sábado, 27 de abril de 2013

LA LEYENDA DEL "HOLANDÉS ERRANTE"




Desde que el hombre es hombre, se ha sentido fascinado por el mar. Simboliza éste la figura de la madre en el inconsciente colectivo freudiano, a la vez que el aspecto más impredecible e incontrolable de la Naturaleza, su fuerza más pavorosa y terrible cuando se desata.

Los marineros lo veneran y temen como a una voluble mujer, ante cuyos caprichos el ser humano resta totalmente indefenso. Durante miles de años, el mar ha sido fuente de leyendas, unas hermosas, oscuras las otras. Una de las más fascinantes y enigmáticas, es sin duda la de el "Holandés Errante”, el bajel fantasma condenado a navegar a la deriva junto a su espectral capitán, hasta el día en que éste encuentre el amor de una mujer que lo redima de su maldición. 

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Una nave tropieza con una terrible tormenta, pero su capitán, enloquecido y sordo a las súplicas, rehúsa buscar refugio. Como castigo, es condenado a recorrer los mares durante toda la eternidad. ¿Cuál es el origen de la famosa leyenda del Holandés Errante?

La historia del Holandés Errante es una de las más famosas y quizá de las más antiguas leyendas del mar, ya que circula desde hace, por lo menos, 500 años. Pero posiblemente su origen se remonte a tiempos muy anteriores al nacimiento de Cristo. Esencialmente, la historia es la siguiente: un maniático capitán holandés -por supuesto, el término «Holandés Errante» se refiere al capitán y no a su barco- desafía la ira de Dios y como resultado es condenado a navegar por los océanos eternamente, provocando la muerte de todos cuantos ven su nave espectral. Esta historia ha sido elaborada por muchos escritores, pero constituye algo más que una ficción, una siniestra historia del mar para asustar a crédulos marineros de agua dulce en tabernas portuarias. Este barco fantasma ha sido avistado en numerosas ocasiones, las últimas en pleno siglo XX.

Muchas autoridades sostienen que la historia del Holandés errante se originó a partir de un hecho real, aunque sobre este punto no hay acuerdo. El problema se complica aún más porque existen muchas versiones de la historia, en las que el capitán puede llamarse Vanderdecken, Van Demien, Van Sraaten o Van alguna otra cosa.

La versión más conocida de la historia del Holandés Errante habla de un tal capitán Vanderdecken, cuya nave fue atrapada en una terrible tormenta cuando doblaba el cabo de Buena Esperanza. Los pasajeros, aterrorizados, rogaron a Vanderdecken que se refugiara en un puerto seguro o que, por lo menos, arriara velas a intentara capear el temporal, pero el enloquecido capitán se rió de sus súplicas y, atándose al timón, comenzó a cantar canciones sacrílegas.

La tripulación también se alarmó por la conducta de su capitán e intentó hacerse con el control de la nave, pero el intento de motín fue sofocado cuando Vanderdecken arrojó a su líder por la borda, mientras los aterrorizados pasajeros y la tripulación se encomendaban a Dios. En respuesta a sus plegarias las nubes se abrieron y una luz incandescente iluminó el castillo de proa, revelando una figura gloriosa que según algunos, era el Espíritu Santo, mientras otros dijeron que era Dios.

La figura se enfrentó con Vanderdecken y le dijo que, ya que disfrutaba con los sufrimientos ajenos, de ahora en adelante sería condenado a recorrer el océano eternamente, siempre en medio de una tempestad, y provocaría la muerte de todos aquellos que le vieran. Su único alimento sería hierro al rojo vivo, su única bebida la hiel, y su única compañía el grumete, a quien le crecerían cuernos en la cabeza y tendría las fauces de un tigre y la piel de una lija (lo cual parece muy injusto para el pobre grumete quien, hasta aquí, no había tenido ningún papel independiente en la historia y, presumiblemente, sentía tanto temor ante Vanderdecken como el resto de la tripulación). Sin embargo, con estas palabras la visión desapareció, y con ella todos los pasajeros y tripulantes. Vanderdecken y el grumete quedaron abandonados a su destino.

Ésta es la versión clásica de la historia del Holandés Errante. Puede ser que se base en hechos, pero no hay acuerdo acerca de cuáles pudieron ser esos hechos. Una versión afirma que la historia deriva de la saga escandinava de Stote, un vikingo que robó un anillo a los dioses y cuyo esqueleto, cubierto con un manto de fuego, fue hallado después sentado en el palo mayor de una nave negra y fantasmal. 

Otros creen que la historia es más reciente y sugieren que se originó en las aventuras de Bartolomeu Dias (c. 1450-1500), navegante portugués que descubrió el cabo de Buena Esperanza en 1488 y cuyas proezas marítimas llegaron a parecer sobrehumanas, según la biografía que escribió sobre él Luis de Camoes. 



