogo carecían.
-Nos dijo que
era sólo para hacerle unas pruebas que le ayudarían en su tratamiento. Que allí
disponían de medios…
-Sí, sí… no
mentí. No os dije todo lo que pensaba, pero no mentí.
Pausa. Mirada
sobre mirada.
-¿Y bien?
-Los análisis
confirmaron mis sospechas: dentro de la cabeza de Sofía hay mucho más de lo que
evidencia al exterior.
Sintió un vuelco
en su pecho.
-Muchísima
actividad. Sobre todo durante los períodos de sueño o los momentos en que su
mente divaga y permanece distraída. Al relajarse el consciente, lo que hay en
el subconsciente, o quizá en el nivel más profundo del inconsciente, asoma al
primero.
Ya no hablaba
hipotéticamente. “Lo que hay en el subconsciente…”.
Afirmaba, no elucubraba.
-Un monstruo,
Carlos. Surgido de los abismos de la mente de tu hermana para protegerla frente
a cualquier percepción de amenaza, con una fuerza sobrehumana y una
inteligencia portentosa. Una auténtica bestia.
>>En
esos momentos de crisis, Sofía, la buena, desconectaría para sumergirse en el
sub o el inconsciente y ceder su lugar en el consciente a su versión oscura. Su
alter ego –otro yo-.
>>Se
trataría de dos personalidades totalmente separadas e independientes. La mala
sería consciente de la existencia de la buena, pero no viceversa. Habría vivido
arrinconada en algún oscuro rincón de su mente, desde el cual observaría
permanentemente sin que nadie supiera de su presencia, ni siquiera la misma
Sofía –la buena-. Es un mecanismo de defensa, Carlos. Tu hermana decidió
ignorar todo aquello de su personalidad que no le gustaba. Ni siquiera intuye
la existencia de la bestia. Simplemente, cuando ésta toma el control ella
desconecta, pasando a “stand bay”.
Otra vez lo
hacía. Omitir el uso del condicional.
-Si damos
crédito además a las teorías parapsicológicas, y he de admitir que existen
algunos investigadores serios entre los investigadores que las estudian,
podríamos hipotetizar sobre un ser dotado de facultades de dicha naturaleza. El
intensísimo nivel de actividad registrado en su mente podría apuntar en esa
dirección. Las mediciones resultaron extraordinariamente altas. Los doctores
que las realizaron se mostraron totalmente desconcertados.
Pausa.
-Un ser así…
esto es sólo conjeturar…
Le miró a los
ojos, como pidiéndole permiso para continuar.
-Quizá podría
manipular las transmisiones eléctrónicas para crear y manipular imágenes y
datos. Igual que Ted Serios, afirman algunos, podía impresionar la placa
fotográfica.
>>Tú lo
sabes, Carlos. La noción que sobre su propio
físico tiene Sofía no resulta ajustada a la realidad, especialmente en
sus períodos de crisis y recaída. Ella sigue viendo en el espejo a la diosa de
la belleza que fue, no al esperpento humano que es ahora. De contar con esas
facultades realmente, quizá estuviese transmitiendo a través de la web-cam esa imagen que está convencida
le corresponde y no la real. Quienes con ella se comunican, estarían viendo a
la Sofía bellísima, no a la anoréxica.
Aquello
resultaba totalmente increíble. Pura ciencia ficción.
-Un ser
superdotado a nivel mental, con capacidades parapsicológicas totalmente
extraordinarias. Incluso sin ser consciente de ello, manipulador de mentes y
datos transmitidos electrónicamente. Con la suficiente inteligencia, fuerza y
ferocidad para matar y cubrir su rastro.
>>No
tenemos noción de lo que algo así podría hacer, Carlos. Si percibiera como
amenaza para Sofía, la buena, a ciertas personas que se acercasen a ella…
Había una
mirada intensa en el hermano. Casi feroz.
-Hemos hablado
otras veces sobre esas supuestas relaciones con hombres acerca de las que ella
comenta. Las creímos simples fantasías e invenciones. Es posible que nos
equivocásemos.
Feroz.
-Todo encaja,
Carlos. Lo que nos cuenta tu hermana y los datos acerca de las desapariciones.
Dos que se conozcan. Tres si estuviese en lo cierto y le añadiésemos la del
marido de mi cliente. El organizador de Cibeles…
quizá hayan más que desconozcamos.
Silencio.
-Dígame,
Aschemager: todo eso… ¿lo ha deducido en base únicamente a su intuición
profesional?