Una partida de dados con el Diablo

Otros investigadores han desenterrado una dudosa historia acerca de los dos barcos mercantes holandeses del siglo XVI cuyas tripulaciones avistaron el fantasma de un bajel que se había perdido en el Pacífico; la historia del Holandés Errante derivaría de esto. Otra teoría es que la historia se basa en la leyenda de un alemán llamado Von Felkenberg, que se jugó el alma a los dados con el Diablo y perdió. Una leyenda holandesa similar habla del capitán Van Straaten y también se cuenta una historia acerca de Bernard Fokke.

Fokke, capitán del Libera Nos, era famoso por la rapidez con que realizaba sus travesías. Quienes envidiaban su habilidad de navegante afirmaban que había establecido un pacto con el Diablo, algo que la extrema fealdad de Fokke y su mal carácter ayudaban a creer. Un día se embarcó en un viaje del que no retornó y se rumoreó que, finalmente, el Diablo había cobrado su recompensa.

No es improbable que la leyenda del Holandés Errante naciera como consecuencia de un hecho real, aunque, sin duda, éste habrá sido algo más prosaico que la venta de un alma al Diablo. Existen muchos casos de buques que fueron abandonados por error por su tripulación, en la creencia de que estaban a punto de zozobrar, y luego siguieron a flote durante días, semanas, meses a incluso años, siguiendo los caprichos del viento y las mareas. El más famoso de esos barcos es el Mary Celeste, pero no es el único. Quizá una de las historias más notables sea la del clíper lanero Marlborough, que desapareció en 1890 mientras de Australia se dirigía a Inglaterra. Se dice que fue hallado 23 años después, frente a las costas de Chile. Aunque la historia del Marlborough sea una exageración, resulta fácil imaginar su efecto en las mentes de marinos supersticiosos en aguas poco conocidas, cuando vieron al buque abandonado emerger súbitamente de la niebla.
La historia del Holandés Errante ha inspirado muchas obras de ficción. El poeta norteamericano Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882) escribió sobre este aspecto en The phantom ship (El buque fantasma), que figura en su libro Birds of passage (Aves de paso). Edward Fitzball escribió un melodrama llamado El Holandés Errante, y el francés August Jal la versión más conocida de la historia en sus Scénes de la vie maritime (Escenas de la vida marítima). El poeta lírico alemán Heinrich Heine (1797-1856), inspirándose en el melodrama de Fitzball o en un cuento anónimo titulado Vanderdecken's message home (El mensaje de Vanderdecken) -que apareció en Blackwood's Edinburgh Magazine-, escribió sobre el buque fantasma en sus Memoiren des Herrn von Schnabelwopski (Memorias del señor Schnabelwopski). Esto, a su vez, fue indudablemente lo que inspiró la ópera de Wagner El buque fantasma, en la que Vanderdecken puede bajar a tierra una vez cada siete años, para encontrar a una mujer cuyo amor pueda redimirlo. Otros escritores que tocaron el tema fueron Frederick Marryat (El buque fantasma, 1839) y Walter Scott (Rokeby, 1813).

Sin embargo, el Holandés Errante es más que mera leyenda o ficción. A lo largo de los siglos mucha gente afirmó haber visto el espectro de la nave. Uno de los informes más antiguos apareció en 1702 en la Magnalia Christi Americana, historia eclesiástica de Nueva Inglaterra que escribió Cotton Mather, autor prolífico y célebre pastor puritano. Pero muchas de las observaciones son difíciles -si no imposibles- de comprobar y, por lo tanto deben ser descartadas como espejismos, alucinaciones o visiones debidas a un exceso de alcohol. Pero existe un informe excepcional. En 1881, una observación del barco del Holandés Errante fue comunicada por el príncipe Jorge de Inglaterra -que después reinó como Jorge V- y por su hermano mayor, el príncipe AIberto Víctor, duque de Clarence... el mismo duque de Clarence que hoy figura entre los sospechosos de haber sido el infame Jack el Destripador.

Se ha dicho que el incidente aparecía en el libro de bitácora del Baccante, pero no es así. En cambio, sí aparece en un relato del viaje de los príncipes en ese buque, compilado por John H. Dalton a partir de sus diarios personales, cartas y libros de notas. En el momento de la observación los príncipes estaban a bordo de otro barco de la flota, el Inconstant, ya que habían sido trasladados allí cuando el Baccante tuvo problemas en el timón. El relato dice: “11 de junio de 1881. A las 4 de la madrugada el «Holandés Errante» cruzó nuestro rumbo. Era una extraña luz roja, como la de un buque fantasma, incandescente, y en el centro de esa luz, los mástiles, palos y velas de un bergantín, a 200 m de distancia, se destacaron con fuerte relieve cuando se acercó a nuestra amura de babor. El vigía del castillo de proa informó que estaba cerca de la amura, donde también lo vio claramente el oficial de guardia desde el puente, como también el guardiamarina del alcázar, que fue enviado inmediatamente al castillo de proa, pero al llegar allí no logró ver vestigios ni señales de ningún barco material, ni cerca ni en el horizonte, pese a que la noche era clara y el mar estaba en calma. En total fue visto por trece personas, pero si se trataba del Van Demien del «Holandés Errante», o qué, no lo sabremos.

El Tourmaline y el Cleopatra, que navegaba a estribor, hicieron señales para preguntar si habíamos visto la extraña luz roja.

A las 10:45, el marinero que esta mañana había avistado al «Holandés Errante» cayó desde las crucetas del mastelerillo de juanete y se hizo trizas. A las 16:15, se efectuaron honras fúnebres y su cadáver fue lanzado al mar. Era un valiente marinero real, y uno de los más prometedores tripulantes del barco, y todos se sienten muy tristes por su pérdida. En el siguiente puerto nos encontramos con el almirante, que también se mostró muy disgustado.”

 Alrededor de 13 personas en el Inconstant, además de una cantidad no especificada de personas en el Tourmaline y el Cleopatra, vieron el espectro, aunque si era el Holandés Errante u otro espectro «no lo sabremos», tal como dijeron los príncipes. Pero, tal como afirma la leyenda, la visión acarreó la muerte de una persona. 



Los nazis también

Una de las fuentes más inesperadas de un informe sobre el barco del Holandés Errante es -según se dijo- Karl Dónitz, comandante en jefe de la flota alemana y efímero sucesor de Adolf Hitler. Se dice que vio la nave espectral mientras se hallaba en una misión al este de Suez, y que después afirmó que sus hombres preferían enfrentarse con toda la flota aliada antes que vivir nuevamente el horror de ver el barco del Holandés Errante.

El del Holandés no es, por cierto, el único espectro marino. En 1949 se estimaba que había más de 100 casos «bien comprobados» de naves fantasmas que frecuentaban la costa noreste de los Estados Unidos.

El buque fantasma más famoso de los Estados Unidos es, probablemente, el Palatine, que fue tema de un famoso poema de John Greenleaf Whittier. Según la leyenda, en 1752 una tormenta arrojó al Palatine contra las rocas de Block Island, cerca de Rhode Island, y sus restos fueron incendiados por los pescadores. Una pasajera quedó atrapada y se quemó viva. Desde entonces, el espectro del barco en llamas ha sido visto en innumerables ocasiones.

Es difícil descartar las pruebas de que algo -se le llama «la luz del Palatine»- ha sido visto con regularidad cerca de la costa. Pero una investigación cuidadosa revela que ningún barco de esas características naufragó jamás en Block Island. Sin embargo, también se descubrió que 14 años antes, en 1738, el Princess Augusta, que llevaba 350 refugiados del Alto y el Bajo Palatinado, en Alemania, sí naufragó en la costa norte de Block Island en circunstancias similares a las que se atribuían al Palatine. No cabe duda de que éste fue el origen de la leyenda. Sólo un elemento del destino del Princess Augusta difiere de la leyenda del Palatine: el Princess Augusta se hundió y no fue incendiado. De modo que si el espectro que se ve con tanta frecuencia cerca de allí es el espectro del Princess Augusta, ¿por qué el buque fantasma aparece en llamas?

Otro barco fantasma bastante conocido es el Goblin, negro y con velas de cruz, del que se dice que es visto con frecuencia por los habitantes de Porthcurno Cove, cerca de St. Leven, en Cornualles (Inglaterra). Este espectro es característico porque se le ve dirigirse a la costa; después de desliza sobre tierra firme, y finalmente desaparece.

¿Qué son, entonces, esos buques fantasma, esos espectros del mar? Se les puede aplicar las mismas preguntas, especulaciones y teorías que se refieren a los fantasmas en general. Pero el Holandés Errante se distingue de las historias folklóricas y de fantasmas habituales: ha sido visto muchas, muchísimas veces. Si el barco no existe, ¿qué fue entonces lo que vieron los príncipes a bordo del Inconstant? Dado que la aparición del Holandés Errante y de su barco parece predecir sólo muertes o desastres, quizá lo más razonable sea no buscar la respuesta con demasiado empeño.


viernes, 19 de abril de 2013

TERESA NEUMANN: ¿MISTICISMO MASQUISTA O MILAGRO DE LA SANGRE?



El mismísimo Fuhrer la temía, hasta el punto de, a pesar de ser opositora declarada al régimen nazi, ordenar que “¡no sea tocada!”. Durante cuarenta años, Teresa no ingirió más comida ni bebida que la Hostia consagrada y el vino de la Comunión, al tiempo que lloraba sangre y sangraba abundantemente por unas heridas que eran las del martirio de Cristo. Médicos y expertos de la Iglesia analizaron su caso, sin que llegasen a encontrar en él evidencia de fraude alguno. A día de hoy, sigue siendo un misterio al que nadie ha podido dar respuesta.
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A lo lejos sonaban sordos cañonazos. Una guerra mordía sobre la campiña extranjera. Los americanos se agrupaban alrededor del lecho sencillo y limpio. Atardecía... Los gallos desgranaban sus roncos cacareos despidiéndose del día. La mujer de 47 años yacía en el catre. Sus ojos hundidos con enormes ojeras. Una mirada de obsesivo misticismo en ellos.