Suspiró el
psicólogo.
-Sí… sólo en
base a ella.
La mente de
Carlos trabajaba como una locomotora. ¿Cabía dar alguna credibilidad a lo que
acababan de contarle? Un ser acaparador de todas las emociones negativas de
Sofía, de todas sus frustraciones, ansiedades e impulsos violentos. Una bestia,
como la había calificado Aschemager, con la cual se compartía sus experiencias
vitales, partiendo y repartiendo. La de los conejitos, por ejemplo: Sofía, la
buena, se quedó con lo positivo. Nunca más aceptó comer la carne de un animal
que hubiese visto entero –como los pollos o codornices empaquetados de los súper
y los hipermercados-. Únicamente la admitía si llegaba a ella ya troceada y
desidentificada, y aun así prefería no probarla y mantenía una clara tendencia
al vegetarianismo. Siendo así pues y teniendo en cuenta lo que Aschemager había
comentado sobre la otra Sofía, la oscura… ¿cómo ocurriría con ésta? ¿Lo que la
buena pasó a percibir como terrible a partir de aquella experiencia, ella lo
percibiría como agradable quizá? Si a la bondadosa le horrorizaba la idea de
matar animales para comerlos… ¿la iracunda disfrutaría matando y devorando?
¡Oh, vaya!... era ridículo.
-Ya… y sobre
ello, ¿qué es lo que propondría?
Se relajó un
tanto en el asiento el licenciado.
-Ingreso en un
centro psiquiátrico. Sería lo mejor para ella –afirmó al ver la emoción
delatada en la mirada de Carlos-. No sería permanente, por supuesto. Tan sólo
hasta conseguir corregir o al menos reorientar ese desfase en su mente.
Había
escepticismo en sus ojos.
-Ya te lo he
dicho, Carlos: los psicólogos no somos médicos. No curamos. Tratamos trastornos
de conducta, no enfermedades mentales. Para eso se necesita ayuda médica, de la
que sólo se puede prestar en un centro especializado.
-Ya veo…
dígame, Aschemager: ¿ha comentado esto con alguno deseos doctores que
realizaron los análisis a mi hermana?
-No… por
supuesto.
-Por supuesto.
Entonces, no hay ninguna opinión más que la suya que apoye esa teoría acerca de
la cual me ha hablado.
Suspiró el
psicólogo.
-Sí… así es.
Silencio.
Carlos se tomó algunos minutos para pensar sobre todo aquello.
-De acuerdo,
le diré lo que vamos a hacer: mi familia, y yo también, confiamos plenamente en
usted. Su prestigio y reputación internacional le avalan. Es una auténtica eminencia
en lo suyo.
Ni afirmó ni
negó. Tan solo escuchaba.
-No vamos a
meter a mi hermana en ningún manicomio por una simple teoría, por muy reputada
que sea la opinión de quien la emita. Según yo lo veo, ello podría hacerle más
mal que bien.
-Pero…
-Aschemager…
no vamos a meter a Sofía en ningún manicomio.
No le quedó
más que aceptar.
-Quiero que
siga tratándola usted.
Le miró ahora
con cierta sorpresa.
-Nadie mejor
podría hacerlo. Por favor…
No podía
negarse. Sofía no era una simple paciente. Había un compromiso moral, ético y
afectivo entre ellos. Lazos de amistad que venían de casi una vida.
-Le prometo
que si después de algún tiempo sigue convencido de lo que me ha contado,
reconsideraré el asunto. Y, por supuesto, si apareciera alguna circunstancia
que contribuyese a consolidar su teoría, haríamos lo que usted dice.
Asintió el
licenciado.
-Por favor,
Aschemager… compréndalo. No podemos ingresar a Sofía por una teoría como esa y
sin ningún fundamento sólido que la apoye. Debo tenerla en consideración, no
cabe menos viniendo de quien viene, pero no podemos tomar una decisión tan
grave como ésa en base sólo a ella.
Momentos de
duda. No era una cliente más. No era una familia más. Amistad, fidelidad… ¿qué
otra cosa podría hacer?
………………………………………………………………………………….
Hacía frío.
Allí siempre lo hacía. Se escuchó el sonido del Messenger al recibir un archivo.
Un chico guapo. Rubio, ojos claros… distinto a los últimos. En parte. Tenía
aspecto de avispado. Quizá demasiado. Estaría alerta. Sofía tenía un talento
innato para acercarse a gente que no le convenía. Vigilaría. Nunca más
volverían a hacerle daño. Nunca más.