“Yo no creo en nada de esto... aquí hay truco.”
Era un cabo americano pequeño y rubio. No terminaba la frase cuando la mujer daba un nuevo alarido. La sangre brotaba en espesas gotas de su frente. En una línea de puntos rojos. Se abrían heridas en la piel ante los ojos de todos.
“No... que me lleven a...”
 El cabo no sabía qué decir. Estaba más pálido que la mujer. De allí en adelante, durante el resto de la noche, al fragor de los lejanos cañonazos comenzaba uno de los mayores misterios del mundo sobrenatural... el misterio conocido como "Estígmata". La campesina se llamaba Teresa Neumann. Cada jueves por la noche daba ante sus vecinos una exhibición de Estígmata como la que presenciaban los azorados marinos americanos. La villa bavara de Konnersreuth era el lugar en que se revivía la Pasión de Cristo cada semana. Era la primera vez que extranjeros veían el milagro.
“Miren... está  cayendo en trance”- susurró uno de ellos.
Todos guardaban silencio. De repente alguien comenzó a rezar en voz alta. Muy pronto todos los soldados, hombres que habían peleado y asesinado en nombre de la guerra, rezaban juntos. Una especie de vacío místico en medio de la violencia y la maldad. La sangre fluía de nuevas heridas que se abrían. La piel sencillamente se rajaba. El líquido rojo y espeso brotaba a raudales. Las manos, los pies, el costado; la frente... toda ella era un mar de sangre denso, opaco y continuo.
“No llega a mañana por la mañana con ese desangramiento” - comentó un médico militar.
Todos estuvieron de acuerdo. Ya era noche cerrada. Sus gritos aumentaron. Teresa se revolvía sobre el lecho empapado en la sangre. A cada nuevo grito la sangre fluía con mayor fuerza. Calladas y silenciosas campesinas se ocupaban de limpiar la preciosa sangre a cada cierto tiempo. Para eso colocaban trapos inmaculadamente limpios en contacto con las sabanas. Cuando los trapos se impregnaban del rojo líquido los quitaban guardándolos como si fueran tesoros.
“Cada casa en este lugar guarda uno de los trapos ensangrentados como objeto de veneración” - explicó el capellán que marchaba con los marinos.
Un nuevo aullido de la mujer interrumpió su respuesta. Dos campesinas se acercaron a Teresa consolándola. Las lágrimas se confundían con los hilos de sangre que descendían por sus mejillas hundidas y pálidas como la cera.
“No hay respuesta oficial de la iglesia... es... Estígmata”- contestaba una mujer.
Amanecía... Los soldados, como en estado de trance hipnótico habían pasado la noche contemplando el milagro. Muchos de ellos habían hecho apuestas entre ellos. No llega a las tres de la madrugada... No llega a las cinco...
Con las primeras luces del amanecer, Teresa Neumann volvió a ser una mujer normal. Una pobre y harapienta campesina como cualquiera de las que se ven a diario por los campos de Europa.
Con los primeros rayos del sol las heridas desaparecieron. Esa es la palabra correcta... desaparecieron. Allí en donde segundos antes había sangre, carne abierta y palpitante sólo quedaba la piel limpia y blanca. La mujer abrió los ojos... sonrió débilmente y elevó la mano haciendo la señal de la cruz sobre los presentes. Todos los soldados, sin excepción, cayeron de rodillas ante lo incomprensible.
Incluso las sábanas estaban blancas, completamente limpias. Ni un rastro, ni una gota de sangre en parte alguna. Terminaba el fenómeno de Estígmata. Los soldados americanos eran los primeros en ver el extraño fenómeno. Sin embargo, Teresa Neumann había estado sufriendo de lo mismo por muchos años... veinte para ser exactos.
¿Cómo era posible semejante afluencia de sangre? ¿Cómo se podía disipar el líquido? ¿Cómo podía perder tan enormes cantidades de sangre sin morir? No hay respuesta médica... no la habrá  jamás.
Un soldado americano era escéptico. Mientras que María estaba en pleno apogeo de su estigmatización se acercó al lecho. Tomando un frasquito recogió directamente las gruesas gotas que escapaban de su frente. Dos días más tarde tenía la respuesta del laboratorio. Sangre humana. No había dudas. No podía haberlas. Teresa Neumann tiene una historia interesantísima. Nacida en la misma villa en la que vivió toda su vida en la frontera con Checoslovaquia. Jamás salió de allí. Durante la Primera Guerra Mundial, mientras que se encontraba ayudando a varios campesinos amigos en la recogida de la cosecha sufrió una grave y dolorosa lesión en la espina dorsal. Los médicos fueron capaces de aliviar el dolor... pero no de sanarla. De esta forma Teresa se convirtió en una especie de vegetal humano.
Prendida a su silla de ruedas por el resto de la existencia. De allí en adelante su salud comenzó a deteriorarse. No había causa aparente para esta caída física. Sin embargo, las enfermedades hacían presa en Teresa una tras la otra. La parte izquierda del cuerpo se le paralizó. Las piernas perdieron la sensibilidad y el movimiento. Los ojos perdieron la visión. Parálisis, convulsiones, vómitos y ataques espasmódicos constituían la vida de la pobre mujer. Fue entonces que Teresa Neumann decidió rezarle a Santa Teresa de Ávila a fin de que le devolviera la vista.








«Santa» Teresa de Masoc: historia del milagro.
No muy lejos de Bayreuth.. capital de los festivales de ópera wagne­riana y casi acariciando la frontera checoeslovaca, puede localizarse una minúscula aldea alemana: Konnersreuth. Centenares de personas esperan pacientemente bajo la lluvia de una tarde de noviembre, fren­te a una modesta casa de ladrillo. Esperan ver a una joven visionaria Teresa Neumann. Desearían besar sus estigmas, contemplar el arreba­to místico cie aquella «santa» que sólo se alimenta con la cotidiana co­munión eucarística y que en sus frecuentes éxtasis asegura contemplar dramáticas escenas de la Crucifixión del Señor.
Durante la década de los años treinta y antes de que se iniciara la segunda guerra mundial, Konnersreuth fue escenario de múltiples pe­regrinaciones procedentes de todos los confines del mundo católico. Creyentes y especialistas en psiquiatría se dieron cita en aquel lugar para tratar de establecer un diagnóstico claro acerca de uno de los síndromes más extraños registrados en la historia de la Medicina.


La historia de Teresa comienza en 1918 cuando la muchacha servía en una granja. Eran los tristes años de la postguerra en que las gentes mal nutridas y fuertemente deprimidas se esforzaban en compensar con sus trabajos agrícolas las malas cosechas precedentes. Se declara un incendio en otra granja y su patrón le pide que colabore en las tareas de extinción. Cuando acarreaba los cubos de agua experimenta un agudo dolor en la región lumbar y cae al suelo desvanecida, segura­mente como consecuencia de una fuerte luxación en la columna.


Aquel incidente marca el principio de una larga y penosa enferme­dad saturada de extrañas reacciones y sorprendentes síntomas.


Teresa había nacido el 8 de abril de 1898, en el seno de una familia muy humilde. Primogénita entre otros once hermanos robustos. Mucha­cha sana y de aspecto nada demacrado, aunque sus rasgos anatómicos la definen como de constitución asténica. Hasta los catorce años cursa estudios primarios en la escuela del lugar y pasa finalmente al servicio de un amo que ya observa en ella una especial sumisión casi masoquis­ta y acusados sentimientos religiosos; una exquisita sensibilidad y exal­tada impresionalidad ante cualquier fútil incidente también la caracteri­zaban.


Sus padres eran gentes eran gentes sencillas, DE estrechas tradiciones patriar­cales, piadosos como muchos bávaros campesinos, entre los cuales la niña aprendía a leer vidas de santos y se impresionaba al visitar la modesta iglesia y contemplar los patinados cuadros de la Pasión de Cristo.


Tras aquel accidente, Teresa Neumann tiene que guardar cama lar­gas semanas en la residencia hospitalaria de Waldsassen. Sus extremi­dades inferiores se vuelven insensibles y aparece toda la sintomatolo­gía de una anorexia pérdida patológica de apetito- unida a fortísi­mos dolores en la columna.


El doctor Ewald detecta las primeras señales de una presunta histe­ria. Ataques psicomotrices de una fuerte agitación y hematemesis (vó­mitos de sangre).
La joven abandona aquel centro sin que atisbe esperanza de cura­ción. Encamada de nuevo en su humilde hogar, los días pasan entre crueles dolores. En noviembre de 1919 comienza a sufrir trastornos vi­suales hasta que la ceguera acaba por apoderarse de ella.

Un nuevo incidente aparece como muy revelador: el padre de Te­resa sufría un cuadro artrósico. Un día pregunta a su confesor si podría pedir a Dios que los sufrimientos de su progenitor pudieran ser asumi­dos por su propio cuerpo.

Tras la respuesta afirmativa del sacerdote y al día siguiente, la mu­chacha amanece con una hemianestesia del brazo izquierdo que flexa rígido durante cuatro meses, apoyado inerte sobre el tórax.

En diciembre de 1922 un joven seminarista, amigo de la familia, enferma de la columna cervical. Teresa ruega que su dolencia se trans­vase a su cuello. A las pocas horas se provoca una inflamación cervical y se le paralizan las masas musculares que activan la función degluctora. Ya no puede ingerir alimentos. Un vaso de agua diario y los frag­mentos de Hostia Consagrada que cotidianamente le administra el pá­rroco del lugar constituirán desde entonces toda su nutrición.

El 29 de abril de 1923, fecha del santoral que enaltece a Santa Tere­sita de Ávila, Teresa Neumann recobra repentinamente la visión. El médico de la familia, ésta y los vecinos quedaron extasiados ante lo que consideraban un portentoso milagro. Más de cuatro años había perma­necido invidente aquella joven extraña. Ciega, sorda y paralizada, llena de úlceras por su posición en decúbito supino constante, hasta el punto que todos temían un rápido desenlace.

Santa Teresa de Ávila vivió en España de 1515 a 1582. Desde muy pequeña sufrió (al igual que Teresa Neumann, de una serie de enfermedades que la mantenían al borde de la tumba) Sin embargo, la futura Santa, contra la voluntad de sus padres ingresó en un convento llamado de la Encarnación y situado en la ciudad de Ávila. Tenía la niña 12 años cuando entró en el convento. Durante los 18 años que sirvió a las órdenes de Dios tras de las impenetrables paredes de su monasterio tuvo varias visiones místicas y religiosas. El Convento de la Encarnación tenía fama en España por la extremada austeridad de su vida. Teresa de Ávila superó esta austeridad. Su vida se convirtió en una simple comunión con Dios. A su muerte dejó una estela de milagros que pronto hicieron que la iglesia Católica la canonizara. La beatificación fue otorgada a Teresa de Ávila el mismo día en que Teresa Neumann rezó por sus ojos.

El 3 de mayo dejan de supurar las úlceras; éstas cicatrizan y por fin el 17 del mismo mes se produce un tercer portento. Coincidía la fecha con la proclamación en Roma de la santidad de Santa Teresa de Ávila. Teresa seguía paralítica; los forúnculos cervicales seguían supurando. Aquella tarde la joven rezaba el rosario cuando tiene la primera visión extática. Ella relata que se vio rodeada de una luz cegadora. Escuchó voces que la invitaban a cami­nar y ella lo intentó con éxito. A sus gritos acudieron familiares y el sacerdote del lugar. Teresa extendía sus manos, hacia algo invisible «agitando su cabeza como si saludase a una dama de la corte».

A partir de aquel día se repiten las visiones y los estados de trance, acompañados de acúfenos (alucinaciones auditivas integradas por soni­dos simples). Voces divinas le advierten premonitoriamente que le sor­prenderán en el futuro nuevas y amargas dolencias.

Hacia noviembre de 1925 aparece toda la sintomatología caracterís­tica de una apendicitis, en una época en que las técnicas quirúrgicas para su tratamiento eran aún rudimentarias y poco fiables.

El doctor Seidl aprecia en aquel «abdomen agudo» la verdadera naturaleza de la dolencia y prescribe el inmediato traslado a una clíni­ca de Waldsassen.

Teresa pide entonces una medalla de Santa Teresita que aplica a la región abdominal. De repente se le modifica el semblante, deja de gritar, tiende sus manos hacia un lugar de la habitación como si hubiera allí alguien hablándola, mientras contesta con monosílabos. Ella aseguró haber visto de nuevo a la santa. Después de esto la fiebre y los dolores cesaron por completo.

El asunto era extraño desde el punto de vista clínico. Hasta entonces cualquier observación atenta de los hechos hubiera permitido presumir los signos típicos de una neurosis de conversión (histeria). Pero ahora se trataba de una dolencia no psicógena. Era un genuino cuadro orgá­nico, como la pericia del doctor Seidl, especialista en apendicitis, había señalado, hasta el punto de que se registró una evacuación del absceso purulento por vía rectal, lo cual constituye en sí una rareza clínica.

Al fin, se presentan los estigmas el 13 de febrero de 1926. Una no­
he, principio de la época cuaresmal, Teresa Neumann era presa de agudos dolores provocados presumiblemente por una otitis. De repente entró en éxtasis y pudo ver en una amplia dramatización a Cristo arrodillado en el Huerto de los Olivos, junto a sus discípulos. Luego experi­mentó una violenta punzada en el costado. Se palpa y observa cómo mana sangre de una llaga. El médico comprueba que la hemorragia no se detiene. La sangre fluyó durante varias horas más de estas enigmáti­cas lesiones.


Las siguientes fechas se caracterizaron por la aparición de nuevas Gagas o estigmas en las manos y en ambos pies. De las heridas no imaginaba supuración ni aparecían otros signos de infección e inflama­ción.


Ella había evocado en sus oraciones las heridas de la Pasión, pero nunca -según declaró- había oído hablar de estigmatizaciones. Na­de le había relatado casos como los de Luisa Lateau o Ana Catalina Emmerich o el más remoto de San Francisco de Asís.


El 5 de noviembre de 1926, cuando contemplaba una litografía refe­rente a la Coronación de espinas de Jesús, experimentó unas agudas punzadas en el cuero cabelludo. Se observaron unas marcas sangrantes -hasta ocho- en la periferia craneana, salvo en la zona frontal.


En años posteriores y coincidiendo con festivales de Semana Santa, las llagas sangraban abundantemente. En julio de 1927 aparecieron lá­grimas de sangre. Los demás días las llagas se cubrían por una costra muy delgada.




Un retrato delirante
El doctor Weisl, agnóstico desde el punto de vista religioso, relata así uno de los trances más intensos:

«Su rostro envejecido mira al vacío, ausente de cuantos la circun­dan, extasiada. La boca aparece semiabierta, sus manos extendidas an­sían captar algo misterioso e inaprensible para cruzarse al fin sobre el pecho en un gesto desesperado. Y sus ojos (jamás pude ver una mirada semejante en otro loco, en otra histérica), esos ojos perplejos, fijan a través de los párpados inflamados e inyectados en sangre, la visión que ellos contemplan. Ojos que ven más que nuestros ojos. Sobre sus meji­llas resbalan como perlas gotas de sangre, inundándolas de rojo inten­so. »


El doctor Witry describe así las llagas que Teresa cubría con unos mitones:


«Los estigmas miden en el dorso de una mano de nueve a diez milímetros de longitud, por seis a siete milímetros de anchura. La sus­tancia del estigma modela una protuberancia de estructura planiforme cuadrangular, que se eleva unos dos y medio milímetros sobre la epi­dermis circundante. El estigma parece que brota como un volcán en el centro dorsal de la mano. Su color es purpúreo y se observa una espe­cie de brillo en la lisa superficie. En el centro de la superficie cuadran­gular apréciase una pequeña abertura ovoidal. »


Teresa Neumann muere el 18 de septiembre de 1962. Científicos de todo el mundo estudiaron su caso sin llegar a una conclusión definitiva acerca de su síndrome. Los doctores Hynek, Killerman, Martini, Witry, Ewald. Titter de Lama, Hilgenreiner, Stókl y el español A. Vallejo Nále­ra, analizaron con distinto criterio la sintomatología dermatográfica.


La Iglesia no llegó a pronunciarse a favor de una tesis taumatúrgica , (milagro). En 1928, una comisión de seis expertos la visitó durante el Viernes Santo -fecha en que Teresa experimentaba fenómenos de ca­rácter parabiológico-. No encontraron muchas facilidades por parte de los familiares ni consiguieron apreciar signos de efusión hemática (hemorragia). Las conclusiones apuntaron hacia un cuadro «histérico grave, con señales inequívocas de simulación inconsciente. »




Dolencias


En 10 del marzo de 1918, Teresa Neumann quedó casi paralítica después de caerse de un taburete mientras se ocupaba de apagar un fuego en el granero de su tío. Sufrió más caídas y lesiones durante este período. Después de una caída particular afirmó haber perdido gran parte de la vista. En 1919, quedó completamente ciega. Postrada en cama, desarrolló horribles llagas debidas a la inmovilidad en la cama que a veces dejaban el hueso expuesto. Teresa declaró que recuperó la vista el 29 el abril de 1923 – el día en que Teresa de Lisieux fue beatificada en Roma. Teresa Neumann le había estado rezando novenas antes de este día. El 17 del mayo de 1925 Teresa de Lisieux fue definitivamente canonizada como santa de la Iglesia Católica. Teresa Neumann dijo que la santa la llamó y entonces la curó de su parálisis y de sus llagas debidas a guardar cama mucho tiempo. El 7 de noviembre de 1925 Neumann volvió a guardar cama de nuevo y el 13 de noviembre se le diagnosticó una apendicitis. Estando preparada para la cirugía, tuvo convulsiones violentas y elevó los ojos al techo diciendo finalmente diciendo, "sí". Le pidió a su familia que la llevaran a la iglesia inmediatamente para rezar. Entonces anunció que había sido curada de toda traza de apendicitis.







Estigmas


Teresa más tarde aparentemente desarrollaría los estigmas de la pasión. Dijo que el 5 del marzo de 1926, el primer viernes de cuaresma, había aparecido una herida ligeramente por encima de su corazón, pero que lo mantuvo en secreto. Sin embargo, declaró que había tenido una visión de Jesús en el Monte de los Olivos con tres apóstoles. El 12 de marzo dijo que tuvo otra visión de Cristo en el Monte de los Olivos junto con la coronación de espinas. También afirmó que la herida por encima de su corazón reapareció ese día, y le habló a su hermana de esto. Adujo que la herida también reapareció el viernes de la semana siguiente. El 26 de marzo, declaró que experimentó la misma herida acompañada por una visión de Cristo soportando la cruz y una herida similar en la mano izquierda. Como se observó que tenía sangre en la ropa, ya no trató de mantener en secreto la información. El Viernes Santo, Neumann según su testimonio presenció la Pasión entera de Cristo en sus visiones. Tenía heridas en las manos y los pies acompañadas de sangre que parecía salir de los ojos. La sangre salía de las heridas, pero según el libro del crítico de Neumann Josef Hanauer La Estafa de Konnersreuth los presentes no vieron salir la sangre sino sólo la sangre misma. Según el autor Albert Paul Schimberg, muchas personas vieron salir la sangre de sus heridas y estos testigos no se limitaban a su familia inmediata y al párroco Josef Naber. A las 3 en la tarde ese día, llamaron a su párroco Josef Naber para darle a Neumann los últimos sacramentos. A las 4 su condición mejoró. Las heridas de sus pies y las manos fueron observadas cuando la bañaron. El domingo de Resurrección, dijo que tuvo una visión de la resurrección de Cristo. Durante varios viernes consecutivos después manifestó que estaba experimentando la Pasión de Cristo, aparentemente sufriendo en su propio cuerpo junto toda la agonía histórica. Sufría la Pasión especialmente el Viernes Santo cada año. El 5 de noviembre de 1926, exhibía nueve heridas en la cabeza así como heridas en la espalda y los hombros. Según varias fuentes estas heridas nunca se curaron o se infectaron y se encontraban en su cuerpo a su muerte.


Inedia (ausencia de alimentación)


Durante los años desde 1922 hasta su muerte en 1962, Teresa Neumann aparentemente no consumía comida aparte de la Sagrada Eucaristía, y dijo que no había bebido agua desde 1926 hasta su muerte. En julio de 1927 un médico y cuatro enfermeras franciscanas la vigilaron durante 24 horas al día durante un período de dos semanas. Confirmaron que no había comido nada excepto una hostia consagrada un día, y no padeció efectos adversos, pérdida de peso ni deshidratación. Montague Summers en “El fenómeno Físico del Misticismo" habla de su capacidad sobrenatural de sobrevivir largas temporadas sin comida ni agua. Apoyaba esta afirmación refiriéndose a un artículo acerca de Teresa Neumann en el número del 5 de enero de 1940 en "El Universo", que declaraba que esta campesina rechazó las cartillas de racionamiento alemanas diciendo que no necesitaba comida ni bebida. Durante algunos de sus trances de los viernes, decía frases identificadas por testigos (incluyendo sacerdotes) como arameo antiguo. Se dijo también que podía comprender hebreo, griego y latín.








Miscelánea


Durante el Tercer Reich, Teresa Neumann fue el blanco de ridículo y difamación, ya que los nazis conocían sus discrepantes puntos de vista y temían su creciente popularidad. Fue vigilada por la Gestapo. Nunca sufrió daños físicos, aunque su casa familiar, la parroquia y la casa del sacerdote recibieron ataques directos. Alentó a Fritz Gerlich a continuar su oposición a Hitler y su partido nacionalsocialista. Gerlich fue posteriormente asesinado por su oposición. Paramahansa Yogananda la visitó y escribió sobre su caso en su libro Autobiografía de un Yogui, publicada en 1946. Le dedicó un capítulo entero, “Teresa Neumann, la estigmatizada católica de Baviera”, que relata una descripción de primera mano de uno de sus trances de la Pasión del Viernes Santo. Reinhard Lorenz de Meißen, médium de la Sociedad New Salems recibió un mensaje acerca de Neumann en 1929, supuestamente viniendo de Dios Padre. Fue publicado en "Das Wort", la publicación del movimiento. Se dice que el sorprendente fenómeno de Konnersreuth era aprobado por Dios para ser un impacto irrefutable. El 18 de septiembre de 1962, Teresa Neumann murió de paro cardíaco, después de haber padecido Angina de Pecho durante algún tiempo. La Iglesia Católica Romana no ha confirmado ni negado la inedia (de la que padecía según sus críticos), ni sus estigmas. "Resl", como se la conoce coloquialmente, ha logrado sin embargo un lugar en la devoción popular – una petición pidiendo su beatificación fue firmada por 40,000 personas. En 2005, Gerhard Ludwig Müller, Obispo de Regensburg, empezó formalmente el procedimiento vaticano para su beatificación.


Su tarea en la vida


Según Paramahansa Yogananda, Teresa Neumann le dijo durante su visita: "Una de las razones por las que estoy aquí en la tierra es para probar que el hombre puede vivir de la luz invisible de Dios, y no sólo de la comida". Su juicio fue: "me di cuenta de inmediato que su vida extraña es dirigida por Dios para asegurar a todos los cristianos la autenticidad histórica de la vida y crucifixión de Jesús según registra el Nuevo Testamento, y para exponer de forma dramática el vínculo entre el Maestro de Galilea y sus devotos". Cuando Paramahansa Yogananda cuestiona la noción de que Teresa Neumann había vivido comiendo sólo una hostia eucarística diariamente durante los últimos 12 años, ella manifiesta que vive de la luz de Dios. El famoso yogui entonces sugiere, "veo que usted se da cuenta de que la energía fluye a su cuerpo del éter, del sol, y del aire". Teresa entonces sonríe y expresa su felicidad de que él comprenda la manera en que vive.